MIAMI (Enviado especial).- Conseguir un souvenir del Mundial de Clubes en Miami es tan difícil como que Messi falle un penal. Tan improbable como que un estadounidense promedio sepa que este domingo se enfrentan Bayern Munich y Flamengo en el Hard Rock Stadium, el escenario más grande de la ciudad. Tan raro como encontrar una piluso de Boca o una camiseta de Al Ahly en las tiendas de souvenirs. Se juega un torneo oficial de FIFA con los equipos mejor rankeados de cada continente, pero fuera del estadio, nada parece estar ocurriendo.
Uno puede recorrer aeropuertos, shoppings, casas de deportes y locales turísticos sin encontrar una sola referencia al torneo. Ni gorras, ni remeras, ni pines, ni vasos térmicos. Ni siquiera merchandising genérico con el logo de la competencia. Lo único que aparece cada tanto es la camiseta rosa de Inter Miami. O alguna prenda de Messi con la 10, aunque incluso eso escasea. “No traemos productos del Mundial de Clubes porque no se venden. Y los de Messi, por lo general, no los podemos vender por temas de licencia con la marca”, cuenta un vendedor de la zona de South Beach, acostumbrado a ofrecer recuerdos de todo tipo… menos de fútbol.
En Estados Unidos, el fútbol todavía pelea por hacerse espacio en una cultura deportiva dominada por el básquet, el béisbol y el fútbol americano. Y aunque la llegada de Messi a la MLS causó alto impacto a nivel comercial, lo hizo de manera puntual, girando en torno a su figura. No al deporte en sí. Y mucho menos a un torneo que, para el ciudadano estadounidense promedio, simplemente no existe.
Un ejemplo concreto: se camina por Lincoln Road, una de las zonas comerciales más transitadas de Miami, y se le pregunta a cinco personas al azar si saben qué partido se juega este domingo. Ninguna acierta. Se les da una pista: un equipo alemán contra uno brasileño. Tampoco. “Sé que hay un torneo, sí, pero no sabría decirte cuál. ¿Juega Brasil?”, se pregunta, confundido, un hombre con musculosa de los Heat.
Una comerciante es aún más directa: “Acá el Mundial de Clubes no despierta interés en nadie. Si me traen productos con ese logo, no las vendo ni a mitad de precio”. Y agrega algo que se repite en otros locales: “Lo único que me piden es algo de Messi, aunque en general se venden más artículos de fútbol americano y básquet.
La escena se repite en distintas zonas de Miami. En el Sawgrass Mall -uno de los outlets más grandes del mundo-, en negocios de recuerdos de la playa, en puestos callejeros. El Mundial de Clubes no figura en ninguna góndola. Es como si no se estuviera jugando. La única forma de saber que hay fútbol internacional en la ciudad es entrar a los estadios o cruzarse con hinchas latinos en la calle. Ellos sí están al tanto. Pero no tienen a mano un recuerdo oficial para llevarse a casa.
Mariana, hincha de Boca, llegó desde Nueva Jersey con su pareja colombiana. “Buscamos algo del torneo, aunque sea un llavero, pero nada. Al final terminamos comprando una remera de Inter Miami porque era lo único que había relacionado con el fútbol”, comenta.
En la Argentina, Brasil o cualquier punto de Sudamérica, un torneo así generaría una oleada de ventas de esos artículos. En Miami, en cambio, la lógica es otra. Si no hay demanda, no se invierte. Nadie quiere “tirar plata”, como resume un encargado de tienda en el Aventura Mall.
Así, el único recuerdo posible es la experiencia. La foto desde la tribuna. El video del gol. La selfie en la puerta del estadio. El Mundial de Clubes se juega, sí. Pero no se ve en las calles. No se conversa en los cafés. No aparece en las vidrieras. Tampoco es un tema del que se hable en los medios. Aunque en la televisión se habla mucho de deporte, el fútbol rara vez forma parte de la conversación. Al pedir un taxi para ir al estadio, el chofer suele responder: “¿Qué estadio? ¿Hay algún concierto?”.
Entonces, aunque este domingo se enfrenten Flamengo y Bayern Munich, dos colosos con historia y millones de hinchas, Miami no cambiará su tónica. Irán los latinos, cantarán las hinchadas, habrá festejos por la victoria y pesar por la derrota. Pero más allá de esa burbuja, nadie más se enterará. Con la eliminación de Boca, desaparecieron los banderazos, las caravanas, los bocinazos y las camisetas azules y amarillas que antes llenaban las calles. Y aunque miles de hinchas argentinos estuvieron presentes, los norteamericanos tampoco tenían muy claro qué hacían en Miami, a qué equipo pertenecían, ni contra quién jugaban, ni dónde, ni cuándo.
Estados Unidos ya fue sede de la Copa América, actualmente organiza el Mundial de Clubes y en 2026 será uno de los países anfitriones de la Copa del Mundo, junto a México y Canadá. La experiencia de 2024 dejó conforme a la FIFA, porque se sentía el entusiasmo de la gente en las tribunas. Sin embargo, ese público era mayormente latino, muy distinto al interés que muestra el estadounidense promedio por el fútbol.
En la ciudad del marketing, donde se hace negocio con todo, el fútbol todavía no encontró cómo venderse. Al menos no así. No sin Messi como protagonista central. No sin los colores de su bandera. No sin pertenecer al espectáculo tal y como ellos lo entienden.
Qué saben los estadounidenses del Mundial de Clubes
MIAMI (Enviado especial).- Conseguir un souvenir del Mundial de Clubes en Miami es tan difícil como que Messi falle un penal. Tan improbable como que un estadounidense promedio sepa que este domingo se enfrentan Bayern Munich y Flamengo en el Hard Rock Stadium, el escenario más grande de la ciudad. Tan raro como encontrar una piluso de Boca o una camiseta de Al Ahly en las tiendas de souvenirs. Se juega un torneo oficial de FIFA con los equipos mejor rankeados de cada continente, pero fuera del estadio, nada parece estar ocurriendo.
Uno puede recorrer aeropuertos, shoppings, casas de deportes y locales turísticos sin encontrar una sola referencia al torneo. Ni gorras, ni remeras, ni pines, ni vasos térmicos. Ni siquiera merchandising genérico con el logo de la competencia. Lo único que aparece cada tanto es la camiseta rosa de Inter Miami. O alguna prenda de Messi con la 10, aunque incluso eso escasea. “No traemos productos del Mundial de Clubes porque no se venden. Y los de Messi, por lo general, no los podemos vender por temas de licencia con la marca”, cuenta un vendedor de la zona de South Beach, acostumbrado a ofrecer recuerdos de todo tipo… menos de fútbol.
En Estados Unidos, el fútbol todavía pelea por hacerse espacio en una cultura deportiva dominada por el básquet, el béisbol y el fútbol americano. Y aunque la llegada de Messi a la MLS causó alto impacto a nivel comercial, lo hizo de manera puntual, girando en torno a su figura. No al deporte en sí. Y mucho menos a un torneo que, para el ciudadano estadounidense promedio, simplemente no existe.
Un ejemplo concreto: se camina por Lincoln Road, una de las zonas comerciales más transitadas de Miami, y se le pregunta a cinco personas al azar si saben qué partido se juega este domingo. Ninguna acierta. Se les da una pista: un equipo alemán contra uno brasileño. Tampoco. “Sé que hay un torneo, sí, pero no sabría decirte cuál. ¿Juega Brasil?”, se pregunta, confundido, un hombre con musculosa de los Heat.
Una comerciante es aún más directa: “Acá el Mundial de Clubes no despierta interés en nadie. Si me traen productos con ese logo, no las vendo ni a mitad de precio”. Y agrega algo que se repite en otros locales: “Lo único que me piden es algo de Messi, aunque en general se venden más artículos de fútbol americano y básquet.
La escena se repite en distintas zonas de Miami. En el Sawgrass Mall -uno de los outlets más grandes del mundo-, en negocios de recuerdos de la playa, en puestos callejeros. El Mundial de Clubes no figura en ninguna góndola. Es como si no se estuviera jugando. La única forma de saber que hay fútbol internacional en la ciudad es entrar a los estadios o cruzarse con hinchas latinos en la calle. Ellos sí están al tanto. Pero no tienen a mano un recuerdo oficial para llevarse a casa.
Mariana, hincha de Boca, llegó desde Nueva Jersey con su pareja colombiana. “Buscamos algo del torneo, aunque sea un llavero, pero nada. Al final terminamos comprando una remera de Inter Miami porque era lo único que había relacionado con el fútbol”, comenta.
En la Argentina, Brasil o cualquier punto de Sudamérica, un torneo así generaría una oleada de ventas de esos artículos. En Miami, en cambio, la lógica es otra. Si no hay demanda, no se invierte. Nadie quiere “tirar plata”, como resume un encargado de tienda en el Aventura Mall.
Así, el único recuerdo posible es la experiencia. La foto desde la tribuna. El video del gol. La selfie en la puerta del estadio. El Mundial de Clubes se juega, sí. Pero no se ve en las calles. No se conversa en los cafés. No aparece en las vidrieras. Tampoco es un tema del que se hable en los medios. Aunque en la televisión se habla mucho de deporte, el fútbol rara vez forma parte de la conversación. Al pedir un taxi para ir al estadio, el chofer suele responder: “¿Qué estadio? ¿Hay algún concierto?”.
Entonces, aunque este domingo se enfrenten Flamengo y Bayern Munich, dos colosos con historia y millones de hinchas, Miami no cambiará su tónica. Irán los latinos, cantarán las hinchadas, habrá festejos por la victoria y pesar por la derrota. Pero más allá de esa burbuja, nadie más se enterará. Con la eliminación de Boca, desaparecieron los banderazos, las caravanas, los bocinazos y las camisetas azules y amarillas que antes llenaban las calles. Y aunque miles de hinchas argentinos estuvieron presentes, los norteamericanos tampoco tenían muy claro qué hacían en Miami, a qué equipo pertenecían, ni contra quién jugaban, ni dónde, ni cuándo.
Estados Unidos ya fue sede de la Copa América, actualmente organiza el Mundial de Clubes y en 2026 será uno de los países anfitriones de la Copa del Mundo, junto a México y Canadá. La experiencia de 2024 dejó conforme a la FIFA, porque se sentía el entusiasmo de la gente en las tribunas. Sin embargo, ese público era mayormente latino, muy distinto al interés que muestra el estadounidense promedio por el fútbol.
En la ciudad del marketing, donde se hace negocio con todo, el fútbol todavía no encontró cómo venderse. Al menos no así. No sin Messi como protagonista central. No sin los colores de su bandera. No sin pertenecer al espectáculo tal y como ellos lo entienden.
Qué saben los estadounidenses del Mundial de Clubes No hay gorros, llaveros ni vasos a la venta. La llegada del ícono no alcanza a despertar en los locales la pasión por la pelota Read More