Una nueva e intimidante ecuación está presente a la hora de planificar la campaña agrícola actual. De todas formas, quiero destacar cómo el equipo económico sacó a nuestro país de una casi segura hiperinflación que se venía luego del último gobierno kirchnerista.
Era tal el desquicio de la administración Fernández que parecía irreversible el peor de los desenlaces. Hoy las variables están empezando a transitar un lento camino virtuoso. Mucho esfuerzo y capacidad de quienes conducen la economía en estas circunstancias están mostrando que es posible cambiar la historia de tantos fracasos.
La era de las irresponsables “tasas de interés negativas”, acompañadas por saltos cambiarios que licuaban deuda, ya son un recuerdo vertiginoso, que dilapidó recursos del Estado. También los artificios de los “dólar soja”, que buscaban acelerar, ya sea por la amenaza de mayores impuestos, o bien por un periodo muy breve “premiar” a quien se desprendiese de soja o maíz con un mayor precio temporal de su mercadería, parecen haber finalizado. Estos fueron inventos producto de las ansias de autoridades de turno para que el productor venda aceleradamente y que “liquide la cosecha” en busca de los ansiados “dólares del campo”.
Luego de un (quiero creer) último intento de “baja temporal de retenciones”, con objetivos similares a los de Sergio Massa, parecen haber concluido este tipo de intentos que a nada conducen, salvo a enturbiar mercados.
De todas maneras, las ansiedades y apetito gubernamental no cambian. Las autoridades anunciaron una “baja permanente” (siempre a tiro reversión vía DNU) de los DEX a valores que aparentemente quedarán fijos por tiempo indeterminado, y “cuando se pueda” (laberíntica, atemporal y enigmática afirmación), se volverán a rever nuevamente hacia abajo.
Nada sería de mayor impacto positivo que existiese un fuerte cambio de expectativas con un horizonte de baja DEX hasta su eliminación. Los mercados a futuro se encargarán solos de capitalizar esas mejoras y llevarlas al precio del productor.
Hoy lamentablemente eso no existe. Por delante un productor ve un callejón sin salida para los resultados agrícolas futuros, donde la mayoría de los costos están en niveles internacionales, cuando no superiores, y los ingresos debido a los DEX (Retenciones), muy por debajo de lo que cobran los agricultores de otros países competidores del nuestro.
Solo queda la esperanza que, previo a algún evento, las autoridades actuales se sientan que no pueden asistir con las manos vacías, y ahí de manera regia desde un balcón anuncien que la soga se va a aflojar otro poco. Tal como ha sucedido hace pocas semanas en Palermo.
La responsabilidad de mantener el equilibrio fiscal parece ser una carga que indefectiblemente tiene que caer con mayor peso sobre la soja. Quizás sea por costumbre, por facilidad de cobro en el puerto, porque los chacareros resignados ya dan como aceptada la gabela, o por la creencia que existe una suerte de yacimiento inagotable de soja, pero fundamentalmente porque otros sectores de la economía (algunos también exportadores caso energía o minería), tienen la capacidad de anudar explicaciones que demuestran ser “distintos”.
Estos sectores, o están exentos de DEX, o bien tienen alícuota mucho menor, o con fórmulas de cálculo (algunas descabelladas) menos gravosas que las de los productos agrícolas. Evidentemente también para los libertarios, en la aplicación de los DEX a productos exportables, algunos sectores son más iguales que otros. En general en los despachos oficiales tradicionalmente la agricultura lleva las de perder, salvo algún cultivo particular como el maní, que llega a través de una puerta de entrada distinta, y desde ya mucho más exitosa.
Lo mismo sucede con la industria aceitera, que (casi) siempre se sale con la suya en despachos oficiales con menor alícuota de DEX para el aceite y subproductos con relación al poroto de soja. El sacrosanto cuento del “valor agregado”, que ayuda a transferir recursos del interior agrícola a un puñado de empresas aceiteras.
Los mejores del campo: llega otra edición del premio a la Excelencia Agropecuaria LA NACION-Galicia
Hoy en la era libertaria, esa prebenda también sigue vigente. En el potrero, frente a esta situación, es fundamental cambiar muchas cosas, para poder sortear la campaña entrante. Si se empieza a construir una mochila de deuda con proyecciones exponenciales producto de tasa de interés de dos dígitos en dólares, y con resultados proyectados casi neutros o de quebrantos, con el riesgo habitual climático, podemos estar ingresando en un periodo peligroso para las empresas agrícolas.
Un par de años de resultados magros o negativos alimentados por tasas de interés altas tiene más a la corta que a la larga un correlato ya conocido. La música cambió. Pero muchos acordes y ritmos son conocidos. Ritmos que se pueden acelerar si es que las decisiones de los productores no leen a tiempo donde estamos bailando. Y lo más difícil, intentar interpretar a un director de orquesta de espaldas y con movimientos inesperados y bruscos.
El autor es productor agropecuario; fue jefe de Gabinete de Agricultura durante el gobierno de Mauricio Macri
Una nueva e intimidante ecuación está presente a la hora de planificar la campaña agrícola actual. De todas formas, quiero destacar cómo el equipo económico sacó a nuestro país de una casi segura hiperinflación que se venía luego del último gobierno kirchnerista.
Era tal el desquicio de la administración Fernández que parecía irreversible el peor de los desenlaces. Hoy las variables están empezando a transitar un lento camino virtuoso. Mucho esfuerzo y capacidad de quienes conducen la economía en estas circunstancias están mostrando que es posible cambiar la historia de tantos fracasos.
La era de las irresponsables “tasas de interés negativas”, acompañadas por saltos cambiarios que licuaban deuda, ya son un recuerdo vertiginoso, que dilapidó recursos del Estado. También los artificios de los “dólar soja”, que buscaban acelerar, ya sea por la amenaza de mayores impuestos, o bien por un periodo muy breve “premiar” a quien se desprendiese de soja o maíz con un mayor precio temporal de su mercadería, parecen haber finalizado. Estos fueron inventos producto de las ansias de autoridades de turno para que el productor venda aceleradamente y que “liquide la cosecha” en busca de los ansiados “dólares del campo”.
Luego de un (quiero creer) último intento de “baja temporal de retenciones”, con objetivos similares a los de Sergio Massa, parecen haber concluido este tipo de intentos que a nada conducen, salvo a enturbiar mercados.
De todas maneras, las ansiedades y apetito gubernamental no cambian. Las autoridades anunciaron una “baja permanente” (siempre a tiro reversión vía DNU) de los DEX a valores que aparentemente quedarán fijos por tiempo indeterminado, y “cuando se pueda” (laberíntica, atemporal y enigmática afirmación), se volverán a rever nuevamente hacia abajo.
Nada sería de mayor impacto positivo que existiese un fuerte cambio de expectativas con un horizonte de baja DEX hasta su eliminación. Los mercados a futuro se encargarán solos de capitalizar esas mejoras y llevarlas al precio del productor.
Hoy lamentablemente eso no existe. Por delante un productor ve un callejón sin salida para los resultados agrícolas futuros, donde la mayoría de los costos están en niveles internacionales, cuando no superiores, y los ingresos debido a los DEX (Retenciones), muy por debajo de lo que cobran los agricultores de otros países competidores del nuestro.
Solo queda la esperanza que, previo a algún evento, las autoridades actuales se sientan que no pueden asistir con las manos vacías, y ahí de manera regia desde un balcón anuncien que la soga se va a aflojar otro poco. Tal como ha sucedido hace pocas semanas en Palermo.
La responsabilidad de mantener el equilibrio fiscal parece ser una carga que indefectiblemente tiene que caer con mayor peso sobre la soja. Quizás sea por costumbre, por facilidad de cobro en el puerto, porque los chacareros resignados ya dan como aceptada la gabela, o por la creencia que existe una suerte de yacimiento inagotable de soja, pero fundamentalmente porque otros sectores de la economía (algunos también exportadores caso energía o minería), tienen la capacidad de anudar explicaciones que demuestran ser “distintos”.
Estos sectores, o están exentos de DEX, o bien tienen alícuota mucho menor, o con fórmulas de cálculo (algunas descabelladas) menos gravosas que las de los productos agrícolas. Evidentemente también para los libertarios, en la aplicación de los DEX a productos exportables, algunos sectores son más iguales que otros. En general en los despachos oficiales tradicionalmente la agricultura lleva las de perder, salvo algún cultivo particular como el maní, que llega a través de una puerta de entrada distinta, y desde ya mucho más exitosa.
Lo mismo sucede con la industria aceitera, que (casi) siempre se sale con la suya en despachos oficiales con menor alícuota de DEX para el aceite y subproductos con relación al poroto de soja. El sacrosanto cuento del “valor agregado”, que ayuda a transferir recursos del interior agrícola a un puñado de empresas aceiteras.
Los mejores del campo: llega otra edición del premio a la Excelencia Agropecuaria LA NACION-Galicia
Hoy en la era libertaria, esa prebenda también sigue vigente. En el potrero, frente a esta situación, es fundamental cambiar muchas cosas, para poder sortear la campaña entrante. Si se empieza a construir una mochila de deuda con proyecciones exponenciales producto de tasa de interés de dos dígitos en dólares, y con resultados proyectados casi neutros o de quebrantos, con el riesgo habitual climático, podemos estar ingresando en un periodo peligroso para las empresas agrícolas.
Un par de años de resultados magros o negativos alimentados por tasas de interés altas tiene más a la corta que a la larga un correlato ya conocido. La música cambió. Pero muchos acordes y ritmos son conocidos. Ritmos que se pueden acelerar si es que las decisiones de los productores no leen a tiempo donde estamos bailando. Y lo más difícil, intentar interpretar a un director de orquesta de espaldas y con movimientos inesperados y bruscos.
El autor es productor agropecuario; fue jefe de Gabinete de Agricultura durante el gobierno de Mauricio Macri
Por delante un productor ve un callejón sin salida para los resultados futuros donde la mayoría de los costos están en niveles internacionales, cuando no superiores, y los ingresos debido a las retenciones muy por debajo de lo que cobran los agricultores de otros países Read More