SAN NICOLÁS.- Faltan pocos minutos para el mediodía y los comercios del centro están próximos a cerrar sus puertas, pero Norma recién empieza a preparar su puesto en la feria artesanal de la Basílica de San Nicolás. Acomoda los mates con imágenes de la virgen, recuerdos para turistas y rosarios para los feligreses que se acercan a rezar. A sus 66 años, continúa trabajando. No lo hace por gusto: repite -con una mezcla de humor y resignación- que a su edad debería estar descansando en su casa o vacacionando en algún crucero, pero su jubilación “mugre” no se lo permite.
Como “San Nicolás es una ciudad cara”, limita sus gastos en el municipio a lo impositivo y alimenticio y solo compra ropa en Buenos Aires, donde consigue precios más accesibles. Pero, además de estos hábitos de consumo, su haber mínimo también condiciona su mirada política. Es, por ejemplo, uno de los motivos por los que cuestiona sin filtro al presidente Javier Milei y defiende al intendente Santiago Passaglia, de quien recibe una bonificación del 50% sobre la factura de la luz por ser beneficiaria de la Anses. Por eso, a un mes de las elecciones bonaerenses, ya tiene definido su voto: acompañará la lista que encabeza Manuel, hermano del actual jefe comunal.
Segunda sección
Con qué fuerza política juega cada intendente
FPLLAOtros
El 7 de septiembre, los hermanos Passaglia buscarán capitalizar su experiencia de gestión para ganar alguna de las 11 bancas que deberá renovar la segunda sección electoral, integrada por San Nicolás y otros 14 municipios. Su éxito depende de personas que, como Norma, pongan el foco en la gestión -los “Hechos”, como bautizaron a su partido-. El desafío es mostrar su diferencial en una región atravesada por discusiones que refuerzan la polarización entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza: el desfinanciamiento de la obra pública, la inseguridad y la baja rentabilidad del sector agroexportador.
“La polarización es el negocio del kirchnerismo y los libertarios”, dice a LA NACION, Manuel Passaglia. En la lista seccional, estará secundado por Paula Bustos, cercana a Javier Martínez, intendente de Pergamino y dirigente disidente de Pro. “Nosotros empezamos de atrás y estamos peleando contra esa polarización, pero creo que tiene más fuerza el que hace las cosas bien”, agrega. Confía en la aprobación de los vecinos del municipio.
Al igual que Norma, Daniel, jubilado de 67 años que pasó toda vida en San Nicolás, también lo apoya. “Está bravo el país, pero en el municipio se vive bien”, asegura mientras espera que alguien se acerque a comprar algunos de sus crucifijos. “Tenemos una ciudad que está bien mantenida, debe ser la mejor de la provincia de Buenos Aires, aunque el hospital está medio jodido”, continúa en referencia al Interzonal San Felipe.
Otras comerciantes de la zona que prefirieron reservar su identidad también cuestionaron el estado del centro de salud y la demora para conseguir turnos médicos. En la intendencia buscan tomar distancia y aclaran que la institución depende del gobierno provincial. Aunque de manera menos directa, también parecieran trazar esa distinción en otras competencias del gobierno de Axel Kicillof y la administración nacional como el mantenimiento de las rutas.
Las preocupaciones principales de los habitantes de la segunda sección electoral están mucho más vinculadas con las cuestiones locales concretas que con los debates nacionales y la polarización ideológica. Las fuentes de trabajo, las obras, la cosecha, la inseguridad, parecen ser las razones del voto, mucho más que los lemas como “kirchnerismo o libertad” o “Milei o Patria”.
Obras demoradas
A un mes de las elecciones, en los corredores viales que conectan el norte de la provincia de Buenos Aires con Rosario, el apellido Passaglia aparece de manera recurrente. En los márgenes de las rutas nacionales 8 y 9, los alambrados lucen pasacalles con su nombre y aerosoles negros grabaron los puentes con su sello partidario. “Hechos” empieza a convertirse, junto a los camiones de carga y los extensos campos agropecuarios, en parte del paisaje de la segunda sección.
No sucede lo mismo en los caminos que discurren entre ambas arterias. Es el caso de la ruta nacional 188, que conecta las localidades de San Nicolás y Pergamino y donde los camiones dejaron ahuellamientos en la calzada que siguen sin solución. Aunque su mantenimiento depende de la administración nacional, allí la propaganda del espacio que reivindica la gestión no existe. Como si se quisiera evitar la más mínima asociación.
En la ruta provincial 191, se da un escenario similar. En el tramo que conecta la localidad de Pergamino con San Pedro, las grietas, parches y baches prominentes son la norma y los afiches políticos de la tercera vía brillan por su ausencia. La única cartelería disponible avisa que la ruta está en construcción, aunque durante varios kilómetros, no hay obreros en actividad ni reparaciones en marcha.
Recién en la entrada de Santa Lucía, una localidad de poco más de 3.000 habitantes del partido de San Pedro, se avistan las primeras maquinarias arreglando la calzada. “Esta ruta conecta San Pedro con todas las zonas más productivas de la provincia de Buenos Aires como Arrecifes, Pergamino, Colón o Chacabuco”, explica el intendente Cecilio Salazar, mientras supervisa los trabajos a la vera del camino.
Según cuenta, el arreglo de la ruta 191 y los accesos a los pueblos que atraviesa debió pausarse en 2023 por falta de financiamiento. Recién dos años más tarde y en vísperas de las elecciones se están reactivando los trabajos, en medio de un pase de facturas entre Kicillof y el presidente Javier Milei por la parálisis de la obra pública. El escalafón político en el que pongan la responsabilidad los votantes podría impactar en las urnas.
El fantasma de la inseguridad
Además de las rutas nacionales y provinciales, los municipios están atravesados por cientos de caminos rurales. Recorrerlos con la compañía de perros siempre fue habitual en San Pedro. Karina, dueña de un vivero en la localidad, lo sabe bien. Conoce también que algunos de esos paseos se han transformado en los últimos años en una nueva modalidad delictiva. Los “cazadores” -como llama a quienes merodean la zona con animales en la búsqueda de una oportunidad para asaltar una quinta y llevarse parte de la cosecha o cabezas de ganado- hoy tienen poco control.
En la noche -relata- se alcanza a oír el zumbido de los drones que el municipio utiliza para monitorear la zona. La medida, para ella, es insuficiente. Denuncia que falta coordinación entre el municipio y la gobernación para reforzar el trabajo de la patrulla rural -cuya labor reivindica- y la policía municipal, que se enfoca en la zona urbana. Allí, aunque no está exenta de problemas, la seguridad es mayor.
En las afueras de San Nicolás, la inseguridad también está creciendo. Aunque no logran reconstruir casos concretos, Gisela y Daniel advierten que la violencia y el consumo de drogas se está expandiendo, en especial entre los menores. Algo similar sucede en los límites de Pergamino y los alrededores del cementerio municipal. “Hay mucho asentamiento. Ahí tenés familias laburantes, pero también mucha delincuencia”, describe Juan Antonio, recepcionista de un hotel céntrico.
Con él trabaja, Dominika, una mujer polaca que hace años se mudó a la localidad que conduce Martínez por amor y enfrenta a diario la misma pregunta de los trabajadores rurales, deportistas y esporádicos turistas que se hospedan en el edificio: ¿Es segura la ciudad? “En la noche se puede caminar tranquilo”, responde. El hotel está a una cuadra de la peatonal de la ciudad donde, pasadas las 22, reina la calma.
Un campo expectante
Horas antes, Jorge, ingeniero agrónomo y pequeño productor agropecuario, caminaba por aquella calle despreocupado. Reflexionaba sobre la situación del campo en la segunda sección, donde los cultivos de soja, trigo y maíz tienen bastante preponderancia. Entre saludos de algunos vecinos que lo reconocen por su pasado político -en 2023, le disputó la intendencia a Martínez en la interna de la alianza Juntos por el Cambio-, explica que desde hace casi dos décadas que el campo viene postergado. Celebra, sin embargo, la reciente baja de las retenciones agrícolas.
El 26 de julio, el Presidente retrotrajo la carga impositiva a los niveles de fines de junio: la soja volvió a tributar 26% y el maíz y trigo 9,5%. “No es un alivio definitivo, pero es bienvenido el gesto político y la oportunidad que tenemos los productores de volver a ponernos en agenda de gobierno”, plantea Jorge.
Lisandro Gordó, vicepresidente de la Sociedad Rural de San Pedro, opina igual. “Es una señal positiva, pero todavía falta un largo recorrido. Para nosotros que vendemos granos en los puertos de Rosario Sur, la baja representa más o menos el flete de 140 kilómetros”, indica. Analiza la situación del agro desde la comodidad de su oficina en un campo de Arrecifes.
Afuera, los brotes de trigo, que apenas superan los cinco centímetros de altura, se mecen con el viento y resisten las fuertes ráfagas. Soportan también una cotización internacional baja y la política cambiaria del Gobierno nacional que mantiene el dólar fluctuando entre bandas. Atraso cambiario, lo llamarían algunos productores.
De todos modos, Gordó señala que el sector agropecuario “todavía le está teniendo un poquito de paciencia a la gestión” de Milei. A un mes de los comicios, esa tolerancia no pareciera estar próxima a agotarse y, en un campo que se mantiene expectante por mayores deducciones, La Libertad Avanza aún conserva apoyo.
La industria y un desarrollo dispar
La política cambiaria también afecta otras fuentes de empleo como la fruticultura, actividad tradicional de San Pedro que viene retrocediendo desde los años ‘90. Desde la ruta, ya no se ven los montes de durazno y naranja en los campos. El intendente Salazar lo pone en cifras: de las 20.000 hectáreas de cítrico y duraznero que llegó a tener el partido hace 30 años, hoy solo quedan poco más de 6.000.
El retroceso de la actividad presiona el empleo en un municipio con fuerte perfil agrícola. La actividad ganadera, aunque rentable, todavía es bastante incipiente y la industria no tiene -según señala el jefe comunal- las condiciones necesarias para proliferar. No, al menos, hasta que se instale un transformador que amplíe la capacidad eléctrica en el municipio.
“Es una obra de alrededor de 40.000 millones de pesos, pero sin ella San Pedro no tiene destino. Acá las únicas industrias que tenemos son Arcor y Papel Prensa, pero no tenemos un parque industrial”, advierte Salazar. La debilidad del sistema eléctrico del partido -explica- desincentiva la instalación de empresas, que se terminan radicando en otras zonas como Toyota en Zárate.
Marcos Alcorta, dueño de los restaurantes Butti y Casa Victoria en San Pedro, recuerda haber tenido que hacer una fuerte inversión en energía eléctrica para funcionar. También recuerda que sus locales llegaron a atender hasta 200 comidas diarias, pero ahora, mientras habla, solo hay cuatro mesas ocupadas en el salón.
“Yo siento que San Pedro está en pausa”, dice con cierta cautela. No se refiere al poco movimiento que se alcanza a ver por la ventana -son las 14 y la mayoría de los comercios de la zona ya cerraron sus persianas- sino al poco desarrollo turístico e industrial. Y, aunque no hace una crítica al poder político local, sabe que en otros lugares, el escenario es distinto.
“Si vas a San Nicolás no lo podés creer. En los ‘90, eran todas fábricas cerradas y gente sin trabajo. Hoy está más ordenada que San Pedro”, comenta. Al día siguiente, la empresa Sidersa anunciaría la construcción de una nueva planta en el territorio de los Passaglia. Y mientras Alcorta evita hacer asociaciones políticas, rumbo a los comicios de septiembre, los fundadores de Hechos no dejan de destacar su rol en la expansión del sector. “San Nicolás es la única ciudad de la Provincia con RIGI”, dice orgulloso Manuel Passaglia en referencia al programa libertario del que forma parte la nueva iniciativa de la empresa metalúrgica.
Es un ejemplo del diferencial que buscará capitalizar para los comicios de septiembre. Si bastará para romper la polarización en las urnas es, por lo pronto, una incógnita, en especial mientras empresas y comercios de toda la sección electoral sigan reduciendo su personal para bajar costos.
SAN NICOLÁS.- Faltan pocos minutos para el mediodía y los comercios del centro están próximos a cerrar sus puertas, pero Norma recién empieza a preparar su puesto en la feria artesanal de la Basílica de San Nicolás. Acomoda los mates con imágenes de la virgen, recuerdos para turistas y rosarios para los feligreses que se acercan a rezar. A sus 66 años, continúa trabajando. No lo hace por gusto: repite -con una mezcla de humor y resignación- que a su edad debería estar descansando en su casa o vacacionando en algún crucero, pero su jubilación “mugre” no se lo permite.
Como “San Nicolás es una ciudad cara”, limita sus gastos en el municipio a lo impositivo y alimenticio y solo compra ropa en Buenos Aires, donde consigue precios más accesibles. Pero, además de estos hábitos de consumo, su haber mínimo también condiciona su mirada política. Es, por ejemplo, uno de los motivos por los que cuestiona sin filtro al presidente Javier Milei y defiende al intendente Santiago Passaglia, de quien recibe una bonificación del 50% sobre la factura de la luz por ser beneficiaria de la Anses. Por eso, a un mes de las elecciones bonaerenses, ya tiene definido su voto: acompañará la lista que encabeza Manuel, hermano del actual jefe comunal.
Segunda sección
Con qué fuerza política juega cada intendente
FPLLAOtros
El 7 de septiembre, los hermanos Passaglia buscarán capitalizar su experiencia de gestión para ganar alguna de las 11 bancas que deberá renovar la segunda sección electoral, integrada por San Nicolás y otros 14 municipios. Su éxito depende de personas que, como Norma, pongan el foco en la gestión -los “Hechos”, como bautizaron a su partido-. El desafío es mostrar su diferencial en una región atravesada por discusiones que refuerzan la polarización entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza: el desfinanciamiento de la obra pública, la inseguridad y la baja rentabilidad del sector agroexportador.
“La polarización es el negocio del kirchnerismo y los libertarios”, dice a LA NACION, Manuel Passaglia. En la lista seccional, estará secundado por Paula Bustos, cercana a Javier Martínez, intendente de Pergamino y dirigente disidente de Pro. “Nosotros empezamos de atrás y estamos peleando contra esa polarización, pero creo que tiene más fuerza el que hace las cosas bien”, agrega. Confía en la aprobación de los vecinos del municipio.
Al igual que Norma, Daniel, jubilado de 67 años que pasó toda vida en San Nicolás, también lo apoya. “Está bravo el país, pero en el municipio se vive bien”, asegura mientras espera que alguien se acerque a comprar algunos de sus crucifijos. “Tenemos una ciudad que está bien mantenida, debe ser la mejor de la provincia de Buenos Aires, aunque el hospital está medio jodido”, continúa en referencia al Interzonal San Felipe.
Otras comerciantes de la zona que prefirieron reservar su identidad también cuestionaron el estado del centro de salud y la demora para conseguir turnos médicos. En la intendencia buscan tomar distancia y aclaran que la institución depende del gobierno provincial. Aunque de manera menos directa, también parecieran trazar esa distinción en otras competencias del gobierno de Axel Kicillof y la administración nacional como el mantenimiento de las rutas.
Las preocupaciones principales de los habitantes de la segunda sección electoral están mucho más vinculadas con las cuestiones locales concretas que con los debates nacionales y la polarización ideológica. Las fuentes de trabajo, las obras, la cosecha, la inseguridad, parecen ser las razones del voto, mucho más que los lemas como “kirchnerismo o libertad” o “Milei o Patria”.
Obras demoradas
A un mes de las elecciones, en los corredores viales que conectan el norte de la provincia de Buenos Aires con Rosario, el apellido Passaglia aparece de manera recurrente. En los márgenes de las rutas nacionales 8 y 9, los alambrados lucen pasacalles con su nombre y aerosoles negros grabaron los puentes con su sello partidario. “Hechos” empieza a convertirse, junto a los camiones de carga y los extensos campos agropecuarios, en parte del paisaje de la segunda sección.
No sucede lo mismo en los caminos que discurren entre ambas arterias. Es el caso de la ruta nacional 188, que conecta las localidades de San Nicolás y Pergamino y donde los camiones dejaron ahuellamientos en la calzada que siguen sin solución. Aunque su mantenimiento depende de la administración nacional, allí la propaganda del espacio que reivindica la gestión no existe. Como si se quisiera evitar la más mínima asociación.
En la ruta provincial 191, se da un escenario similar. En el tramo que conecta la localidad de Pergamino con San Pedro, las grietas, parches y baches prominentes son la norma y los afiches políticos de la tercera vía brillan por su ausencia. La única cartelería disponible avisa que la ruta está en construcción, aunque durante varios kilómetros, no hay obreros en actividad ni reparaciones en marcha.
Recién en la entrada de Santa Lucía, una localidad de poco más de 3.000 habitantes del partido de San Pedro, se avistan las primeras maquinarias arreglando la calzada. “Esta ruta conecta San Pedro con todas las zonas más productivas de la provincia de Buenos Aires como Arrecifes, Pergamino, Colón o Chacabuco”, explica el intendente Cecilio Salazar, mientras supervisa los trabajos a la vera del camino.
Según cuenta, el arreglo de la ruta 191 y los accesos a los pueblos que atraviesa debió pausarse en 2023 por falta de financiamiento. Recién dos años más tarde y en vísperas de las elecciones se están reactivando los trabajos, en medio de un pase de facturas entre Kicillof y el presidente Javier Milei por la parálisis de la obra pública. El escalafón político en el que pongan la responsabilidad los votantes podría impactar en las urnas.
El fantasma de la inseguridad
Además de las rutas nacionales y provinciales, los municipios están atravesados por cientos de caminos rurales. Recorrerlos con la compañía de perros siempre fue habitual en San Pedro. Karina, dueña de un vivero en la localidad, lo sabe bien. Conoce también que algunos de esos paseos se han transformado en los últimos años en una nueva modalidad delictiva. Los “cazadores” -como llama a quienes merodean la zona con animales en la búsqueda de una oportunidad para asaltar una quinta y llevarse parte de la cosecha o cabezas de ganado- hoy tienen poco control.
En la noche -relata- se alcanza a oír el zumbido de los drones que el municipio utiliza para monitorear la zona. La medida, para ella, es insuficiente. Denuncia que falta coordinación entre el municipio y la gobernación para reforzar el trabajo de la patrulla rural -cuya labor reivindica- y la policía municipal, que se enfoca en la zona urbana. Allí, aunque no está exenta de problemas, la seguridad es mayor.
En las afueras de San Nicolás, la inseguridad también está creciendo. Aunque no logran reconstruir casos concretos, Gisela y Daniel advierten que la violencia y el consumo de drogas se está expandiendo, en especial entre los menores. Algo similar sucede en los límites de Pergamino y los alrededores del cementerio municipal. “Hay mucho asentamiento. Ahí tenés familias laburantes, pero también mucha delincuencia”, describe Juan Antonio, recepcionista de un hotel céntrico.
Con él trabaja, Dominika, una mujer polaca que hace años se mudó a la localidad que conduce Martínez por amor y enfrenta a diario la misma pregunta de los trabajadores rurales, deportistas y esporádicos turistas que se hospedan en el edificio: ¿Es segura la ciudad? “En la noche se puede caminar tranquilo”, responde. El hotel está a una cuadra de la peatonal de la ciudad donde, pasadas las 22, reina la calma.
Un campo expectante
Horas antes, Jorge, ingeniero agrónomo y pequeño productor agropecuario, caminaba por aquella calle despreocupado. Reflexionaba sobre la situación del campo en la segunda sección, donde los cultivos de soja, trigo y maíz tienen bastante preponderancia. Entre saludos de algunos vecinos que lo reconocen por su pasado político -en 2023, le disputó la intendencia a Martínez en la interna de la alianza Juntos por el Cambio-, explica que desde hace casi dos décadas que el campo viene postergado. Celebra, sin embargo, la reciente baja de las retenciones agrícolas.
El 26 de julio, el Presidente retrotrajo la carga impositiva a los niveles de fines de junio: la soja volvió a tributar 26% y el maíz y trigo 9,5%. “No es un alivio definitivo, pero es bienvenido el gesto político y la oportunidad que tenemos los productores de volver a ponernos en agenda de gobierno”, plantea Jorge.
Lisandro Gordó, vicepresidente de la Sociedad Rural de San Pedro, opina igual. “Es una señal positiva, pero todavía falta un largo recorrido. Para nosotros que vendemos granos en los puertos de Rosario Sur, la baja representa más o menos el flete de 140 kilómetros”, indica. Analiza la situación del agro desde la comodidad de su oficina en un campo de Arrecifes.
Afuera, los brotes de trigo, que apenas superan los cinco centímetros de altura, se mecen con el viento y resisten las fuertes ráfagas. Soportan también una cotización internacional baja y la política cambiaria del Gobierno nacional que mantiene el dólar fluctuando entre bandas. Atraso cambiario, lo llamarían algunos productores.
De todos modos, Gordó señala que el sector agropecuario “todavía le está teniendo un poquito de paciencia a la gestión” de Milei. A un mes de los comicios, esa tolerancia no pareciera estar próxima a agotarse y, en un campo que se mantiene expectante por mayores deducciones, La Libertad Avanza aún conserva apoyo.
La industria y un desarrollo dispar
La política cambiaria también afecta otras fuentes de empleo como la fruticultura, actividad tradicional de San Pedro que viene retrocediendo desde los años ‘90. Desde la ruta, ya no se ven los montes de durazno y naranja en los campos. El intendente Salazar lo pone en cifras: de las 20.000 hectáreas de cítrico y duraznero que llegó a tener el partido hace 30 años, hoy solo quedan poco más de 6.000.
El retroceso de la actividad presiona el empleo en un municipio con fuerte perfil agrícola. La actividad ganadera, aunque rentable, todavía es bastante incipiente y la industria no tiene -según señala el jefe comunal- las condiciones necesarias para proliferar. No, al menos, hasta que se instale un transformador que amplíe la capacidad eléctrica en el municipio.
“Es una obra de alrededor de 40.000 millones de pesos, pero sin ella San Pedro no tiene destino. Acá las únicas industrias que tenemos son Arcor y Papel Prensa, pero no tenemos un parque industrial”, advierte Salazar. La debilidad del sistema eléctrico del partido -explica- desincentiva la instalación de empresas, que se terminan radicando en otras zonas como Toyota en Zárate.
Marcos Alcorta, dueño de los restaurantes Butti y Casa Victoria en San Pedro, recuerda haber tenido que hacer una fuerte inversión en energía eléctrica para funcionar. También recuerda que sus locales llegaron a atender hasta 200 comidas diarias, pero ahora, mientras habla, solo hay cuatro mesas ocupadas en el salón.
“Yo siento que San Pedro está en pausa”, dice con cierta cautela. No se refiere al poco movimiento que se alcanza a ver por la ventana -son las 14 y la mayoría de los comercios de la zona ya cerraron sus persianas- sino al poco desarrollo turístico e industrial. Y, aunque no hace una crítica al poder político local, sabe que en otros lugares, el escenario es distinto.
“Si vas a San Nicolás no lo podés creer. En los ‘90, eran todas fábricas cerradas y gente sin trabajo. Hoy está más ordenada que San Pedro”, comenta. Al día siguiente, la empresa Sidersa anunciaría la construcción de una nueva planta en el territorio de los Passaglia. Y mientras Alcorta evita hacer asociaciones políticas, rumbo a los comicios de septiembre, los fundadores de Hechos no dejan de destacar su rol en la expansión del sector. “San Nicolás es la única ciudad de la Provincia con RIGI”, dice orgulloso Manuel Passaglia en referencia al programa libertario del que forma parte la nueva iniciativa de la empresa metalúrgica.
Es un ejemplo del diferencial que buscará capitalizar para los comicios de septiembre. Si bastará para romper la polarización en las urnas es, por lo pronto, una incógnita, en especial mientras empresas y comercios de toda la sección electoral sigan reduciendo su personal para bajar costos.
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