Hubo un tiempo en que volver a la oficina significaba café gratis, barritas de cereal, fruta orgánica, metegoles y una heladera con kombuchas. Ese tiempo pasó. Hoy, la pregunta ya no es si hay snacks, sino si tiene sentido volver. Y si se vuelve, para qué.
El regreso a la presencialidad puso en jaque un modelo laboral que había sido sacudido, estirado y virtualizado durante la pandemia. En 2020 y 2021, muchos descubrieron que trabajar desde casa era posible. En 2022, que no todo era tan idílico. Y en 2023 y 2024, que el péndulo empezó a volver al centro: ni todos en la oficina ni todos en su casa. ¿Qué pasa en 2025? Volvimos. Pero no igual.
Coldplay y el management emocional: cómo convertir un recital en un colapso ético
Hoy, el retorno no se negocia con barritas, sino con bienestar real. Los empleados ya no se conforman con beneficios estéticos. Ahora buscan una vida laboral más vivible, menos ansiosa y con más sentido. El gran cambio no es que la gente haya vuelto al edificio: es que volvió con otras preguntas.
Las empresas lo saben. Según un informe reciente de McKinsey, el 70% de las organizaciones que impulsaron el regreso a la presencialidad también rediseñaron sus políticas de beneficios, con foco en la salud mental, la alimentación personalizada y la gestión inteligente del tiempo. En la Argentina, la tendencia se replica. Pero, como siempre, con un poco más de ingenio que de presupuesto.
Según un estudio reciente de Mercer, el 81% de las empresas en América Latina ya adoptaron modelos híbridos, y un 72% afirma que la flexibilidad es clave para atraer y retener talento.
Pero la flexibilidad sola no alcanza. Lo que hoy buscan los trabajadores no son premios consuelo por ir a la oficina: buscan bienestar real, salud mental, autonomía, sentido. Es decir, lo que antes se maquillaba con “perks”, hoy se reclama como política.
Ya no alcanza con un gimnasio o una clase de yoga. Lo que se valora hoy es el tiempo: tenerlo, aprovecharlo, organizarlo. Y que el trabajo no se trague todo lo demás. Por eso, están surgiendo soluciones que acompañan ese cambio de mentalidad. Tres ejemplos potentes lo demuestran: Pausa, Social Lunch y Wellhub.
Pausar para avanzar
Pausa es casi una filosofía laboral. Su fundador, Santiago Cordone, dice que “Pausa invita a vivir mejor, estando más presentes y conscientes”. Suena zen, pero es gestión pura. La plataforma combina tecnología reflexiva y consultoría para que cada líder vea en qué gasta su tiempo. Y, más importante, si ese tiempo tiene sentido para su rol. No se trata de medir la productividad en términos tayloristas, sino de entender dónde se es verdaderamente valioso.
Con más de 200.000 horas de gestión analizadas, Pausa encontró patrones preocupantes: líderes que dedican hasta el 30% de su tiempo a tareas que no deberían estar haciendo. Uno de los casos más extremos: un directivo que usaba el 81% de su tiempo en tareas secundarias. Literalmente, el barco iba sin timón mientras él ordenaba los cubiertos.
Otro ejemplo: un líder que, según su contrato, debía dedicar buena parte de su tiempo a objetivos estratégicos ligados a un bono por desempeño. ¿El resultado? “Hoy no dedico ni el 5% de mi tiempo a eso”, confesó. En su lugar, resolvía temas de sus reportes, de los reportes de sus reportes… y así hasta el infinito burocrático. Con Pausa, logró delegar, ordenar prioridades y, por primera vez en años, tomarse vacaciones. Porque, claro, nadie quiere volver a una oficina si en ella se vive como un hámster gerencial.
La comida también importa
El otro gran cambio en esta vuelta a la oficina es la alimentación. En tiempos donde todo se personaliza, la comida no podía quedarse atrás. Ahí entra Social Lunch, una plataforma que permite a cada empleado customizar su almuerzo y recibirlo directamente en el trabajo.
El desafío del bienestar en las empresas: entre la moda y la transformación real
El modelo es simple pero poderoso: la empresa se suscribe, los empleados eligen según sus preferencias nutricionales, teniendo hasta 45 opciones por día para seleccionar y la comida llega lista para disfrutar. ¿El diferencial? La experiencia. Comer bien, sano y sin tener que resolver nada, se convierte en un momento de pausa real en medio del día.
“Detrás de Social Lunch hay una lectura acertada de lo que significa bienestar en el trabajo: no es un bonus, es un sistema. No es una recompensa, es una condición. Y no se da después del horario laboral, sino durante” nos comenta Federico Casco, CEO de la empresa.
Ecosistema de bienestar
Wellhub es una red que conecta gimnasios, estudios y aplicaciones líderes en bienestar —como Calm, Meditopia, Fitia, Clue, entre muchas otras— para ofrecer una experiencia integral. Tienen tres millones de usuarios en el mundo.
En la Argentina, trabajan con más de 500 empresas que apuestan por mejorar la salud y el compromiso de sus equipos. Ofrecen acceso a más de 1800 gimnasios, promoviendo una vida activa sin importar la ubicación.
“Nuestros estudios internos muestran que los usuarios activos de Wellhub reducen hasta un 40% el ausentismo laboral y mejoran significativamente su salud física y mental en pocos meses. Porque no queremos ser solo un beneficio más. Aspiramos a ser el motor de una transformación cultural en las organizaciones, donde el bienestar deje de ser un extra y se convierta en un valor central” afirma su CEO, Diego Puente.
Nuevos acuerdos
Lo que está en juego con el regreso de la presencialidad no es solo si trabajamos en casa o en la oficina. Es mucho más profundo: es una redefinición del contrato psicológico entre empresas y empleados.
Ese contrato tácito, que antes decía “vos venís, trabajás, te damos un sueldo y unas galletitas”, hoy se reescribe con otros términos: “vos venís, trabajás, pero queremos que estés bien, que tengas foco, que no revientes, que encuentres sentido”. Ya no alcanza con el “Great Place to Work” de postal. El nuevo contrato emocional entre empleados y empresas se escribe con otras palabras: propósito, cuidado, tiempo, foco. Y también con otras métricas. Que estar ahí va a ayudar a pensar mejor, a decidir con más claridad, a trabajar sin tanto estrés. Que no se va a premiar con un globo aerostático en el after, pero sí con un entorno donde lo que se hace tiene sentido y la energía se usa bien.
Y eso implica diseñar formas de trabajo más humanas, herramientas tecnológicas más conscientes y beneficios que realmente impacten en el día a día. Como Pausa, que ayuda a repensar el tiempo; como Social Lunch, que convierte el almuerzo en un acto de bienestar; y como Wellhhub que conecta la salud mental y física.
Las barritas fueron un placebo. Lo que viene ahora es otra cosa: una búsqueda genuina por hacer del trabajo algo menos hostil, más vivible, más digno. Una oficina donde uno quiera volver no por el café, sino porque ahí se puede estar mejor.
Hubo un tiempo en que volver a la oficina significaba café gratis, barritas de cereal, fruta orgánica, metegoles y una heladera con kombuchas. Ese tiempo pasó. Hoy, la pregunta ya no es si hay snacks, sino si tiene sentido volver. Y si se vuelve, para qué.
El regreso a la presencialidad puso en jaque un modelo laboral que había sido sacudido, estirado y virtualizado durante la pandemia. En 2020 y 2021, muchos descubrieron que trabajar desde casa era posible. En 2022, que no todo era tan idílico. Y en 2023 y 2024, que el péndulo empezó a volver al centro: ni todos en la oficina ni todos en su casa. ¿Qué pasa en 2025? Volvimos. Pero no igual.
Coldplay y el management emocional: cómo convertir un recital en un colapso ético
Hoy, el retorno no se negocia con barritas, sino con bienestar real. Los empleados ya no se conforman con beneficios estéticos. Ahora buscan una vida laboral más vivible, menos ansiosa y con más sentido. El gran cambio no es que la gente haya vuelto al edificio: es que volvió con otras preguntas.
Las empresas lo saben. Según un informe reciente de McKinsey, el 70% de las organizaciones que impulsaron el regreso a la presencialidad también rediseñaron sus políticas de beneficios, con foco en la salud mental, la alimentación personalizada y la gestión inteligente del tiempo. En la Argentina, la tendencia se replica. Pero, como siempre, con un poco más de ingenio que de presupuesto.
Según un estudio reciente de Mercer, el 81% de las empresas en América Latina ya adoptaron modelos híbridos, y un 72% afirma que la flexibilidad es clave para atraer y retener talento.
Pero la flexibilidad sola no alcanza. Lo que hoy buscan los trabajadores no son premios consuelo por ir a la oficina: buscan bienestar real, salud mental, autonomía, sentido. Es decir, lo que antes se maquillaba con “perks”, hoy se reclama como política.
Ya no alcanza con un gimnasio o una clase de yoga. Lo que se valora hoy es el tiempo: tenerlo, aprovecharlo, organizarlo. Y que el trabajo no se trague todo lo demás. Por eso, están surgiendo soluciones que acompañan ese cambio de mentalidad. Tres ejemplos potentes lo demuestran: Pausa, Social Lunch y Wellhub.
Pausar para avanzar
Pausa es casi una filosofía laboral. Su fundador, Santiago Cordone, dice que “Pausa invita a vivir mejor, estando más presentes y conscientes”. Suena zen, pero es gestión pura. La plataforma combina tecnología reflexiva y consultoría para que cada líder vea en qué gasta su tiempo. Y, más importante, si ese tiempo tiene sentido para su rol. No se trata de medir la productividad en términos tayloristas, sino de entender dónde se es verdaderamente valioso.
Con más de 200.000 horas de gestión analizadas, Pausa encontró patrones preocupantes: líderes que dedican hasta el 30% de su tiempo a tareas que no deberían estar haciendo. Uno de los casos más extremos: un directivo que usaba el 81% de su tiempo en tareas secundarias. Literalmente, el barco iba sin timón mientras él ordenaba los cubiertos.
Otro ejemplo: un líder que, según su contrato, debía dedicar buena parte de su tiempo a objetivos estratégicos ligados a un bono por desempeño. ¿El resultado? “Hoy no dedico ni el 5% de mi tiempo a eso”, confesó. En su lugar, resolvía temas de sus reportes, de los reportes de sus reportes… y así hasta el infinito burocrático. Con Pausa, logró delegar, ordenar prioridades y, por primera vez en años, tomarse vacaciones. Porque, claro, nadie quiere volver a una oficina si en ella se vive como un hámster gerencial.
La comida también importa
El otro gran cambio en esta vuelta a la oficina es la alimentación. En tiempos donde todo se personaliza, la comida no podía quedarse atrás. Ahí entra Social Lunch, una plataforma que permite a cada empleado customizar su almuerzo y recibirlo directamente en el trabajo.
El desafío del bienestar en las empresas: entre la moda y la transformación real
El modelo es simple pero poderoso: la empresa se suscribe, los empleados eligen según sus preferencias nutricionales, teniendo hasta 45 opciones por día para seleccionar y la comida llega lista para disfrutar. ¿El diferencial? La experiencia. Comer bien, sano y sin tener que resolver nada, se convierte en un momento de pausa real en medio del día.
“Detrás de Social Lunch hay una lectura acertada de lo que significa bienestar en el trabajo: no es un bonus, es un sistema. No es una recompensa, es una condición. Y no se da después del horario laboral, sino durante” nos comenta Federico Casco, CEO de la empresa.
Ecosistema de bienestar
Wellhub es una red que conecta gimnasios, estudios y aplicaciones líderes en bienestar —como Calm, Meditopia, Fitia, Clue, entre muchas otras— para ofrecer una experiencia integral. Tienen tres millones de usuarios en el mundo.
En la Argentina, trabajan con más de 500 empresas que apuestan por mejorar la salud y el compromiso de sus equipos. Ofrecen acceso a más de 1800 gimnasios, promoviendo una vida activa sin importar la ubicación.
“Nuestros estudios internos muestran que los usuarios activos de Wellhub reducen hasta un 40% el ausentismo laboral y mejoran significativamente su salud física y mental en pocos meses. Porque no queremos ser solo un beneficio más. Aspiramos a ser el motor de una transformación cultural en las organizaciones, donde el bienestar deje de ser un extra y se convierta en un valor central” afirma su CEO, Diego Puente.
Nuevos acuerdos
Lo que está en juego con el regreso de la presencialidad no es solo si trabajamos en casa o en la oficina. Es mucho más profundo: es una redefinición del contrato psicológico entre empresas y empleados.
Ese contrato tácito, que antes decía “vos venís, trabajás, te damos un sueldo y unas galletitas”, hoy se reescribe con otros términos: “vos venís, trabajás, pero queremos que estés bien, que tengas foco, que no revientes, que encuentres sentido”. Ya no alcanza con el “Great Place to Work” de postal. El nuevo contrato emocional entre empleados y empresas se escribe con otras palabras: propósito, cuidado, tiempo, foco. Y también con otras métricas. Que estar ahí va a ayudar a pensar mejor, a decidir con más claridad, a trabajar sin tanto estrés. Que no se va a premiar con un globo aerostático en el after, pero sí con un entorno donde lo que se hace tiene sentido y la energía se usa bien.
Y eso implica diseñar formas de trabajo más humanas, herramientas tecnológicas más conscientes y beneficios que realmente impacten en el día a día. Como Pausa, que ayuda a repensar el tiempo; como Social Lunch, que convierte el almuerzo en un acto de bienestar; y como Wellhhub que conecta la salud mental y física.
Las barritas fueron un placebo. Lo que viene ahora es otra cosa: una búsqueda genuina por hacer del trabajo algo menos hostil, más vivible, más digno. Una oficina donde uno quiera volver no por el café, sino porque ahí se puede estar mejor.
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