Jorge González creció en un bar. Sus padres, como buenos asturianos, se dedicaban a la gastronomía. A los ocho años ya atendía detrás de la barra subido a un banquito. Y nunca más se bajó. “Fue la escuela de mi vida”, dice con cierta nostalgia.
El “Bar Ideal”, la planta baja de su casa, estaba ubicado en Villa Urquiza, en la esquina de Monroe y Acha. El local hasta hace poco seguía en pie, pero ya fue demolido: de sus ruinas va a nacer un edificio.
En el Centro Asturiano conoció a otro Jorge González. Y se hicieron primero amigos, luego cuñados y finalmente socios. “Nos empezaron a conocer como ‘Los Jorgitos’, porque nos llamamos igual y nos casamos con hermanas”, cuenta.
Juntos, los dos Jorge González, o ‘los Jorgitos’, fundaron un lugar que marcó época y se convirtió en punto de encuentro de celebridades y políticos: Pizza Cero, hoy en la esquina de Avenida del Libertador y Tagle.
Ezequiel González, su hijo mayor, quien heredó su pasión por la gastronomía, se suma a la charla. Primero, ante todo, explica cómo resolvieron la incómoda casualidad de que su padre y su tío (hoy sus jefes) se llamen igual: “A mi papá lo llamamos Jorge y a mi tío, Jorgito, porque es flaquito, chiquitito. Eran mejores amigos del club, en el Centro Asturiano, donde todos son dueños de bares”.
-Jorge, ¿cómo fue el camino desde el Bar Ideal, donde creciste, hasta Pizza Cero?
-Cuando yo tenía 18 años, mi familia vendió el Bar Ideal. Entonces puse una confitería en Libertador y Lafinur que se llamaba Doney. Era joven y en esa época no había shoppings, no había nada, así que todos paraban ahí. Estaba de novio con la que es mi mujer, llevamos 44 años, y teníamos una juguetería en Federico Lacroze, entre Libertador y Migueletes. A la vuelta estaba Pizza Palace, una pizzería que se había puesto de moda donde trabajaba un pizzero santiagueño, un pibito, que venía a veces. Un día le dije: “¿Por qué no te venís a Doney y hablamos? Tengo ganas de poner una pizzería?”. Lo estudiamos, le hice una propuesta al pibito y me lo robé. Así empezamos. Hoy, el pibito sigue trabajando con nosotros, aunque ya no es tan pibito.
-¿Enseguida se sumó tu cuñado, Jorgito?
-Sí, él era ingeniero mecánico, no tenía nada que ver con la gastronomía, pero siempre nos llevamos bien. Empezamos en Ugarteche y Cerviño, en una esquina donde no pasaba nadie…
-¿Por qué eligieron el nombre “Pizza Cero”?
-En el local había un restorán que se llamaba Piso Cero. Me dijeron que era porque había nacido en otro lugar, en la calle Agüero, donde el salón tenía un desnivel hacia abajo. Una noche me paré en la esquina, leí el cartel y pensé: “Piso Cero, Piso Cero… ¿y si le pongo Pizza Cero?”. Así quedó. En 1984 compramos el fondo de comercio y empezamos a vender pizza a la piedra.
-Buenos Aires es famosa por la pizza al molde, ¿por qué a la piedra?
-Primero, porque es rica. Además, en esa época, la gente había empezado a cuidarse más y ya no quería comer semejante masacote. Entonces ofrecimos pizza más finita.
-Además de la pizza, ¿qué creés que diferenció a esta nueva pizzería?
-Yo tenía unos 25 años y había estado en Europa, donde visité un restaurante lleno de plantas, y me dije: “¿Y si ponemos una pizzería con plantas y flores?”. Me volví loco, me compré una camioneta Trafic e iba de recorrida por los viveros. “Ahí viene el loco”, decían. Yo llenaba la camioneta con helechos y plantas de exposición que valían fortunas. Pizza Cero explotó, cambiamos todo lo conocido. Abríamos por las noches, adentro teníamos boxes forrados con telas de Churba. Hasta ese momento, una pizzería era sinónimo de tener al mozo vestido de blanco, con camisa y botones de chapa. Yo puse camisas y baldes de plata para servir el champagne.
Pizza con champagne
Pizza Cero de “los Jorgitos” se convirtió en el lugar adonde ir para ver y dejarse ver. En su horno, de vanguardia, nacieron recetas que pronto se pusieron de moda, como la pizza con rúcula y parmesano. “Fuimos de los primeros en hacer ese tipo de pizzas, que no existían”, comenta Jorge. Mientras tanto, la sociedad de los cuñados preparaba nuevas aperturas: primero inauguraron Paper Moon, que después se transformó en Morena, en la Costanera Norte, sobre el río, y también Rock Garden.
“El lugar se llenó de famosos y de políticos. Venía Scioli, que corría con la lancha, también Mirtha Legrand, que vivía a la vuelta y venía todos los días… Ella fue nuestra madrina, mencionándonos en sus programas”, comenta Ezequiel.
Jorge: -Mirtha estaba en ATC y el programa se veía mucho. Ella venía, festejaba sus cumpleaños acá y jugaba al bingo con los clientes con unos cartones que repartíamos en las mesas. Empezamos solo con pizzas y empanadas, pero la gente venía cuatro veces por semana, porque se convirtió en un lugar de encuentro.
Ezequiel: -En esa época no había tantos restaurantes, no había casi nada en Palermo, no existía Puerto Madero y en Recoleta estaban los mejores lugares, estaban Harper’s… Pero esto era pizza y empanadas, pero pizza con champagne y en balde de plata. Él era “Jorge González de Pizza Cero”, eran “Los Jorgitos”, había mucha movida.
Jorge: -Después abrimos un Pizza Cero en el Tren de la Costa. En 1995 Santiago Soldati invitó a los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, a comer allá. Ese día fue mi cuñado, yo no pude ir porque tenía que cerrar un acuerdo con una cerveza… El pizza con champagne nació acá, porque Menem venía mucho.
-Fuiste muy cercano a Carlitos Menem Junior.
Ezequiel: -Mi viejo era el mejor amigo de Carlitos Menem, estaban todos los días juntos, eran culo y calzón.
Jorge: -Carlitos era como un hermano. Él andaba con minas y yo le prestaba mi barco aunque jamás subí con él. Yo era más grande y estaba siempre ocupado. Vino a Miami conmigo cuando abrimos local de Pizza Cero allá. Estuvimos un mes juntos, dormíamos en la misma cama de dos plazas. Y su última cena fue en el local de Ugarteche. De allá nos vinimos para acá, este local todavía era el Open Plaza, y subimos al VIP. Nos fuimos de acá tipo dos de la mañana. Carlitos me alcanzó de vuelta hasta la pizzería, me bajé de su auto, nos despedimos y al otro día se mató.
-¿Cómo te enteraste de su muerte?
Jorge: -Estaba en otro de los locales, en Alvear y Schiaffino, negociando un contrato con Marlboro. Me llaman por teléfono y me dicen: “Se mató Carlitos”. Yo no entendía nada. Al rato me empezaron a llamar todos. Yo podría haber estado en ese helicóptero.
-¿Cómo es eso?
Jorge: -Es que a veces Caritos nos llevaba en ese helicóptero a Ezeiza. Yo tenía que ir a Miami y él me iba a llevar, con Oltra. Pero mi hija Lucía tenía algo en el colegio, reunión de padres creo, así que no fui y me salvé.
Ezequiel: -Fue la única vez que fue a una reunión de padres… Increíble.
Jorge: -No era mi momento. Menem decía “nadie muere en la víspera”. Ayer justo vinieron a comer Zulema, D’ Onofrio, Zulemita y su hijo Luca. Ese pibe es un divino, yo lo veo entrar y se me pone la piel de gallina porque es igual a Carlitos.
Libertador y Tagle
El sueño de un imperio comenzó a hacerse realidad: solo en la Argentina, “los Jorgitos” llegaron a tener tres locales propios y 18 franquiciados. Pero Pizza Cero también traspasó fronteras: “Tuvimos locales en Miami, 20 años en Punta del Este, dos locales Madrid…”, detalla Jorge.
En el 2000, finalmente, llegaron a la esquina de Avenida del Libertador y Tagle: “Mudamos la casa central. Y es que murió el dueño del local de Ugarteche y los hijos prefirieron vender la propiedad. Empezamos a buscar y llegamos hasta esta esquina, adonde funcionaba el Open Plaza”, detalla Ezequiel.
-También fueron pioneros con el camión de Pizza Cero. En esa época todavía no usábamos la expresión “food truck”.
Jorge: -Fue una idea mía. En el 97, el camión de Pizza Cero era como un plato volador, no había nada igual. Antes de venir conmigo al restorán, mi cuñado Jorge, que es ingeniero mecánico, trabajaba en Astilleros Alianza donde se hacían buques de 300 metros de eslora. Se trajo a tres o cuatro tipos de ahí e hicimos el camión. Los usamos para eventos, casamientos y recitales. Lo llevábamos a todos los eventos que se hacían en River (en el Mundial 78 tuve a cargo la cantina, pero esa es otra historia), los Álzaga Unzué nos invitaban a los casamientos…
-¿En qué momento sentiste que Pizza Cero había llegado a la cima?
Jorge: -Nunca, ni en los 90. Y no te das una idea de la fama que teníamos nosotros. Todos venían: Maradona, Luis Miguel, Tom Jones, el que vos quieras… Vinieron los de Queen, Brian May, todas las modelos de Pancho Dotto, las de Piñeiro…
Ezequiel: -En esa época no había celulares, se sentían seguros acá adentro. Pero había muchos paparazzi recorriendo las calles y la puerta del local era una parada fija para ellos.
-Debe existir, también, una puerta de atrás…
Jorge: -Sí, hay. A Messi lo sacamos por allá, por donde está el concesionario. Messi entró y nadie hizo nada, pero a los 15 minutos se corrió la voz y se llenó la esquina.
-Con tantos clientes famosos, uno esperaría ver pizzas con sus nombres en carta…
Ezequiel: -No es la onda, eso es más para un lugar “farandulero”.
Jorge: -Esto es otra cosa. El día de las elecciones, coincidieron muchas caras conocidas. En una mesa estaba la hija de Carlitos Bianchi, su papá cuando dirigía solía venir después de los partidos, era como una cábala para él. Por ahí también estaba Toto Caputo con su mujer e hijos, más allá comía la jueza María Servini de Cubría, de golpe entró el ministro Luis Petri… También estaban Mauricio Macri con una pareja mayor, estaba María Eugenia Vidal…
-Seguramente escuchaste la polémica de las empanadas, a partir de los dichos de Ricardo Darín. ¿Cuánto cuesta la docena en Pizza Cero?
Jorge: -Es cara: una empanada sale cinco mil pesos. La otra vez me contaron de uno al que invitaron a ver un partido de Boca en casa de Macri. No lo invitó Mauricio, sino uno de sus amigos. “¿Qué llevo?”, dijo. “Pasate por ‘Pizza Cero’ y traete cuatro docenas de empanadas”, le dijeron. Cuatro docenas, ¡lo partieron al medio! (ríe).
La leyenda
“Con mi mujer llevamos 44 años juntos. ¿Cuál es el secreto? Ella sabe cómo es la vida del gastronómico. Vos pensarás que es mucha noche y personalidades, pero si yo me voy del local a las 3 de la mañana le saco una foto al reloj para que no me diga nada y sepa que estaba acá. Mirá, ahí tenés el reloj (señala), más de una vez le saqué la foto para mamá”, explica Jorge González. Y continúa: “En todo lo que logré, siempre estuvo mi mujer. Sin ella, yo no sería nada. Me bancó este trabajo… Yo era un padre presente, pero a la noche laburaba. Si querés triunfar es así”.
Ezequiel: -Nuestra familia funciona como un equipo.
-Hiciste de todo, conociste a casi todos… ¿Hay algún famoso que te hubiese gustado tener en Pizza Cero y no lo lograste?
Jorge: -Sí, a Paul McCartney, que es mi ídolo. Nos viven dando entradas para recitales, pero yo nunca lo fui a ver. Porque estaba acá, no me gusta ir.
Ezequiel: -Se la pasa acá, firme. No va ni a cumpleaños ni a casamientos. Al mío vino porque lo hice acá (ríe). Al otro que fue es el de mi hermana, nada más.
Jorge: -Tengo un barco, tengo una lancha y no los uso porque estoy acá todo el tiempo, es parte del negocio. Yo lo comparo con el tenis: si vos querés estar en el top ten, vivís arriba en un avión, dormís en un hotel, no podés tener relaciones y tenés una dieta. Después mirás para atrás, ganaste 50 palos pero te das cuenta de que se te fue la vida. Pero ojo, si sos número mil no te dan ni las zapatillas, te las cobran en 12 cuotas.
Ezequiel: -No es un tema de la plata, está en su naturaleza asturiana. Vas a sus bares y ves que ellos todavía los siguen atendiendo. Además, los clientes esperan verte. Te hacen los pedidos directo, como este de Coppola -se escucha un audio- que hace el pedido desde la cancha, antes de salir para acá. Pizzerías hay millones, pero esto es un restaurant de pizzas. Si Mirtha Legrand tiene ganas de comerse una pizza, difícilmente vaya a La Mezzetta a comer “de parada”. Acá encuentra excelencia y un producto impresionante y además el servicio. Muchos mandan al chofer y, a algunos como a ella, les he llevado yo personalmente el pedido.
Jorge: -Nuestro pan de provolone, del que ha hablado en varios reportajes la actriz Anya Taylor-Joy, es uno de nuestros emblemas. No hay otro igual en la ciudad. El sabor de las pizzas funciona como el perfume, el recuerdo se mantiene. Yo me acuerdo cuando me casé, que fui a Roma y me puse “Gentleman” de Givenchy. Hoy siento el perfume y la memoria, que es increíble, me lleva a aquel día. Con las pizzas y los sabores pasa igual, como en “Ratatouille” y la escena donde muerde el primer bocado… Nuestros clientes vienen por ese producto, ese sabor.
-Jorge, muchos te describen como un anfitrión perfecto.
Jorge: -Si un cliente me habla de política, le hablo de política. Y si me habla de minas, le hablo de minas. Yo soy amigo de todos. Acá vino Milei, viene Macri… ¡y yo no soy nada de nadie! Yo me siento a comer con un ciruja y con Amalita Fortabat, aunque ahora ya no está.
-Cuando jugás de visitante, ¿dónde vas a comer?
Jorge: -A ningún lado. Soy bastante puntilloso para comer y muchas cosas solo las como acá por que sé lo que le ponemos. Tampoco voy a lugares como Tabac porque no quiero que me vean, me da vergüenza, conozco a todos los que van ahí y van a decir “este vino a chusmear”
-Ezequiel, ¿tu destino estaba escrito? ¿Tuviste opción?
Jorge: -Esto es lo que yo hice, después él verá si lo quiere seguir o no.
Ezequiel: -Yo estudié otras cosas: diseño gráfico, publicidad, creativo publicitario y para chef. Yo soy quien armo las cartas, tengo todas herramientas. Pizza Cero está en mi naturaleza.
Antes de terminar la charla, Jorge González regala una nueva anécdota que tiene como protagonista a una leyenda del deporte argentino. “Ringo Bonavena vivía cerca de Doney y al volver a casa de madrugada de joda, pasaba. Esperábamos juntos a Ricardo García, el de Crónica, también aparecía siempre Santo Biasatti… Éramos todos pendejos, hablábamos boludeces. Un día discutí con Ringo por una pavada: dónde había sido el recital de Tom Jones. Él decía que había tocado en el Ópera, pero yo sabía que había estado en el Gran Rex. Se volvió loco y me jugó su reloj, un Rólex presidente de oro con diamantes. Fue una apuesta de caballeros. Cuando llegó García le preguntamos a dónde lo había traído a Tom Jones. ‘Al Gran Rex’, dijo. Ringo se sacó el reloj y me lo dio. No dijo nada. Su muñeca era tan ancha que el reloj me entraba en el brazo. Era espectacular. Cuando se fueron todos, me quedé solo con Ringo y, de pronto, me agarró del cuello, me levantó y me llevó a la cocina. ¡Quedé con las patas colgando! ‘Dame el reloj’, me dijo. Se lo tuve que dar, ¿sabés lo que salía? Ojo, si hubiera sido al revés, yo a mi reloj lo perdía. Un pibe de la cocina que nos vio lloraba de la risa… (ríe) Con Ringo nos queríamos mucho. Me hizo muy mal cuando lo mataron. Unos días antes de que se fuera, habíamos estado en la barra, él solía venir con Graciela Alfano cuando no la conocía nadie, era una piba”.
Jorge González creció en un bar. Sus padres, como buenos asturianos, se dedicaban a la gastronomía. A los ocho años ya atendía detrás de la barra subido a un banquito. Y nunca más se bajó. “Fue la escuela de mi vida”, dice con cierta nostalgia.
El “Bar Ideal”, la planta baja de su casa, estaba ubicado en Villa Urquiza, en la esquina de Monroe y Acha. El local hasta hace poco seguía en pie, pero ya fue demolido: de sus ruinas va a nacer un edificio.
En el Centro Asturiano conoció a otro Jorge González. Y se hicieron primero amigos, luego cuñados y finalmente socios. “Nos empezaron a conocer como ‘Los Jorgitos’, porque nos llamamos igual y nos casamos con hermanas”, cuenta.
Juntos, los dos Jorge González, o ‘los Jorgitos’, fundaron un lugar que marcó época y se convirtió en punto de encuentro de celebridades y políticos: Pizza Cero, hoy en la esquina de Avenida del Libertador y Tagle.
Ezequiel González, su hijo mayor, quien heredó su pasión por la gastronomía, se suma a la charla. Primero, ante todo, explica cómo resolvieron la incómoda casualidad de que su padre y su tío (hoy sus jefes) se llamen igual: “A mi papá lo llamamos Jorge y a mi tío, Jorgito, porque es flaquito, chiquitito. Eran mejores amigos del club, en el Centro Asturiano, donde todos son dueños de bares”.
-Jorge, ¿cómo fue el camino desde el Bar Ideal, donde creciste, hasta Pizza Cero?
-Cuando yo tenía 18 años, mi familia vendió el Bar Ideal. Entonces puse una confitería en Libertador y Lafinur que se llamaba Doney. Era joven y en esa época no había shoppings, no había nada, así que todos paraban ahí. Estaba de novio con la que es mi mujer, llevamos 44 años, y teníamos una juguetería en Federico Lacroze, entre Libertador y Migueletes. A la vuelta estaba Pizza Palace, una pizzería que se había puesto de moda donde trabajaba un pizzero santiagueño, un pibito, que venía a veces. Un día le dije: “¿Por qué no te venís a Doney y hablamos? Tengo ganas de poner una pizzería?”. Lo estudiamos, le hice una propuesta al pibito y me lo robé. Así empezamos. Hoy, el pibito sigue trabajando con nosotros, aunque ya no es tan pibito.
-¿Enseguida se sumó tu cuñado, Jorgito?
-Sí, él era ingeniero mecánico, no tenía nada que ver con la gastronomía, pero siempre nos llevamos bien. Empezamos en Ugarteche y Cerviño, en una esquina donde no pasaba nadie…
-¿Por qué eligieron el nombre “Pizza Cero”?
-En el local había un restorán que se llamaba Piso Cero. Me dijeron que era porque había nacido en otro lugar, en la calle Agüero, donde el salón tenía un desnivel hacia abajo. Una noche me paré en la esquina, leí el cartel y pensé: “Piso Cero, Piso Cero… ¿y si le pongo Pizza Cero?”. Así quedó. En 1984 compramos el fondo de comercio y empezamos a vender pizza a la piedra.
-Buenos Aires es famosa por la pizza al molde, ¿por qué a la piedra?
-Primero, porque es rica. Además, en esa época, la gente había empezado a cuidarse más y ya no quería comer semejante masacote. Entonces ofrecimos pizza más finita.
-Además de la pizza, ¿qué creés que diferenció a esta nueva pizzería?
-Yo tenía unos 25 años y había estado en Europa, donde visité un restaurante lleno de plantas, y me dije: “¿Y si ponemos una pizzería con plantas y flores?”. Me volví loco, me compré una camioneta Trafic e iba de recorrida por los viveros. “Ahí viene el loco”, decían. Yo llenaba la camioneta con helechos y plantas de exposición que valían fortunas. Pizza Cero explotó, cambiamos todo lo conocido. Abríamos por las noches, adentro teníamos boxes forrados con telas de Churba. Hasta ese momento, una pizzería era sinónimo de tener al mozo vestido de blanco, con camisa y botones de chapa. Yo puse camisas y baldes de plata para servir el champagne.
Pizza con champagne
Pizza Cero de “los Jorgitos” se convirtió en el lugar adonde ir para ver y dejarse ver. En su horno, de vanguardia, nacieron recetas que pronto se pusieron de moda, como la pizza con rúcula y parmesano. “Fuimos de los primeros en hacer ese tipo de pizzas, que no existían”, comenta Jorge. Mientras tanto, la sociedad de los cuñados preparaba nuevas aperturas: primero inauguraron Paper Moon, que después se transformó en Morena, en la Costanera Norte, sobre el río, y también Rock Garden.
“El lugar se llenó de famosos y de políticos. Venía Scioli, que corría con la lancha, también Mirtha Legrand, que vivía a la vuelta y venía todos los días… Ella fue nuestra madrina, mencionándonos en sus programas”, comenta Ezequiel.
Jorge: -Mirtha estaba en ATC y el programa se veía mucho. Ella venía, festejaba sus cumpleaños acá y jugaba al bingo con los clientes con unos cartones que repartíamos en las mesas. Empezamos solo con pizzas y empanadas, pero la gente venía cuatro veces por semana, porque se convirtió en un lugar de encuentro.
Ezequiel: -En esa época no había tantos restaurantes, no había casi nada en Palermo, no existía Puerto Madero y en Recoleta estaban los mejores lugares, estaban Harper’s… Pero esto era pizza y empanadas, pero pizza con champagne y en balde de plata. Él era “Jorge González de Pizza Cero”, eran “Los Jorgitos”, había mucha movida.
Jorge: -Después abrimos un Pizza Cero en el Tren de la Costa. En 1995 Santiago Soldati invitó a los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, a comer allá. Ese día fue mi cuñado, yo no pude ir porque tenía que cerrar un acuerdo con una cerveza… El pizza con champagne nació acá, porque Menem venía mucho.
-Fuiste muy cercano a Carlitos Menem Junior.
Ezequiel: -Mi viejo era el mejor amigo de Carlitos Menem, estaban todos los días juntos, eran culo y calzón.
Jorge: -Carlitos era como un hermano. Él andaba con minas y yo le prestaba mi barco aunque jamás subí con él. Yo era más grande y estaba siempre ocupado. Vino a Miami conmigo cuando abrimos local de Pizza Cero allá. Estuvimos un mes juntos, dormíamos en la misma cama de dos plazas. Y su última cena fue en el local de Ugarteche. De allá nos vinimos para acá, este local todavía era el Open Plaza, y subimos al VIP. Nos fuimos de acá tipo dos de la mañana. Carlitos me alcanzó de vuelta hasta la pizzería, me bajé de su auto, nos despedimos y al otro día se mató.
-¿Cómo te enteraste de su muerte?
Jorge: -Estaba en otro de los locales, en Alvear y Schiaffino, negociando un contrato con Marlboro. Me llaman por teléfono y me dicen: “Se mató Carlitos”. Yo no entendía nada. Al rato me empezaron a llamar todos. Yo podría haber estado en ese helicóptero.
-¿Cómo es eso?
Jorge: -Es que a veces Caritos nos llevaba en ese helicóptero a Ezeiza. Yo tenía que ir a Miami y él me iba a llevar, con Oltra. Pero mi hija Lucía tenía algo en el colegio, reunión de padres creo, así que no fui y me salvé.
Ezequiel: -Fue la única vez que fue a una reunión de padres… Increíble.
Jorge: -No era mi momento. Menem decía “nadie muere en la víspera”. Ayer justo vinieron a comer Zulema, D’ Onofrio, Zulemita y su hijo Luca. Ese pibe es un divino, yo lo veo entrar y se me pone la piel de gallina porque es igual a Carlitos.
Libertador y Tagle
El sueño de un imperio comenzó a hacerse realidad: solo en la Argentina, “los Jorgitos” llegaron a tener tres locales propios y 18 franquiciados. Pero Pizza Cero también traspasó fronteras: “Tuvimos locales en Miami, 20 años en Punta del Este, dos locales Madrid…”, detalla Jorge.
En el 2000, finalmente, llegaron a la esquina de Avenida del Libertador y Tagle: “Mudamos la casa central. Y es que murió el dueño del local de Ugarteche y los hijos prefirieron vender la propiedad. Empezamos a buscar y llegamos hasta esta esquina, adonde funcionaba el Open Plaza”, detalla Ezequiel.
-También fueron pioneros con el camión de Pizza Cero. En esa época todavía no usábamos la expresión “food truck”.
Jorge: -Fue una idea mía. En el 97, el camión de Pizza Cero era como un plato volador, no había nada igual. Antes de venir conmigo al restorán, mi cuñado Jorge, que es ingeniero mecánico, trabajaba en Astilleros Alianza donde se hacían buques de 300 metros de eslora. Se trajo a tres o cuatro tipos de ahí e hicimos el camión. Los usamos para eventos, casamientos y recitales. Lo llevábamos a todos los eventos que se hacían en River (en el Mundial 78 tuve a cargo la cantina, pero esa es otra historia), los Álzaga Unzué nos invitaban a los casamientos…
-¿En qué momento sentiste que Pizza Cero había llegado a la cima?
Jorge: -Nunca, ni en los 90. Y no te das una idea de la fama que teníamos nosotros. Todos venían: Maradona, Luis Miguel, Tom Jones, el que vos quieras… Vinieron los de Queen, Brian May, todas las modelos de Pancho Dotto, las de Piñeiro…
Ezequiel: -En esa época no había celulares, se sentían seguros acá adentro. Pero había muchos paparazzi recorriendo las calles y la puerta del local era una parada fija para ellos.
-Debe existir, también, una puerta de atrás…
Jorge: -Sí, hay. A Messi lo sacamos por allá, por donde está el concesionario. Messi entró y nadie hizo nada, pero a los 15 minutos se corrió la voz y se llenó la esquina.
-Con tantos clientes famosos, uno esperaría ver pizzas con sus nombres en carta…
Ezequiel: -No es la onda, eso es más para un lugar “farandulero”.
Jorge: -Esto es otra cosa. El día de las elecciones, coincidieron muchas caras conocidas. En una mesa estaba la hija de Carlitos Bianchi, su papá cuando dirigía solía venir después de los partidos, era como una cábala para él. Por ahí también estaba Toto Caputo con su mujer e hijos, más allá comía la jueza María Servini de Cubría, de golpe entró el ministro Luis Petri… También estaban Mauricio Macri con una pareja mayor, estaba María Eugenia Vidal…
-Seguramente escuchaste la polémica de las empanadas, a partir de los dichos de Ricardo Darín. ¿Cuánto cuesta la docena en Pizza Cero?
Jorge: -Es cara: una empanada sale cinco mil pesos. La otra vez me contaron de uno al que invitaron a ver un partido de Boca en casa de Macri. No lo invitó Mauricio, sino uno de sus amigos. “¿Qué llevo?”, dijo. “Pasate por ‘Pizza Cero’ y traete cuatro docenas de empanadas”, le dijeron. Cuatro docenas, ¡lo partieron al medio! (ríe).
La leyenda
“Con mi mujer llevamos 44 años juntos. ¿Cuál es el secreto? Ella sabe cómo es la vida del gastronómico. Vos pensarás que es mucha noche y personalidades, pero si yo me voy del local a las 3 de la mañana le saco una foto al reloj para que no me diga nada y sepa que estaba acá. Mirá, ahí tenés el reloj (señala), más de una vez le saqué la foto para mamá”, explica Jorge González. Y continúa: “En todo lo que logré, siempre estuvo mi mujer. Sin ella, yo no sería nada. Me bancó este trabajo… Yo era un padre presente, pero a la noche laburaba. Si querés triunfar es así”.
Ezequiel: -Nuestra familia funciona como un equipo.
-Hiciste de todo, conociste a casi todos… ¿Hay algún famoso que te hubiese gustado tener en Pizza Cero y no lo lograste?
Jorge: -Sí, a Paul McCartney, que es mi ídolo. Nos viven dando entradas para recitales, pero yo nunca lo fui a ver. Porque estaba acá, no me gusta ir.
Ezequiel: -Se la pasa acá, firme. No va ni a cumpleaños ni a casamientos. Al mío vino porque lo hice acá (ríe). Al otro que fue es el de mi hermana, nada más.
Jorge: -Tengo un barco, tengo una lancha y no los uso porque estoy acá todo el tiempo, es parte del negocio. Yo lo comparo con el tenis: si vos querés estar en el top ten, vivís arriba en un avión, dormís en un hotel, no podés tener relaciones y tenés una dieta. Después mirás para atrás, ganaste 50 palos pero te das cuenta de que se te fue la vida. Pero ojo, si sos número mil no te dan ni las zapatillas, te las cobran en 12 cuotas.
Ezequiel: -No es un tema de la plata, está en su naturaleza asturiana. Vas a sus bares y ves que ellos todavía los siguen atendiendo. Además, los clientes esperan verte. Te hacen los pedidos directo, como este de Coppola -se escucha un audio- que hace el pedido desde la cancha, antes de salir para acá. Pizzerías hay millones, pero esto es un restaurant de pizzas. Si Mirtha Legrand tiene ganas de comerse una pizza, difícilmente vaya a La Mezzetta a comer “de parada”. Acá encuentra excelencia y un producto impresionante y además el servicio. Muchos mandan al chofer y, a algunos como a ella, les he llevado yo personalmente el pedido.
Jorge: -Nuestro pan de provolone, del que ha hablado en varios reportajes la actriz Anya Taylor-Joy, es uno de nuestros emblemas. No hay otro igual en la ciudad. El sabor de las pizzas funciona como el perfume, el recuerdo se mantiene. Yo me acuerdo cuando me casé, que fui a Roma y me puse “Gentleman” de Givenchy. Hoy siento el perfume y la memoria, que es increíble, me lleva a aquel día. Con las pizzas y los sabores pasa igual, como en “Ratatouille” y la escena donde muerde el primer bocado… Nuestros clientes vienen por ese producto, ese sabor.
-Jorge, muchos te describen como un anfitrión perfecto.
Jorge: -Si un cliente me habla de política, le hablo de política. Y si me habla de minas, le hablo de minas. Yo soy amigo de todos. Acá vino Milei, viene Macri… ¡y yo no soy nada de nadie! Yo me siento a comer con un ciruja y con Amalita Fortabat, aunque ahora ya no está.
-Cuando jugás de visitante, ¿dónde vas a comer?
Jorge: -A ningún lado. Soy bastante puntilloso para comer y muchas cosas solo las como acá por que sé lo que le ponemos. Tampoco voy a lugares como Tabac porque no quiero que me vean, me da vergüenza, conozco a todos los que van ahí y van a decir “este vino a chusmear”
-Ezequiel, ¿tu destino estaba escrito? ¿Tuviste opción?
Jorge: -Esto es lo que yo hice, después él verá si lo quiere seguir o no.
Ezequiel: -Yo estudié otras cosas: diseño gráfico, publicidad, creativo publicitario y para chef. Yo soy quien armo las cartas, tengo todas herramientas. Pizza Cero está en mi naturaleza.
Antes de terminar la charla, Jorge González regala una nueva anécdota que tiene como protagonista a una leyenda del deporte argentino. “Ringo Bonavena vivía cerca de Doney y al volver a casa de madrugada de joda, pasaba. Esperábamos juntos a Ricardo García, el de Crónica, también aparecía siempre Santo Biasatti… Éramos todos pendejos, hablábamos boludeces. Un día discutí con Ringo por una pavada: dónde había sido el recital de Tom Jones. Él decía que había tocado en el Ópera, pero yo sabía que había estado en el Gran Rex. Se volvió loco y me jugó su reloj, un Rólex presidente de oro con diamantes. Fue una apuesta de caballeros. Cuando llegó García le preguntamos a dónde lo había traído a Tom Jones. ‘Al Gran Rex’, dijo. Ringo se sacó el reloj y me lo dio. No dijo nada. Su muñeca era tan ancha que el reloj me entraba en el brazo. Era espectacular. Cuando se fueron todos, me quedé solo con Ringo y, de pronto, me agarró del cuello, me levantó y me llevó a la cocina. ¡Quedé con las patas colgando! ‘Dame el reloj’, me dijo. Se lo tuve que dar, ¿sabés lo que salía? Ojo, si hubiera sido al revés, yo a mi reloj lo perdía. Un pibe de la cocina que nos vio lloraba de la risa… (ríe) Con Ringo nos queríamos mucho. Me hizo muy mal cuando lo mataron. Unos días antes de que se fuera, habíamos estado en la barra, él solía venir con Graciela Alfano cuando no la conocía nadie, era una piba”.
A cuarenta años de su inauguración, el lugar se mantiene como el espacio favorito de las celebridades Read More