IMOLA, Italia.– Con la FP1 de este viernes en el Autódromo Dino y Enzo Ferrari, Franco Colapinto iniciará un examen con duración anunciada de cinco carreras que tiene muy altas probabilidades de acabar con altas notas para una continuidad. El argentino recibió la confirmación del equipo Alpine de que iba a correr desde el Gran Premio de Emilia-Romagna horas después de que Jack Doohan, a quien reemplaza, abandonara el GP de Miami. La de Doohan era una crónica de un reemplazo anunciado que el australiano no logró revertir debido a un insuficiente rendimiento.
Para Colapinto, fueron cinco meses de espera desde diciembre pasado, con un intenso trabajo en el simulador de Enstone y en dos oportunidades con coches del año 2023.
Al encontrarse con él en una mañana de primavera cálida a las orillas del río Santerno, este cronista vio a un Franco con diferencias claras de talante y de conducta respecto a aquel joven atribulado y distante, quizás demasiado custodiado por el equipo Williams, tras los episodios de Interlagos y Las Vegas. Fue él quien se detuvo junto al molinete de ingreso al paddock para saludar a uno de los dos periodistas que trabajan para LA NACION en este gran premio. Parecía el Colapinto de sus primeras tres carreras de 2024, el Franco comunicativo, de buen humor, que ganó puntos en Azerbaiyán y Austin.
Cuando ingresó en la estrecha calle del paddock donde se aprietan los camiones de los equipos, sintió los gritos de aliento de un grupo de argentinos adelantados y debidamente abanderados en las tribunas de Imola. No eran muchos, por tratarse del jueves, pero a él le habrán parecido un rugido y a la vez una caricia familiar, como las que vivió tanto en Monza como en San Pablo el año pasado.
Ataviado con el que ha pasado a ser su uniforme de relaciones públicas, un pantalón de tipo chino de color caqui, de una marca española, y una remera azul muy oscura del equipo Alpine, recibió a un grupo de periodistas argentinos en el hospitality de la escudería. De este diálogo lo más relevante fue esto:
–Alpine dice que te evaluará después de cinco carreras. ¿Habrías preferido que te confirmara hasta fin de año?
–Veremos lo que pasa. Ahora tengo ganas de conocer el auto, el equipo. Ir paso a paso. Así que mucho no hablamos de eso.
¿Para qué extenderse? La excelencia se consigue en deportes estando en el “aquí y ahora”. En el paddock se especulaba –no hay información para más– con que lo de las cinco carreras es un salvoconducto que se toma Briatore para ver cómo va su relación con los patrocinadores del argentino. Muy pocos dudan de que Franco dará de sobra la talla.
Y Colapinto dejó traslucir, o más bien se le escapó, que la continuidad está allí, encaminada de antemano, cuando le insistieron con lo de las “cinco carreras”: “Tranquilos, no es que van a bajarme. Ahí no se acaba la temporada. Pasarán muchas cosas. Hay que trabajar. Veremos qué sucede, ir paso a paso”.
Se nota en sus gestos, en su manera de expresarse, más formal y distendida en los videos del equipo (de los que ha hecho varios), que mucho ha cambiado en él. Y no es que su esencia, esa creatividad que le cuesta dominar al entregarse al humor, que exhibe invariablemente ante las cámaras de ESPN, haya cambiado. Juan Fossaroli, el periodista que lo aborda al costado de las pistas, sabe llevarlo a ese terreno del humor argentino, que no entienden –se lo pierden– los periodistas británicos “serios” del “establishment” de la Fórmula 1.
Conocer el auto, y el equipo. En eso sí se extendió. La forma de operar de cada escuadra. Las designaciones de los mandos del coche, de las regulaciones de la puesta a punto; la posición de los conmutadores, como el de ajuste del diferencial, el del reparto del freno, el de los modos de motor, el de la entrega de potencia eléctrica. Esos y otros son diferentes a los de un Williams. Parte de ese aprendizaje fue hecho ya por Colapinto en el simulador y en sus breves ensayos en un A523 en Monza, Italia, y en Zandvoort, Países Bajos.
–¿Cómo se compara emocionalmente el comienzo el año pasado con este reinicio?
–Estoy mucho más tranquilo. Llego con experiencia y me siento cómodo, como uno más en la Fórmula 1.
–Las expectativas del equipo y las de los aficionados aparecen como una presión. Entraste el año pasado reemplazando a un piloto y lo hacés este año reemplazando a otro…
–Ya estoy acostumbrado. Me ha tocado lo mismo dos veces, pero ahora puedo aportar la experiencia adquirida.
¿Qué se puede pedirle razonablemente a un piloto en la situación de Franco, sabiendo lo que puede dar, que dio en Williams? Quizás, que esté allí, al lado, de Pierre Gasly, que será su vara de medir, y que si el coche está como para entrar a la zona de los puntos, lo consiga. Y que Colapinto lo haga midiendo los riesgos. Asumiendo los mínimos necesarios en función de la situación que se presente. En este momento no tiene que mostrar ser el mejor, sino solamente que merece la continuidad. Y una vez ganada esta, sí, acelerar en su camino ascendente.
Una última, concreta pregunta:
–Específicamente, ¿qué objetivo te ha puesto el equipo?
–Obviamente, primero tengo que trabajar sobre mi manejo. También, mejorar el auto, porque estamos un poco por detrás.
Contestó esbozando una sonrisa, sentado al lado de este cronista y junto a una mesa en la sala de juntas del hospitality, un ámbito reservado para los directivos y técnicos del equipo cuando se debe tomar decisiones.
Afuera esperaban otros periodistas, de plataformas televisivas europeas. La escena se parecía a otras vividas el año pasado: atentos a las idas y venidas estaban sus managers, María Catarineu y Jamie Campbell-Walter, y un pequeño grupo de aficionados de bolsillos profundos que habían adquirido ingresos al paddock.
Llegaba la hora de presentarse a la conferencia de prensa de pilotos. Iba a continuar con un día muy atareado cuando comenzaba a sentir el calor húmedo de esta zona de Italia, cercana a Bolonia. Por la tarde, lo esperaban el recorrido a pie por un asfalto del que ya conoce cada centímetro y una reunión con los ingenieros para establecer qué, cómo y en qué orden iban a ser probadas las distintas configuraciones del coche.
Acompañado por el jefe de prensa de Alpine F1, Sam Mallinson, dejó la sala.
Comenzaba a olvidar las noches de insomnio y estómago endurecido por la incertidumbre durante los cinco meses de espera. “Fue duro por momentos”, admitió. Se alejó por la calle del paddock, quizás recordando una máxima que aprendió, aplicable a todos los deportistas: “No dejes de soñar. Sueña en grande. No hay tamaño para los sueños. No hay que tenerle miedo al error, no hay que tenerle miedo al fracaso. El mayor error es no intentarlo”.
IMOLA, Italia.– Con la FP1 de este viernes en el Autódromo Dino y Enzo Ferrari, Franco Colapinto iniciará un examen con duración anunciada de cinco carreras que tiene muy altas probabilidades de acabar con altas notas para una continuidad. El argentino recibió la confirmación del equipo Alpine de que iba a correr desde el Gran Premio de Emilia-Romagna horas después de que Jack Doohan, a quien reemplaza, abandonara el GP de Miami. La de Doohan era una crónica de un reemplazo anunciado que el australiano no logró revertir debido a un insuficiente rendimiento.
Para Colapinto, fueron cinco meses de espera desde diciembre pasado, con un intenso trabajo en el simulador de Enstone y en dos oportunidades con coches del año 2023.
Al encontrarse con él en una mañana de primavera cálida a las orillas del río Santerno, este cronista vio a un Franco con diferencias claras de talante y de conducta respecto a aquel joven atribulado y distante, quizás demasiado custodiado por el equipo Williams, tras los episodios de Interlagos y Las Vegas. Fue él quien se detuvo junto al molinete de ingreso al paddock para saludar a uno de los dos periodistas que trabajan para LA NACION en este gran premio. Parecía el Colapinto de sus primeras tres carreras de 2024, el Franco comunicativo, de buen humor, que ganó puntos en Azerbaiyán y Austin.
Cuando ingresó en la estrecha calle del paddock donde se aprietan los camiones de los equipos, sintió los gritos de aliento de un grupo de argentinos adelantados y debidamente abanderados en las tribunas de Imola. No eran muchos, por tratarse del jueves, pero a él le habrán parecido un rugido y a la vez una caricia familiar, como las que vivió tanto en Monza como en San Pablo el año pasado.
Ataviado con el que ha pasado a ser su uniforme de relaciones públicas, un pantalón de tipo chino de color caqui, de una marca española, y una remera azul muy oscura del equipo Alpine, recibió a un grupo de periodistas argentinos en el hospitality de la escudería. De este diálogo lo más relevante fue esto:
–Alpine dice que te evaluará después de cinco carreras. ¿Habrías preferido que te confirmara hasta fin de año?
–Veremos lo que pasa. Ahora tengo ganas de conocer el auto, el equipo. Ir paso a paso. Así que mucho no hablamos de eso.
¿Para qué extenderse? La excelencia se consigue en deportes estando en el “aquí y ahora”. En el paddock se especulaba –no hay información para más– con que lo de las cinco carreras es un salvoconducto que se toma Briatore para ver cómo va su relación con los patrocinadores del argentino. Muy pocos dudan de que Franco dará de sobra la talla.
Y Colapinto dejó traslucir, o más bien se le escapó, que la continuidad está allí, encaminada de antemano, cuando le insistieron con lo de las “cinco carreras”: “Tranquilos, no es que van a bajarme. Ahí no se acaba la temporada. Pasarán muchas cosas. Hay que trabajar. Veremos qué sucede, ir paso a paso”.
Se nota en sus gestos, en su manera de expresarse, más formal y distendida en los videos del equipo (de los que ha hecho varios), que mucho ha cambiado en él. Y no es que su esencia, esa creatividad que le cuesta dominar al entregarse al humor, que exhibe invariablemente ante las cámaras de ESPN, haya cambiado. Juan Fossaroli, el periodista que lo aborda al costado de las pistas, sabe llevarlo a ese terreno del humor argentino, que no entienden –se lo pierden– los periodistas británicos “serios” del “establishment” de la Fórmula 1.
Conocer el auto, y el equipo. En eso sí se extendió. La forma de operar de cada escuadra. Las designaciones de los mandos del coche, de las regulaciones de la puesta a punto; la posición de los conmutadores, como el de ajuste del diferencial, el del reparto del freno, el de los modos de motor, el de la entrega de potencia eléctrica. Esos y otros son diferentes a los de un Williams. Parte de ese aprendizaje fue hecho ya por Colapinto en el simulador y en sus breves ensayos en un A523 en Monza, Italia, y en Zandvoort, Países Bajos.
–¿Cómo se compara emocionalmente el comienzo el año pasado con este reinicio?
–Estoy mucho más tranquilo. Llego con experiencia y me siento cómodo, como uno más en la Fórmula 1.
–Las expectativas del equipo y las de los aficionados aparecen como una presión. Entraste el año pasado reemplazando a un piloto y lo hacés este año reemplazando a otro…
–Ya estoy acostumbrado. Me ha tocado lo mismo dos veces, pero ahora puedo aportar la experiencia adquirida.
¿Qué se puede pedirle razonablemente a un piloto en la situación de Franco, sabiendo lo que puede dar, que dio en Williams? Quizás, que esté allí, al lado, de Pierre Gasly, que será su vara de medir, y que si el coche está como para entrar a la zona de los puntos, lo consiga. Y que Colapinto lo haga midiendo los riesgos. Asumiendo los mínimos necesarios en función de la situación que se presente. En este momento no tiene que mostrar ser el mejor, sino solamente que merece la continuidad. Y una vez ganada esta, sí, acelerar en su camino ascendente.
Una última, concreta pregunta:
–Específicamente, ¿qué objetivo te ha puesto el equipo?
–Obviamente, primero tengo que trabajar sobre mi manejo. También, mejorar el auto, porque estamos un poco por detrás.
Contestó esbozando una sonrisa, sentado al lado de este cronista y junto a una mesa en la sala de juntas del hospitality, un ámbito reservado para los directivos y técnicos del equipo cuando se debe tomar decisiones.
Afuera esperaban otros periodistas, de plataformas televisivas europeas. La escena se parecía a otras vividas el año pasado: atentos a las idas y venidas estaban sus managers, María Catarineu y Jamie Campbell-Walter, y un pequeño grupo de aficionados de bolsillos profundos que habían adquirido ingresos al paddock.
Llegaba la hora de presentarse a la conferencia de prensa de pilotos. Iba a continuar con un día muy atareado cuando comenzaba a sentir el calor húmedo de esta zona de Italia, cercana a Bolonia. Por la tarde, lo esperaban el recorrido a pie por un asfalto del que ya conoce cada centímetro y una reunión con los ingenieros para establecer qué, cómo y en qué orden iban a ser probadas las distintas configuraciones del coche.
Acompañado por el jefe de prensa de Alpine F1, Sam Mallinson, dejó la sala.
Comenzaba a olvidar las noches de insomnio y estómago endurecido por la incertidumbre durante los cinco meses de espera. “Fue duro por momentos”, admitió. Se alejó por la calle del paddock, quizás recordando una máxima que aprendió, aplicable a todos los deportistas: “No dejes de soñar. Sueña en grande. No hay tamaño para los sueños. No hay que tenerle miedo al error, no hay que tenerle miedo al fracaso. El mayor error es no intentarlo”.
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