Pocas empresas en Estados Unidos despiertan tan poca simpatía como las aseguradoras de salud. Como guardianas del sistema de salud más caro del mundo, su tacaña respuesta a los reclamos es una fuente constante de frustración para los pacientes. Para los inversores, en cambio, durante mucho tiempo fueron apuestas seguras: negocios aburridos con retornos estables. Eso ya no es así.
UnitedHealth Group, la aseguradora más grande del país, sorprendió a los inversores en abril con resultados decepcionantes. En pocas semanas, reemplazó a su director ejecutivo y eliminó su pronóstico de ganancias para el año. Los últimos resultados, publicados el 29 de julio, trajeron aún más malas noticias. Desde noviembre, su valor de mercado se desplomó de US$575.000 millones a US$240.000 millones.
Mark Zuckerberg seduce a una estrella de Silicon Valley y apuesta a la IA
La infección se extendió. Esta temporada de balances vino acompañada de un goteo de malas noticias. Hace dos semanas, Elevance Health –la segunda mayor aseguradora– también recortó sus proyecciones de beneficios para 2025. Centene, otro gran competidor, pasó de una ganancia de US$1100 millones en el mismo trimestre del año anterior a una pérdida de US$253 millones. Molina Healthcare redujo sus estimaciones de ganancias dos veces en pocas semanas, atribuyéndolo a una “temporada de gran incertidumbre”. Desde mediados de abril, estas tres firmas perdieron más del 40% de su valor de mercado. Solo Cigna y CVS Health lograron evitar el derrumbe. En ambos casos, sus operaciones de seguros forman parte de conglomerados más grandes, lo que amortiguó el golpe.
Esta caída refleja síntomas más profundos. Los costos médicos están en alza, la regulación se intensifica y los fondos públicos se están reduciendo. Los inversores empiezan a tomar conciencia de cuán dependientes son estas empresas del dinero estatal y qué tan vulnerables son a los cambios en las políticas públicas.
Motor de crecimiento
Durante muchos años, los programas públicos fueron el motor de crecimiento. A pesar de que Estados Unidos no tiene cobertura sanitaria universal, el gobierno paga gran parte de los tratamientos. Medicare, el sistema federal para mayores de 65 años, cubre a más de 68 millones de personas. La mayoría elige ahora Medicare Advantage, una versión privada del programa en la que las aseguradoras reciben pagos para brindar el mismo servicio, pero con beneficios adicionales.
Medicaid, gestionado por los estados, atiende a personas de bajos ingresos y cubre a 71 millones (incluidos 12 millones que también tienen Medicare). La mayoría de los estados delegan la gestión del programa en aseguradoras privadas. La ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA), aprobada en 2010, fortaleció al sector al ofrecer subsidios para quienes no tienen cobertura laboral y compran seguros en los mercados regulados por el gobierno. En total, los programas de salud públicos cubren a unos 170 millones de estadounidenses, es decir, cerca de la mitad de la población.
Larry Levitt, del centro de estudios KFF, señala que ante el escaso crecimiento de los seguros laborales, Medicare Advantage se volvió el gran motor para las aseguradoras privadas. Y ha sido muy rentable. Los ingresos de UnitedHealth por Medicare y Medicaid pasaron de US$70.000 millones en 2014 a US$220.000 millones en 2024. Estos programas representaban casi el 60% de sus ingresos por seguros; hoy representan casi el 75%. El gobierno paga bien: según MedPAC, un organismo asesor del Congreso, Medicare Advantage le cuesta al Estado un 20% más por paciente que el Medicare tradicional.
Ese modelo está ahora bajo presión. Los costos médicos suben al ritmo más acelerado en más de una década. La consultora PwC proyecta un aumento del 8,5% tanto en 2025 como en 2026, impulsado por tratamientos oncológicos costosos, mayor demanda de atención en salud mental y el boom de los medicamentos para bajar de peso. Los pacientes con planes públicos tienden a ser especialmente caros. Mark Newsom, de Avalere Health, señala que los beneficiarios de Medicare y Medicaid son “una población más enferma” en comparación con quienes tienen seguros comerciales: usan más servicios hospitalarios, tienen más recetas médicas y necesitan más atención.
Los pagos del gobierno no están siguiendo el mismo ritmo. S&P Global, una firma de datos financieros, estima que el ratio de pérdidas médicas —la proporción de primas destinadas a cuidados médicos— alcanzará el 88% este año para las grandes aseguradoras, frente al 83% en 2020. La mayoría de las compañías apunta al 80%. El incremento, impulsado por pacientes públicos, está erosionando los márgenes.
Y podría venir más dolor. La llamada ley “One Big Beautiful Bill (OBBB)”, impulsada por el presidente Donald Trump y aprobada a comienzos de este año, incluye profundos recortes al gasto federal en salud. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), un organismo no partidario, la financiación de Medicaid se reducirá en US$910.000 millones en la próxima década, lo que equivale a un recorte del 14%. La OBBB también impone requisitos más estrictos para acceder a cobertura, incluyendo controles más rigurosos y frecuentes sobre la elegibilidad. Mientras tanto, los generosos subsidios para los planes de la ACA vencerán a fin de año. Actualmente, estos créditos fiscales reducen el costo de las primas para millones de personas.
El resultado, según la CBO, será que para 2034 habrá 16 millones más de estadounidenses sin seguro de los que habría si se mantuvieran las políticas actuales. Y quienes abandonen el sistema serán, probablemente, los más sanos, dejando a las aseguradoras con un grupo de clientes más reducido, más enfermo y más costoso.
En la mira
Los organismos reguladores también están al acecho. El 1° de mayo, el Departamento de Justicia (DOJ) presentó una demanda contra Aetna, Elevance y Humana, alegando que conspiraron para derivar pacientes a Medicare Advantage. El DOJ sostiene que las compañías pagaron “cientos de millones de dólares” en sobornos a intermediarios para que dirigieran a los pacientes hacia sus planes, aunque no fueran lo mejor para ellos. Las empresas niegan haber actuado mal.
UnitedHealth, por su parte, reveló hace unos días que enfrenta investigaciones civiles y penales por sus prácticas de facturación. Según The Wall Street Journal, la firma habría inflado diagnósticos para hacer que los pacientes parecieran más enfermos y así recibir mayores pagos del Estado. UnitedHealth afirma tener “plena confianza” en sus prácticas.
Es probable que las aseguradoras trasladen estos costos al público. Centene, el mayor proveedor de planes Medicaid, espera que los estados aumenten sus pagos. En los mercados de la ACA, la mayoría de las aseguradoras está solicitando aumentos de primas de entre 10% y 20% para 2026, según KFF. Tal vez los pacientes no sientan compasión por la crisis de la industria, pero pronto podrían estar pagando para que esta desaparezca.
Pocas empresas en Estados Unidos despiertan tan poca simpatía como las aseguradoras de salud. Como guardianas del sistema de salud más caro del mundo, su tacaña respuesta a los reclamos es una fuente constante de frustración para los pacientes. Para los inversores, en cambio, durante mucho tiempo fueron apuestas seguras: negocios aburridos con retornos estables. Eso ya no es así.
UnitedHealth Group, la aseguradora más grande del país, sorprendió a los inversores en abril con resultados decepcionantes. En pocas semanas, reemplazó a su director ejecutivo y eliminó su pronóstico de ganancias para el año. Los últimos resultados, publicados el 29 de julio, trajeron aún más malas noticias. Desde noviembre, su valor de mercado se desplomó de US$575.000 millones a US$240.000 millones.
Mark Zuckerberg seduce a una estrella de Silicon Valley y apuesta a la IA
La infección se extendió. Esta temporada de balances vino acompañada de un goteo de malas noticias. Hace dos semanas, Elevance Health –la segunda mayor aseguradora– también recortó sus proyecciones de beneficios para 2025. Centene, otro gran competidor, pasó de una ganancia de US$1100 millones en el mismo trimestre del año anterior a una pérdida de US$253 millones. Molina Healthcare redujo sus estimaciones de ganancias dos veces en pocas semanas, atribuyéndolo a una “temporada de gran incertidumbre”. Desde mediados de abril, estas tres firmas perdieron más del 40% de su valor de mercado. Solo Cigna y CVS Health lograron evitar el derrumbe. En ambos casos, sus operaciones de seguros forman parte de conglomerados más grandes, lo que amortiguó el golpe.
Esta caída refleja síntomas más profundos. Los costos médicos están en alza, la regulación se intensifica y los fondos públicos se están reduciendo. Los inversores empiezan a tomar conciencia de cuán dependientes son estas empresas del dinero estatal y qué tan vulnerables son a los cambios en las políticas públicas.
Motor de crecimiento
Durante muchos años, los programas públicos fueron el motor de crecimiento. A pesar de que Estados Unidos no tiene cobertura sanitaria universal, el gobierno paga gran parte de los tratamientos. Medicare, el sistema federal para mayores de 65 años, cubre a más de 68 millones de personas. La mayoría elige ahora Medicare Advantage, una versión privada del programa en la que las aseguradoras reciben pagos para brindar el mismo servicio, pero con beneficios adicionales.
Medicaid, gestionado por los estados, atiende a personas de bajos ingresos y cubre a 71 millones (incluidos 12 millones que también tienen Medicare). La mayoría de los estados delegan la gestión del programa en aseguradoras privadas. La ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA), aprobada en 2010, fortaleció al sector al ofrecer subsidios para quienes no tienen cobertura laboral y compran seguros en los mercados regulados por el gobierno. En total, los programas de salud públicos cubren a unos 170 millones de estadounidenses, es decir, cerca de la mitad de la población.
Larry Levitt, del centro de estudios KFF, señala que ante el escaso crecimiento de los seguros laborales, Medicare Advantage se volvió el gran motor para las aseguradoras privadas. Y ha sido muy rentable. Los ingresos de UnitedHealth por Medicare y Medicaid pasaron de US$70.000 millones en 2014 a US$220.000 millones en 2024. Estos programas representaban casi el 60% de sus ingresos por seguros; hoy representan casi el 75%. El gobierno paga bien: según MedPAC, un organismo asesor del Congreso, Medicare Advantage le cuesta al Estado un 20% más por paciente que el Medicare tradicional.
Ese modelo está ahora bajo presión. Los costos médicos suben al ritmo más acelerado en más de una década. La consultora PwC proyecta un aumento del 8,5% tanto en 2025 como en 2026, impulsado por tratamientos oncológicos costosos, mayor demanda de atención en salud mental y el boom de los medicamentos para bajar de peso. Los pacientes con planes públicos tienden a ser especialmente caros. Mark Newsom, de Avalere Health, señala que los beneficiarios de Medicare y Medicaid son “una población más enferma” en comparación con quienes tienen seguros comerciales: usan más servicios hospitalarios, tienen más recetas médicas y necesitan más atención.
Los pagos del gobierno no están siguiendo el mismo ritmo. S&P Global, una firma de datos financieros, estima que el ratio de pérdidas médicas —la proporción de primas destinadas a cuidados médicos— alcanzará el 88% este año para las grandes aseguradoras, frente al 83% en 2020. La mayoría de las compañías apunta al 80%. El incremento, impulsado por pacientes públicos, está erosionando los márgenes.
Y podría venir más dolor. La llamada ley “One Big Beautiful Bill (OBBB)”, impulsada por el presidente Donald Trump y aprobada a comienzos de este año, incluye profundos recortes al gasto federal en salud. Según la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO), un organismo no partidario, la financiación de Medicaid se reducirá en US$910.000 millones en la próxima década, lo que equivale a un recorte del 14%. La OBBB también impone requisitos más estrictos para acceder a cobertura, incluyendo controles más rigurosos y frecuentes sobre la elegibilidad. Mientras tanto, los generosos subsidios para los planes de la ACA vencerán a fin de año. Actualmente, estos créditos fiscales reducen el costo de las primas para millones de personas.
El resultado, según la CBO, será que para 2034 habrá 16 millones más de estadounidenses sin seguro de los que habría si se mantuvieran las políticas actuales. Y quienes abandonen el sistema serán, probablemente, los más sanos, dejando a las aseguradoras con un grupo de clientes más reducido, más enfermo y más costoso.
En la mira
Los organismos reguladores también están al acecho. El 1° de mayo, el Departamento de Justicia (DOJ) presentó una demanda contra Aetna, Elevance y Humana, alegando que conspiraron para derivar pacientes a Medicare Advantage. El DOJ sostiene que las compañías pagaron “cientos de millones de dólares” en sobornos a intermediarios para que dirigieran a los pacientes hacia sus planes, aunque no fueran lo mejor para ellos. Las empresas niegan haber actuado mal.
UnitedHealth, por su parte, reveló hace unos días que enfrenta investigaciones civiles y penales por sus prácticas de facturación. Según The Wall Street Journal, la firma habría inflado diagnósticos para hacer que los pacientes parecieran más enfermos y así recibir mayores pagos del Estado. UnitedHealth afirma tener “plena confianza” en sus prácticas.
Es probable que las aseguradoras trasladen estos costos al público. Centene, el mayor proveedor de planes Medicaid, espera que los estados aumenten sus pagos. En los mercados de la ACA, la mayoría de las aseguradoras está solicitando aumentos de primas de entre 10% y 20% para 2026, según KFF. Tal vez los pacientes no sientan compasión por la crisis de la industria, pero pronto podrían estar pagando para que esta desaparezca.
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