La ballena: un drama profundo, que interpela con la palabra y con el cuerpo

La ballena. Autor: Samuel D. Hunter. Intérpretes: Julio Chávez, Laura Oliva, Emilia Mazer, Carolina Kopelioff, Máximo Meyer. Vestuario: Gustavo Alderete. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Eli Sirlin. Música: Diego Vainer. Dirección: Ricky Pashkus. Sala: Paseo La Plaza, Corrientes 1660. Funciones: jueves y viernes a las 20; sábados, 19.30; domingos a las 19. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Inspirada en la obra teatral del norteamericano Samuel Hunter escrita en 2012, La ballena tuvo una adaptación cinematográfica dirigida por Darren Aronofsky que aún puede verse en la plataforma Netflix, con un elenco de excelencia, protagonizada por Brendan Fraser.

La obra acaba de estrenarse en el Paseo La Plaza con Julio Chávez como protagonista y, si bien a veces no son buenas las comparaciones, debemos decir que lo expuesto sobre el escenario posee un nivel de calidad muy similar al de la película, no solo por su buen nivel de desarrollo dramático sino además por sus cualidades interpretativas, que logran exponer a cada uno de los personajes en su verdadera dimensión.

La ballena es un texto dramático complejo, sobre todo para su protagonista. Un ser casi deforme que ha decidido engordar hasta un límite inusitado. Una persona que eligió provocar una manera de suicidio comiendo, porque arrastra una historia familiar sumamente compleja.

Charlie es un padre de familia que se enamora de un alumno mayor de edad con quien comienza a establecer una relación amorosa muy fuerte. Deja a su mujer, a su hijita de ocho años, para relacionarse con ese joven a quien ama. Pero él fallece. Su familia no acepta su homosexualidad y ese trauma lo enferma.

Charlie sigue un camino similar. La falta de ese amor, ciertas frustraciones y, en particular, el alejamiento de sus relaciones primigenias, lo relegan a transformarse en una persona con obesidad mórbido. Destacado profesor de literatura, solo puede dar clases online sin mostrar su verdadera imagen. Pero Charlie es muy fuerte en sus convicciones personales. Es un protagonista, capaz de trastocar la ideología de un joven religioso que intenta convertirlo.

Casi en simultáneo, su hija de 16 años le muestra que es rebelde e inconstante. Una amiga que lo cuida trata de salvarlo de la muerte, pero ante quien no ceja, es frente a su propia ex esposa, a quien enfrenta con una inteligencia notable.

Pero Charlie, la ballena, posee un texto donde su hija analizó, siendo muy pequeña, la novela de Herman Melville Moby Dick, y ese material literario en el que ella relaciona la historia de su autor con su mundo personal, lo conmueve, lo afirma como persona y se apoya en él cuando su salud está a punto de desvanecerse.

Delicadeza y repulsión

El director Ricky Pashkus da forma a una experiencia atractivamente conmovedora. Cada uno de los personajes se mueve en un registro tan conmovedor, que el espectador no puede menos que seguir el espectáculo con una atención que combina delicadeza y repulsión, a la vez que otras secuencias resultan tan adorables como imprevistas.

Julio Chávez, en el rol de Charlie, una vez más demuestra ser un intérprete extremadamente sensible, intenso. Sus discursos, por instantes se convierten en verdaderos mensajes que obligan al público a reflexionar sobre cuestiones diversas: la homosexualidad, el amor, las relaciones personales, la religión, la soledad, el tormento de habitar un cuerpo con el que no se sabe si, en verdad, se siente cómodo.

Los trabajos de Laura Oliva (la amiga, enfermera), Emilia Mazer (la exesposa), Carolina Kopelioff (la hija) y Máximo Meyer (el joven religioso) exponen un compromiso tan fuerte que, cada uno, a su manera, logra conmover la atención de quien observa, y esto es muy importante. Tienen la capacidad de interpelar al espectador con sus textos, sus cuerpos, sus maneras de enfrentar ese drama que para Charlie parece una circunstancia más en su vida. Pero que cada uno trata de modificar, sabiendo que no podrá hacerlo. El destino del protagonista está marcado, él lo decidió, y no habrá manera de llevarlo a otra realidad.

Pareciera que La ballena demuestra que hay ciertas experiencias personales que aportan sabiduría a quienes atraviesan situaciones difíciles. Para muchos puede parecer incomprensible, para otros se trata nada más que de una circunstancia en la vida.

La ballena. Autor: Samuel D. Hunter. Intérpretes: Julio Chávez, Laura Oliva, Emilia Mazer, Carolina Kopelioff, Máximo Meyer. Vestuario: Gustavo Alderete. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Eli Sirlin. Música: Diego Vainer. Dirección: Ricky Pashkus. Sala: Paseo La Plaza, Corrientes 1660. Funciones: jueves y viernes a las 20; sábados, 19.30; domingos a las 19. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

Inspirada en la obra teatral del norteamericano Samuel Hunter escrita en 2012, La ballena tuvo una adaptación cinematográfica dirigida por Darren Aronofsky que aún puede verse en la plataforma Netflix, con un elenco de excelencia, protagonizada por Brendan Fraser.

La obra acaba de estrenarse en el Paseo La Plaza con Julio Chávez como protagonista y, si bien a veces no son buenas las comparaciones, debemos decir que lo expuesto sobre el escenario posee un nivel de calidad muy similar al de la película, no solo por su buen nivel de desarrollo dramático sino además por sus cualidades interpretativas, que logran exponer a cada uno de los personajes en su verdadera dimensión.

La ballena es un texto dramático complejo, sobre todo para su protagonista. Un ser casi deforme que ha decidido engordar hasta un límite inusitado. Una persona que eligió provocar una manera de suicidio comiendo, porque arrastra una historia familiar sumamente compleja.

Charlie es un padre de familia que se enamora de un alumno mayor de edad con quien comienza a establecer una relación amorosa muy fuerte. Deja a su mujer, a su hijita de ocho años, para relacionarse con ese joven a quien ama. Pero él fallece. Su familia no acepta su homosexualidad y ese trauma lo enferma.

Charlie sigue un camino similar. La falta de ese amor, ciertas frustraciones y, en particular, el alejamiento de sus relaciones primigenias, lo relegan a transformarse en una persona con obesidad mórbido. Destacado profesor de literatura, solo puede dar clases online sin mostrar su verdadera imagen. Pero Charlie es muy fuerte en sus convicciones personales. Es un protagonista, capaz de trastocar la ideología de un joven religioso que intenta convertirlo.

Casi en simultáneo, su hija de 16 años le muestra que es rebelde e inconstante. Una amiga que lo cuida trata de salvarlo de la muerte, pero ante quien no ceja, es frente a su propia ex esposa, a quien enfrenta con una inteligencia notable.

Pero Charlie, la ballena, posee un texto donde su hija analizó, siendo muy pequeña, la novela de Herman Melville Moby Dick, y ese material literario en el que ella relaciona la historia de su autor con su mundo personal, lo conmueve, lo afirma como persona y se apoya en él cuando su salud está a punto de desvanecerse.

Delicadeza y repulsión

El director Ricky Pashkus da forma a una experiencia atractivamente conmovedora. Cada uno de los personajes se mueve en un registro tan conmovedor, que el espectador no puede menos que seguir el espectáculo con una atención que combina delicadeza y repulsión, a la vez que otras secuencias resultan tan adorables como imprevistas.

Julio Chávez, en el rol de Charlie, una vez más demuestra ser un intérprete extremadamente sensible, intenso. Sus discursos, por instantes se convierten en verdaderos mensajes que obligan al público a reflexionar sobre cuestiones diversas: la homosexualidad, el amor, las relaciones personales, la religión, la soledad, el tormento de habitar un cuerpo con el que no se sabe si, en verdad, se siente cómodo.

Los trabajos de Laura Oliva (la amiga, enfermera), Emilia Mazer (la exesposa), Carolina Kopelioff (la hija) y Máximo Meyer (el joven religioso) exponen un compromiso tan fuerte que, cada uno, a su manera, logra conmover la atención de quien observa, y esto es muy importante. Tienen la capacidad de interpelar al espectador con sus textos, sus cuerpos, sus maneras de enfrentar ese drama que para Charlie parece una circunstancia más en su vida. Pero que cada uno trata de modificar, sabiendo que no podrá hacerlo. El destino del protagonista está marcado, él lo decidió, y no habrá manera de llevarlo a otra realidad.

Pareciera que La ballena demuestra que hay ciertas experiencias personales que aportan sabiduría a quienes atraviesan situaciones difíciles. Para muchos puede parecer incomprensible, para otros se trata nada más que de una circunstancia en la vida.

 Julio Chávez una vez más demuestra ser un intérprete extremadamente sensible e intenso, cuya actuación convoca al público a la reflexión  Read More