Hacía más de 10 años que no íbamos. Habían pasado otros tantos intentando organizar un viaje que siempre se frustraba. El clima, los requisitos, la altura, el camino que no se habilitaba, los trámites… Cuando uno lleva deseando algo durante mucho tiempo, concretarlo parece un hecho mágico.
Algo así sucedió con el Parque Nacional San Guillermo. Un día sonó el teléfono y, del otro lado, Gustavo Soria, el intendente del área, nos dijo que finalmente podíamos subir. Más aún, como una excepción, ellos mismos nos llevarían.
“Ahora o nunca”, dijimos en la redacción, y sacamos los pasajes sin pensarlo demasiado.
Tesoro sanjuanino
San Guillermo es un territorio enorme, una Reserva de Biósfera de casi un millón de hectáreas en el noroeste sanjuanino. Una tierra rica por donde se mire, aunque a veces esa riqueza está muy, muy escondida bajo tierra.
Fue la primera Reserva de Biósfera de nuestro país, una denominación que adquirió en 1980 en cumplimiento de los estrictos requisitos determinados por la UNESCO. Hoy está dividida en tres sectores: un anillo exterior corresponde a una zona de usos múltiples –donde incluso se practica minería–, un área de amortiguamiento que corresponde al parque provincial y, por último, una zona núcleo, la más protegida, que es Parque Nacional desde fines de los ’90. Allí fuimos.
Para conocer San Guillermo llegamos a Rodeo, a unos 200 kilómetros de la ciudad de San Juan, que es el centro de servicios más cercano. Allí nos encontramos con Belén Barker y Lara Colleselli, guardaparques encargadas de guiarnos puna adentro.
La partida
La camioneta está lista con los víveres necesarios para afrontar los dos días que nos esperan. La RP 430 nos conduce por asfalto hasta el pueblo de Angualasto, que guarda un museo arqueológico y un circuito de puertas pintadas por artistas sanjuaninos locales que vale la pena visitar. Desde allí hasta el paraje de Malimán, el camino es de ripio, pero transitable. El último tramo es el que lleva más tiempo porque su estado obliga a manejar despacio. Además, hay que cruzar dos vados sobre el río Blanco, con mucha agua, que se vuelven imposibles con las lluvias de verano y los deshielos de primavera. Dos momentos complicados para acceder a la zona. Así, los 140 kilómetros desde Rodeo se cubren en unas cinco horas. Indispensable camioneta 4×4, conductor experto y guía autorizado por Parques, la única manera de acceder.
Revelaciones del camino
Después de cruzar el vado Las Chiguas, encontramos a la última familia de la zona. En El Chinguillo, Iván Solar y los suyos viven desde hace décadas. Más adelante, una casita abandonada nos obliga a parar. Una placa recuerda que allí estuvo Carlos Sánchez. El hombre apareció un día de la nada y vivió como ermitaño durante ocho años. Sólo comía cuando la gente de paso le llevaba alguna vitualla: consideraba que ese era un mensaje de Dios que le indicaba que debía seguir vivo. Algunos cuentan que Sánchez había tenido una vida mundana y se alejó de todo para encontrar a Dios. Durante una crecida del río quedó aislado y murió de hambre.
La casita aún conserva sus exiguas pertenencias cubiertas de polvo, objetos que nadie se anima a tocar porque lo consideran una suerte de hombre santo.
Hasta Las Chiguas, las mineras mantienen el camino. De ahí en más las rutas se separan porque comienza el parque. Lo cierto es que la mina Veladero está demasiado cerca y la próxima apertura de la mina Josémaría hace pensar en futuros impactos, negativos, por supuesto.
“Los rumores dicen que pasarán unos 300 camiones al día”, cuenta Belén con cierta resignación porque la empresa opera fuera del parque y ellos allí no tienen jurisdicción. Es difícil pensar que el tránsito de las especies no va a sufrir con semejante ir y venir de vehículos”, concluye.
En Rodeo, la preocupación es grande, sobre todo por el uso del agua que ese emprendimiento demandará. Pero hoy, quizá por eso de disfrutar antes de que venga el temblor, nos dedicamos a exprimir al máximo su belleza y rezar para que lo más temido no suceda.
Puna para cuatro
Entre la fotógrafa, las guardaparques y yo somos cuatro mujeres en 166.000 hectáreas: pensarlo da vértigo y una profunda sensación de privilegio. El parque recibe muy pocos visitantes al día, nunca superan los 11 viajeros porque esa es la capacidad máxima del refugio Agua del Godo. No se puede acampar; además, regresar durante la jornada resulta muy cansador.
No bien trasponemos la puerta de entrada al parque, visitamos una tambería ancestral inca: restos de corrales de piedra que también fueron usados por los pueblos originarios de la región y, más cerca de nuestros días, por los criollos.
Avanzamos por la quebrada de Alcaparrosa. Por allí se escurre gran parte del agua de la zona, un hecho que provoca la formación de cárcavas tan altas que obstruyen el camino y obligan a Vialidad a redibujar el trazado de la ruta.
A los 12 kilómetros del ingreso aparece el llano de San Guillermo. Se nota por el cambio radical de vegetación, especies más adaptadas a la altura y a la falta de agua, donde el coirón es el rey.
De tanto en tanto, a uno y otro lado de la ruta, se pueden ver pequeñas manadas de vicuñas y guanacos.
En Rodeo, cuentan que hace una década las vicuñas eran tantas que, cuando llegabas al parque, te veías obligado a detener la camioneta porque los animales obstruían el paso. Después llegó la sarna y redujo sensiblemente la población. Hoy, el proceso parece estar en retroceso, aunque todavía no hay un estudio que lo afirme a ciencia cierta.
El refugio de Agua del Godo nos sorprende. Diseñado con un criterio térmico, fue pensado para proteger del frío con grandes ventanales de vidrio que absorben el calor del sol durante el día y calefaccionan de maravilla los ambientes. Aquí no hay energía eléctrica ni gas, sólo la que proveen los paneles solares. Más que un refugio, parece una estación científica.
Por dentro, los cuartos son cómodos y los baños espaciosos, provistos con agua caliente. Nosotras nos alojamos en el que corresponde a los guardaparques, pero los turistas cuentan con un segundo edificio muy similar.
Los Caserones y El Mirador
Actualmente, hay dos circuitos habilitados para recorrer el parque, ambos estrictamente vehiculares.
Nosotras empezamos por Los Caserones, al sur del refugio. El camino avanza hasta la vega del mismo nombre, donde puede observarse una llamativa formación geológica. “Fue la chimenea de un volcán. Se solidificó y luego se fue erosionando a través de los siglos”, cuenta Lara.
Después visitamos unos viejos corrales que se usaron durante las veranadas, décadas atrás, antes de que la zona se convirtiera en Parque Nacional. Allí se piensa habilitar un circuito corto de caminata.
Al día siguiente, partimos hacia el norte para recorrer el segundo circuito que lleva hasta una suerte de mirador natural. Un punto panorámico a 3.750 metros de altura. A nuestros pies, aparece el llano de los Leones, una inmensidad suavemente amarilla. Mas atrás, se adivina la depresión por donde corre el río San Guillermo y luego el llano de Chaco, flanqueado por los cerros Imán y de la Gloria. Es el sitio más lindo del parque.
Un chinchillón nos mira desde el hueco de una pared de piedra: es una especie de vizcacha de pelaje gris y cola larguísima de color oscuro. Algunos ejemplares tienen los bigotes con pintitas, un detalle que los hace más simpáticos aún.
En la vega del llano, el suelo parece hecho de cojines. Uno camina con paso acolchonado y adivina la tierra húmeda debajo de los pies. Unas langostas diminutas saltan como locas a medida que avanzamos.
Las vegas generan nuevos hábitats, más amables para los animales por la presencia de agua y plantas herbáceas. Lauchas de las vegas, guayatas, lagartijas, lechuzas, variedad de aves y roedores suelen tener allí su domicilio.
Después vamos hasta el río Santa Rosa, que perfila el límite norte del parque. Por allí ingresan los guardaparques cuando el camino desde Rodeo se cierra. La ruta conecta con Guandacol en La Rioja y se tardan unas nueve horas de manejo.
Como último regalo del día, nos llevan hasta un sector del Camino del Inca, un tesoro que aún no está puesto en valor para la visita del público.
Vicuñas en peligro
San Guillermo fue el reino de las vicuñas argentinas, pero la epidemia que se extendió a partir de 2014 redujo sensiblemente esta población. También diezmó a los guanacos, aunque con un impacto menor.
Si bien no hay números actualizados, un estudio realizado por los investigadores del Conicet Paula Perrig y Sergio Lambertucci encontró que la población de vicuñas decreció de 17 individuos por km2 a 1 individuo por km2 en 2020.
Cada tanto, cuando estos camélidos aparecen en el horizonte, Lara y Belén hacen su trabajo. “Nosotras vamos registrando lo que vemos a través de los binoculares. En este sentido, tenemos tres parámetros para clasificarlas y volcar esos datos en los informes”.
El estadío A es el más benigno o inicial, cuando el animal renguea o se rasca mucho, tres o cuatro veces durante el avistaje. En el B presentan peladuras y dificultades para caminar. El C muestra la piel al rojo vivo y es casi terminal.
“La sarna es muy dolorosa, los animales mueren por inanición porque al final ya casi no pueden moverse”, explican las guardaparques. “Felizmente, los casos son cada vez menos; de hecho, los investigadores que estuvieron en febrero (2025) no detectaron ni un solo ejemplar con la enfermedad durante su estadía”, señalan.
Según las guardaparques, la disminución de vicuñas y guanacos generó un aumento de las pasturas. “Quizá la sobrepoblación de camélidos y la poca alimentación disponible en ese momento favoreció la expansión rápida de la epidemia”, conjeturan.
Tanto la epidemia como sus posibles consecuencias en el ecosistema están siendo estudiadas por los investigadores. Por ahora, la gente de Parques está concentrada en las estadísticas. Durante el camino de regreso a Rodeo nos cruzamos con otro grupo de guardaparques. Hoy es el día del censo anual y se disponen a trabajar durante toda la jornada. El resultado arrojará un número aproximado porque los individuos se cuentan sólo mediante el avistaje con binoculares y en puntos previamente fijados del área.
El mediodía da lugar a la tarde mientras regresamos hacia Rodeo. Con el alma contenta pero llena de preguntas nos detenemos un instante para guardar la última imagen de la puna sanjuanina.
Datos útiles
PN SAN GUILLERMO
El parque está abierto todo el año, pero el mejor momento es otoño y primavera porque el camino de acceso casi siempre está abierto. En invierno hace mucho frío y en verano las lluvias pueden obstruir la ruta.
CÓMO LLEGAR
Es necesario contar con un vehículo 4×4 doble tracción tipo pick up alta, con suficiente espacio de despeje por las condiciones del camino. Desde Rodeo son 140 km, solo 30 km están asfaltados. Lleva unas 5 horas ya que atraviesa por caminos de cornisa de anchos variables y pendientes pronunciadas.Es importante destacar que el ingreso al Área Protegida se lleva a cabo por la RP 430, cuyo mantenimiento depende del Departamento Provincial de Vialidad. Es un terreno inestable, frágil y dinámico que cambia por derrumbes, deshielos y las crecidas del río Blanco. Estas circunstancias pueden generar que se suspenda la visita la noche anterior o cuando se inicia el ascenso ya sea porque el paso se encuentra bloqueado, intransitable o el río muy crecido. En las fechas que sugerimos ir, este riesgo disminuye.
REQUISITOS Y RECOMENDACIONES
Es obligatorio contratar un guía habilitado por el parque.Presentar un apto médico, con 30 días de validez. Recuerde que el centro de salud más cercano está a cinco horas de distancia.Es aconsejable permanecer una noche en Rodeo (a 1600 m) antes de subir para aclimatarse ya que el parque se encuentra a 3.400 m de altura.Durante el viaje y la estadía consuma suficiente agua, una práctica que ayuda a la hidratación y a sentirse mejor en altura.Es preciso llevar víveres para la estadía, el refugio cuenta con cocina y parrilla, pero no existe posibilidad de comprar nada. No olvide su botiquín personal.
DÓNDE DORMIR
Refugio Agua del Godo T: (02647) 40-6307 usopublicosanguillermo@apn.gob.ar Es de uso compartido y gratuito. Cuenta con doce plazas (11 visitantes + el guía). Es preciso reservar con antelación; la reserva se hace efectiva cuando se envía la planilla y la ficha médica. La gestión se realiza con las autoridades de P.N. San GuillermoIntendencia La Colonia s/n, Rodeo. T: (02647) 40-6307 usopublicosanguillermo@apn.gob.ar
PASEOS Y EXCURSIONES – GUÍAS HABILITADOS
Guido D. Altamira T: (0264) 503-5147. guidodavida@hotmail.comNicolás Meglioli T: (0264) 436-4822. lamoradaaventura@hotmail.com
Hacía más de 10 años que no íbamos. Habían pasado otros tantos intentando organizar un viaje que siempre se frustraba. El clima, los requisitos, la altura, el camino que no se habilitaba, los trámites… Cuando uno lleva deseando algo durante mucho tiempo, concretarlo parece un hecho mágico.
Algo así sucedió con el Parque Nacional San Guillermo. Un día sonó el teléfono y, del otro lado, Gustavo Soria, el intendente del área, nos dijo que finalmente podíamos subir. Más aún, como una excepción, ellos mismos nos llevarían.
“Ahora o nunca”, dijimos en la redacción, y sacamos los pasajes sin pensarlo demasiado.
Tesoro sanjuanino
San Guillermo es un territorio enorme, una Reserva de Biósfera de casi un millón de hectáreas en el noroeste sanjuanino. Una tierra rica por donde se mire, aunque a veces esa riqueza está muy, muy escondida bajo tierra.
Fue la primera Reserva de Biósfera de nuestro país, una denominación que adquirió en 1980 en cumplimiento de los estrictos requisitos determinados por la UNESCO. Hoy está dividida en tres sectores: un anillo exterior corresponde a una zona de usos múltiples –donde incluso se practica minería–, un área de amortiguamiento que corresponde al parque provincial y, por último, una zona núcleo, la más protegida, que es Parque Nacional desde fines de los ’90. Allí fuimos.
Para conocer San Guillermo llegamos a Rodeo, a unos 200 kilómetros de la ciudad de San Juan, que es el centro de servicios más cercano. Allí nos encontramos con Belén Barker y Lara Colleselli, guardaparques encargadas de guiarnos puna adentro.
La partida
La camioneta está lista con los víveres necesarios para afrontar los dos días que nos esperan. La RP 430 nos conduce por asfalto hasta el pueblo de Angualasto, que guarda un museo arqueológico y un circuito de puertas pintadas por artistas sanjuaninos locales que vale la pena visitar. Desde allí hasta el paraje de Malimán, el camino es de ripio, pero transitable. El último tramo es el que lleva más tiempo porque su estado obliga a manejar despacio. Además, hay que cruzar dos vados sobre el río Blanco, con mucha agua, que se vuelven imposibles con las lluvias de verano y los deshielos de primavera. Dos momentos complicados para acceder a la zona. Así, los 140 kilómetros desde Rodeo se cubren en unas cinco horas. Indispensable camioneta 4×4, conductor experto y guía autorizado por Parques, la única manera de acceder.
Revelaciones del camino
Después de cruzar el vado Las Chiguas, encontramos a la última familia de la zona. En El Chinguillo, Iván Solar y los suyos viven desde hace décadas. Más adelante, una casita abandonada nos obliga a parar. Una placa recuerda que allí estuvo Carlos Sánchez. El hombre apareció un día de la nada y vivió como ermitaño durante ocho años. Sólo comía cuando la gente de paso le llevaba alguna vitualla: consideraba que ese era un mensaje de Dios que le indicaba que debía seguir vivo. Algunos cuentan que Sánchez había tenido una vida mundana y se alejó de todo para encontrar a Dios. Durante una crecida del río quedó aislado y murió de hambre.
La casita aún conserva sus exiguas pertenencias cubiertas de polvo, objetos que nadie se anima a tocar porque lo consideran una suerte de hombre santo.
Hasta Las Chiguas, las mineras mantienen el camino. De ahí en más las rutas se separan porque comienza el parque. Lo cierto es que la mina Veladero está demasiado cerca y la próxima apertura de la mina Josémaría hace pensar en futuros impactos, negativos, por supuesto.
“Los rumores dicen que pasarán unos 300 camiones al día”, cuenta Belén con cierta resignación porque la empresa opera fuera del parque y ellos allí no tienen jurisdicción. Es difícil pensar que el tránsito de las especies no va a sufrir con semejante ir y venir de vehículos”, concluye.
En Rodeo, la preocupación es grande, sobre todo por el uso del agua que ese emprendimiento demandará. Pero hoy, quizá por eso de disfrutar antes de que venga el temblor, nos dedicamos a exprimir al máximo su belleza y rezar para que lo más temido no suceda.
Puna para cuatro
Entre la fotógrafa, las guardaparques y yo somos cuatro mujeres en 166.000 hectáreas: pensarlo da vértigo y una profunda sensación de privilegio. El parque recibe muy pocos visitantes al día, nunca superan los 11 viajeros porque esa es la capacidad máxima del refugio Agua del Godo. No se puede acampar; además, regresar durante la jornada resulta muy cansador.
No bien trasponemos la puerta de entrada al parque, visitamos una tambería ancestral inca: restos de corrales de piedra que también fueron usados por los pueblos originarios de la región y, más cerca de nuestros días, por los criollos.
Avanzamos por la quebrada de Alcaparrosa. Por allí se escurre gran parte del agua de la zona, un hecho que provoca la formación de cárcavas tan altas que obstruyen el camino y obligan a Vialidad a redibujar el trazado de la ruta.
A los 12 kilómetros del ingreso aparece el llano de San Guillermo. Se nota por el cambio radical de vegetación, especies más adaptadas a la altura y a la falta de agua, donde el coirón es el rey.
De tanto en tanto, a uno y otro lado de la ruta, se pueden ver pequeñas manadas de vicuñas y guanacos.
En Rodeo, cuentan que hace una década las vicuñas eran tantas que, cuando llegabas al parque, te veías obligado a detener la camioneta porque los animales obstruían el paso. Después llegó la sarna y redujo sensiblemente la población. Hoy, el proceso parece estar en retroceso, aunque todavía no hay un estudio que lo afirme a ciencia cierta.
El refugio de Agua del Godo nos sorprende. Diseñado con un criterio térmico, fue pensado para proteger del frío con grandes ventanales de vidrio que absorben el calor del sol durante el día y calefaccionan de maravilla los ambientes. Aquí no hay energía eléctrica ni gas, sólo la que proveen los paneles solares. Más que un refugio, parece una estación científica.
Por dentro, los cuartos son cómodos y los baños espaciosos, provistos con agua caliente. Nosotras nos alojamos en el que corresponde a los guardaparques, pero los turistas cuentan con un segundo edificio muy similar.
Los Caserones y El Mirador
Actualmente, hay dos circuitos habilitados para recorrer el parque, ambos estrictamente vehiculares.
Nosotras empezamos por Los Caserones, al sur del refugio. El camino avanza hasta la vega del mismo nombre, donde puede observarse una llamativa formación geológica. “Fue la chimenea de un volcán. Se solidificó y luego se fue erosionando a través de los siglos”, cuenta Lara.
Después visitamos unos viejos corrales que se usaron durante las veranadas, décadas atrás, antes de que la zona se convirtiera en Parque Nacional. Allí se piensa habilitar un circuito corto de caminata.
Al día siguiente, partimos hacia el norte para recorrer el segundo circuito que lleva hasta una suerte de mirador natural. Un punto panorámico a 3.750 metros de altura. A nuestros pies, aparece el llano de los Leones, una inmensidad suavemente amarilla. Mas atrás, se adivina la depresión por donde corre el río San Guillermo y luego el llano de Chaco, flanqueado por los cerros Imán y de la Gloria. Es el sitio más lindo del parque.
Un chinchillón nos mira desde el hueco de una pared de piedra: es una especie de vizcacha de pelaje gris y cola larguísima de color oscuro. Algunos ejemplares tienen los bigotes con pintitas, un detalle que los hace más simpáticos aún.
En la vega del llano, el suelo parece hecho de cojines. Uno camina con paso acolchonado y adivina la tierra húmeda debajo de los pies. Unas langostas diminutas saltan como locas a medida que avanzamos.
Las vegas generan nuevos hábitats, más amables para los animales por la presencia de agua y plantas herbáceas. Lauchas de las vegas, guayatas, lagartijas, lechuzas, variedad de aves y roedores suelen tener allí su domicilio.
Después vamos hasta el río Santa Rosa, que perfila el límite norte del parque. Por allí ingresan los guardaparques cuando el camino desde Rodeo se cierra. La ruta conecta con Guandacol en La Rioja y se tardan unas nueve horas de manejo.
Como último regalo del día, nos llevan hasta un sector del Camino del Inca, un tesoro que aún no está puesto en valor para la visita del público.
Vicuñas en peligro
San Guillermo fue el reino de las vicuñas argentinas, pero la epidemia que se extendió a partir de 2014 redujo sensiblemente esta población. También diezmó a los guanacos, aunque con un impacto menor.
Si bien no hay números actualizados, un estudio realizado por los investigadores del Conicet Paula Perrig y Sergio Lambertucci encontró que la población de vicuñas decreció de 17 individuos por km2 a 1 individuo por km2 en 2020.
Cada tanto, cuando estos camélidos aparecen en el horizonte, Lara y Belén hacen su trabajo. “Nosotras vamos registrando lo que vemos a través de los binoculares. En este sentido, tenemos tres parámetros para clasificarlas y volcar esos datos en los informes”.
El estadío A es el más benigno o inicial, cuando el animal renguea o se rasca mucho, tres o cuatro veces durante el avistaje. En el B presentan peladuras y dificultades para caminar. El C muestra la piel al rojo vivo y es casi terminal.
“La sarna es muy dolorosa, los animales mueren por inanición porque al final ya casi no pueden moverse”, explican las guardaparques. “Felizmente, los casos son cada vez menos; de hecho, los investigadores que estuvieron en febrero (2025) no detectaron ni un solo ejemplar con la enfermedad durante su estadía”, señalan.
Según las guardaparques, la disminución de vicuñas y guanacos generó un aumento de las pasturas. “Quizá la sobrepoblación de camélidos y la poca alimentación disponible en ese momento favoreció la expansión rápida de la epidemia”, conjeturan.
Tanto la epidemia como sus posibles consecuencias en el ecosistema están siendo estudiadas por los investigadores. Por ahora, la gente de Parques está concentrada en las estadísticas. Durante el camino de regreso a Rodeo nos cruzamos con otro grupo de guardaparques. Hoy es el día del censo anual y se disponen a trabajar durante toda la jornada. El resultado arrojará un número aproximado porque los individuos se cuentan sólo mediante el avistaje con binoculares y en puntos previamente fijados del área.
El mediodía da lugar a la tarde mientras regresamos hacia Rodeo. Con el alma contenta pero llena de preguntas nos detenemos un instante para guardar la última imagen de la puna sanjuanina.
Datos útiles
PN SAN GUILLERMO
El parque está abierto todo el año, pero el mejor momento es otoño y primavera porque el camino de acceso casi siempre está abierto. En invierno hace mucho frío y en verano las lluvias pueden obstruir la ruta.
CÓMO LLEGAR
Es necesario contar con un vehículo 4×4 doble tracción tipo pick up alta, con suficiente espacio de despeje por las condiciones del camino. Desde Rodeo son 140 km, solo 30 km están asfaltados. Lleva unas 5 horas ya que atraviesa por caminos de cornisa de anchos variables y pendientes pronunciadas.Es importante destacar que el ingreso al Área Protegida se lleva a cabo por la RP 430, cuyo mantenimiento depende del Departamento Provincial de Vialidad. Es un terreno inestable, frágil y dinámico que cambia por derrumbes, deshielos y las crecidas del río Blanco. Estas circunstancias pueden generar que se suspenda la visita la noche anterior o cuando se inicia el ascenso ya sea porque el paso se encuentra bloqueado, intransitable o el río muy crecido. En las fechas que sugerimos ir, este riesgo disminuye.
REQUISITOS Y RECOMENDACIONES
Es obligatorio contratar un guía habilitado por el parque.Presentar un apto médico, con 30 días de validez. Recuerde que el centro de salud más cercano está a cinco horas de distancia.Es aconsejable permanecer una noche en Rodeo (a 1600 m) antes de subir para aclimatarse ya que el parque se encuentra a 3.400 m de altura.Durante el viaje y la estadía consuma suficiente agua, una práctica que ayuda a la hidratación y a sentirse mejor en altura.Es preciso llevar víveres para la estadía, el refugio cuenta con cocina y parrilla, pero no existe posibilidad de comprar nada. No olvide su botiquín personal.
DÓNDE DORMIR
Refugio Agua del Godo T: (02647) 40-6307 usopublicosanguillermo@apn.gob.ar Es de uso compartido y gratuito. Cuenta con doce plazas (11 visitantes + el guía). Es preciso reservar con antelación; la reserva se hace efectiva cuando se envía la planilla y la ficha médica. La gestión se realiza con las autoridades de P.N. San GuillermoIntendencia La Colonia s/n, Rodeo. T: (02647) 40-6307 usopublicosanguillermo@apn.gob.ar
PASEOS Y EXCURSIONES – GUÍAS HABILITADOS
Guido D. Altamira T: (0264) 503-5147. guidodavida@hotmail.comNicolás Meglioli T: (0264) 436-4822. lamoradaaventura@hotmail.com
En el noroeste sanjuanino, es una de las áreas protegidas más difíciles de acceder. Pura puna, llanos infinitos y cielos prístinos. Read More