Eugenia Guerty: por qué se siente “una pieza de museo”, el rol que más la desafía y la “viejita” que la llena de vida

Cada sábado por la noche, Eugenia Guerty sale de su casa, en el barrio Colegiales, rumbo a Almagro. Y al llegar, desaparece. Su mirada potente se apacigua y su juventud se desvanece durante dos horas. En ese tiempo, la actriz, que supo brillar en obras como Toc Toc y en telenovelas como Campeones y Padre Coraje, le deja el dominio de su cuerpo a Luci, una anciana de 81 años que recibe a su hermana, Nidia, en su casa de Río de Janeiro.

Hace apenas unos meses que le da vida al personaje, que forma parte de la adaptación de la última novela que escribió Manuel Puig, Cae la noche tropical, pero lo conoce de cerca desde hace algunos años. Lo vio nacer desde el mismo escenario y cuando menos lo esperaba, le llegó la propuesta de interpretarlo. La puesta, una adaptación por Santiago Loza y Pablo Messiez, se presenta, con ciertas intermitencias, desde antes de la pandemia. Hasta mayo, Guerty interpretaba a Silvia, la vecina de estas hermanas, la que les aporta acción y cierto candor a la trama; pero con la salida de Ingrid Pellicori, Leonor Manso, su compañera de elenco y directora, le propuso hacerse cargo de la entrañable Luci, un personaje que casi la duplica en edad.

Sobre el derrotero de la obra, que hasta septiembre se presenta en la sala Hasta Trilce, Guerty le explicó a LA NACION: “Me convocó en 2019 Pablo Messier, que fue mi marido en La noche canta sus canciones y me encantó. Pero en 2020 se suspendió por la pandemia y retomamos tiempo después. Fue hermoso hacer a Silvia, la vecina, y es hermoso ahora hacer a una de las hermanas. Fue un desafío tremendo”.

-Son dos personajes con muchísimo texto, son las que cuentan la historia. ¿Eso implica un desafío extra?

-¡Luci tiene muchísimo texto! ¡A veces siento que estoy en el Canal de la Mancha remando; miro la costa y siento que no llego! Además, va hacia atrás y vuelve al relato…La otra vez le agradecí a Leonor. Estábamos en Paraná, habíamos ido a hacer función y le dije: “Te agradezco mucho la oportunidad”. Y se reía. Interpretar a esta viejita me llenó de vida.

-En esta, su última novela, Puig trata con una piedad inusitada a los personajes. Y haciendo un paralelismo con El Eternauta, quedan dos conceptos muy claros: que nadie se salva solo y que lo viejo sirve…

-Es así. La gente está recibiendo la obra con mayor receptividad, incluso más que en 2021, que veníamos de atravesar un momento muy difícil. Vienen, por ejemplo, nietas con las abuelas, y se emocionan profundamente. Está atravesando a la gente por su ternura, por el amor y porque trata de personas que se tratan bien. Es cierto que estas hermanas se chicanean y se contestan, pero se aman. Hay amor y complicidad; son compinches, se divierten y son pícaras. ¡Hay vida en ellas! Entre ellas se contagian y te queda el mensaje de que hasta último momento podés hacer algo más por vos, para estar mejor; podés dar vuelta una página.

-¿Qué referencias usaste para crear el personaje?

-Particularmente, a mí Luci me hace acordar a mi abuela Esther, que tuvo una vida muy dura. Trabajó mucho tiempo en la cocina de una escuela religiosa. Pero, además, yo me crié en un geriátrico en el que mi mamá, Marta, trabajaba. Pasé entre los 10 y 12 años tardes enteras hablando con viejos que no eran mis parientes. Escuchándolos. Ellos me contaban sus cosas… Y hay algo de incorporar ese mundo a la obra, esos olores, esos amores, esas soledades…

-¿Volviste alguna vez a ese lugar?

-Fui a actuar después de grande a ese geriátrico, porque era de unos tíos míos. Hicimos una función en el comedor, y nos llenó el alma. Hay una parte de la obra que me conmueve mucho, y al público también. Es cuando dicen: “¿Pensás que hay otro mundo? Yo no creo mucho, aunque volver a ver a mamá sería lindo. Mamá fue algo bueno que nos tocó”. A mí siempre me conmovió haciendo el personaje de Silvia, la vecina, escuchar ese diálogo detrás de escena, pensando en que ojala mis hijos digan eso; que me puedan recordar con cariño.

-Vos y tus cuatro hermanos están vinculados al arte: Marcela es actriz y guionista; Cecilia y Santiago también escriben y Pacho actúa… ¿Tus padres tenían algo que ver con este mundo?

-No. Mi papá era médico anestesista, pero le gustaba contar y escuchar historias y chistes, de esos largos, como los de Luis Landriscina. Y mi mamá es una mujer con un gran sentido del humor. La primera que decidió incursionar en el mundo del arte fue Marcela, que es 7 años mayor que yo. Cuando se fue a anotar a la Escuela de Arte Dramático, mi mamá le dijo: “Bueno, me preocupa de qué vas a vivir, pero si a vos te hace feliz, está bien”. Porque ella no pudo hacer lo que ella quería. Ella se reinventó porque no le quedó otra. El otro día se lo dije: “Yo en tu lugar hubiese salido corriendo”. Porque mi papá se borró bastante, y ella tuvo que tirar sola de ese carro con cinco hijos en los años ochenta. El clan se completa con los dos más chicos, del segundo matrimonio de mi papá, Felipe y Federico, que son nuestros hermanitos amados.

– Tus papás se separaron, pero tardaron en divorciarse…

-Claro, porque no existía el divorcio vincular. Mi mamá se puso muy feliz cuando salió la ley. En esa época yo miraba con ella en la tele Anillos de oro, de Ana Diosdado, y cuando el año pasado lo conocí a Imanol Arias le dije: “No sabés lo importante que fue el programa en el hogar de mi infancia, porque estaban legitimando el divorcio en un contexto tremendo”. Nosotros nos vinimos a Buenos Aires en el 82, un año complejo: la Guerra de Malvinas, la visita del Papa…

-¿Dónde vivían hasta ese momento?

-Mis papás son de acá, pero se fueron a vivir a Olavarría, y allí nacimos nosotros. Cuando se separaron, mi mamá se volvió con nosotros y al tiempo comenzó a trabajar en el geriátrico haciendo tareas administrativas. En ese momento, me mandaron a catequesis, y todos me miraban así; decían que el divorcio era el diablo… ¡Yo no quería ir más! La pasé muy mal. En mi escuela yo era la única con padres separados.

-Marcela es la que abrió un poco la puerta, pero vos desde niña, ya empezaste decir que querías ser actriz…

-Mi madrina siempre me contaba que eso era lo que yo decía sin parar. Una vez me hizo escuchar un casete TDK en el que contaba mis planes para el futuro. Fue un flash escucharme tan chiquita. Pero no sé cuál era el imaginario. Sí sé que yo me la pasaba disfrazada desde que me levantaba hasta que me acostaba. Se ve que esto de del juego de ser otro, que es lo que me sigue convocando y me sigue encendiendo y apasionando.

– Recién nos decías que esperabas que tus hijos te recordaran de la misma manera que Luci y Nidia evocan a su madre. ¿Siempre quisiste ser madre?

-Pasé de ser una adolescente que decía que quería tener cinco hijos a ser una chica joven que no quería ser madre. Y a último momento, me decidí. Y cuando tuve uno dije: “Ay, por la hermandad, que sean dos”. La verdad es que me agarraron un poco de grande los dos, pero es una hermosura la maternidad. Es muy trabajoso y ahora realmente es mucho más difícil económicamente. También es cierto que si los hombres se terminaran de copar con una paternidad a la par y presente, sería mucho más fácil, porque no tendríamos que abandonar nuestras carreras. Sé que suena fuerte hablar de abandono, pero hay laburos y profesiones que si las descuidás, indefectiblemente las estás abandonando.

-Aún así, la elegís…

-Sí, yo le recomiendo a todos que tengan hijos; es puro amor, te tracciona la energía y la resiliencia, te tiran para adelante. Y a la vez si no querés, no tenés, y está perfecto. Hay una parte del texto en el que hablamos sobre las plantas. “Regaba mis plantas y desde la ventana del dormitorio las veía crecer. Tan lindo que es ver crecer las cosas. Verlas subir desde el piso; pero bien agarradas a su raíz”. Y siempre que digo esa frase, pienso en mis hijos. Qué lindo que es ver crecer las cosas y a los chicos. Me preocupo a veces por ellos, por su futuro también… Por dejarlos armaditos, porque sean su mejor versión y por contagiarles el amor por lo que les gusta.

-¿Y qué les gusta?

-Mi hijo mayor, Simón, ya es muy teatrero, va al Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén y está recopado, y también va a teatro los miércoles. Él me ayudó a estudiar este texto. ¡Es muy exigente! Ahora, siempre, de la nada, me dice alguna frase suelta de la obra. Tiene mucho sentido del humor y es muy amoroso. Y Pol es pura ternura. Es un bombonazo. Con ellos conocí un amor nuevo, que te activa ese lugar de la leona que da su vida por sus cachorros. Y te proyecta, te da una sensación de que tenés un propósito y un trabajo a largo plazo.

-¿Qué cosas del futuro son las que más te preocupan en relación a tus hijos?

-Muchísimas. Tenemos que cuidar a las infancias y también a los viejitos, porque ahora todo está más complicado. Todos vamos a llegar, con suerte, a esa instancia. Y creo que no hay cosa peor que sentir que tu propio pueblo, tus propios compatriotas y tu propia gente y generaciones nuevas de ninguneen, te desprecien y no te valoren. Que no valoren todo el camino recorrido y todo lo que hiciste. Aunque todos sigamos queriendo ser adolescente hasta los 60 o 70, ya no lo somos. Tengo una frase de cabecera que es: “Tenés que dejar la adolescencia, porque la tiene que usar otra persona”. El planeta es adolescente; así estamos votando.

-Pensaba, como un hecho curioso, que mientras vos estabas haciendo Soy gitano, Pacho estaba haciendo Resistiré y eran los dos programas más vistos del de ese año y se sacaban chispas con el rating. ¿Cómo vieron esa experiencia?

-¡Era una locura, los dos tenían 30 puntos de rating! El poder de la televisión es tremendo. La gente ya no tiene lugares para ver brillar a sus ídolos, a sus referentes a los que veían en familia, incluso. Ahora cada uno mira lo que quiere, en su propio dispositivo y a la hora que le pinta. El otro día me di cuenta que pertenecí a algo que no existe más. Soy de la estirpe de los que trabajaban en tele. Y dije: ¡Qué flash!” Me agarró no como un viejazo, pero sí una sensación como de ser una pieza de museo. A Leonor la gente quiere verla, saludarla. Y también venir a verla al teatro es una maravilla, porque es una oportunidad de verla a ella brillando, con toda su experiencia, con toda su maravilla y su gran talento.

-Además de presentarse en la Ciudad de Buenos Aires, salen de gira. ¿Cuáles son los próximos destinos?

-En julio vamos a participar del Festival de Rafaela, que cumple 20 años, y en agosto nos vamos a Montevideo, a actuar en el emblemático Galpón, que es una maravilla. Y también seguimos acá, en Hasta Trilce, que es una sala hermosa, hasta septiembre.

– Al igual que ocurre con Cae la noche tropical, otros de tus proyectos teatrales se mantuvieron varios años en cartel, como Toc Toc o Tarascones. ¿Es una elección o una cuestión de suerte?

-Me pasa que si algo funciona y sigue, obviamente me copo. Soy bastante fiel por lo visto. Y también, que los proyectos nuevos me tienen que gustar. El teatro es tracción a sangre. Lo amo, pero me tiene que motivar mucho para ir a hacer la función; porque vos vas y ponés todo. Te pide, te da y te exige en cada función. Me ha pasado estar ensayando algo y decir: ‘No me siento bien. No voy a poder’. Y si no me siento cómoda en la instancia, no voy a poder venir a hacer función de miércoles a domingo”. Así que me bajo antes de que me genere un escozor, un rechazo. Es una sensación que viene bien de las tripas y si no me late… Imagínate que hice cuatro años Toc Toc, 1200 funciones.

-¿Y particularmente, qué fue lo que más te atrajo de Cae la noche tropical?

-Estamos en un momento en el que es importante valorar lo nuestro, nuestras producciones, nuestro arte, nuestra cultura. Y a nuestros viejos, que son parte de nuestra cultura; son quienes hecho todo antes que nosotros. La obra te lleva por todos esos lugares, y aparte contamos con un equipo increíble. Carolina Tejeda, que es una adorable actriz, compañera. Y Leonor… Trabajar con ella es un honor. Es una divina. Además, ella lo conoció a Puig en la filmación de Boquitas pintadas. Siempre dice que cree que ella cree que, donde esté, Manuel debe estar contento de lo que está pasando con la obra. De que estemos contando sus historias y que la gente conozca su poética. Y venir a Hasta Trilce los sábados a hacer la función, a sala llena, y ver que la gente se va contenta, es impagable. El teatro es el arte más analógico que nos queda y se sigue reproduciendo igual hace 2000 años. Nosotros somos una cooperativa, estamos generado nuestro propio trabajo, y por suerte la gente nos acompaña.

Cada sábado por la noche, Eugenia Guerty sale de su casa, en el barrio Colegiales, rumbo a Almagro. Y al llegar, desaparece. Su mirada potente se apacigua y su juventud se desvanece durante dos horas. En ese tiempo, la actriz, que supo brillar en obras como Toc Toc y en telenovelas como Campeones y Padre Coraje, le deja el dominio de su cuerpo a Luci, una anciana de 81 años que recibe a su hermana, Nidia, en su casa de Río de Janeiro.

Hace apenas unos meses que le da vida al personaje, que forma parte de la adaptación de la última novela que escribió Manuel Puig, Cae la noche tropical, pero lo conoce de cerca desde hace algunos años. Lo vio nacer desde el mismo escenario y cuando menos lo esperaba, le llegó la propuesta de interpretarlo. La puesta, una adaptación por Santiago Loza y Pablo Messiez, se presenta, con ciertas intermitencias, desde antes de la pandemia. Hasta mayo, Guerty interpretaba a Silvia, la vecina de estas hermanas, la que les aporta acción y cierto candor a la trama; pero con la salida de Ingrid Pellicori, Leonor Manso, su compañera de elenco y directora, le propuso hacerse cargo de la entrañable Luci, un personaje que casi la duplica en edad.

Sobre el derrotero de la obra, que hasta septiembre se presenta en la sala Hasta Trilce, Guerty le explicó a LA NACION: “Me convocó en 2019 Pablo Messier, que fue mi marido en La noche canta sus canciones y me encantó. Pero en 2020 se suspendió por la pandemia y retomamos tiempo después. Fue hermoso hacer a Silvia, la vecina, y es hermoso ahora hacer a una de las hermanas. Fue un desafío tremendo”.

-Son dos personajes con muchísimo texto, son las que cuentan la historia. ¿Eso implica un desafío extra?

-¡Luci tiene muchísimo texto! ¡A veces siento que estoy en el Canal de la Mancha remando; miro la costa y siento que no llego! Además, va hacia atrás y vuelve al relato…La otra vez le agradecí a Leonor. Estábamos en Paraná, habíamos ido a hacer función y le dije: “Te agradezco mucho la oportunidad”. Y se reía. Interpretar a esta viejita me llenó de vida.

-En esta, su última novela, Puig trata con una piedad inusitada a los personajes. Y haciendo un paralelismo con El Eternauta, quedan dos conceptos muy claros: que nadie se salva solo y que lo viejo sirve…

-Es así. La gente está recibiendo la obra con mayor receptividad, incluso más que en 2021, que veníamos de atravesar un momento muy difícil. Vienen, por ejemplo, nietas con las abuelas, y se emocionan profundamente. Está atravesando a la gente por su ternura, por el amor y porque trata de personas que se tratan bien. Es cierto que estas hermanas se chicanean y se contestan, pero se aman. Hay amor y complicidad; son compinches, se divierten y son pícaras. ¡Hay vida en ellas! Entre ellas se contagian y te queda el mensaje de que hasta último momento podés hacer algo más por vos, para estar mejor; podés dar vuelta una página.

-¿Qué referencias usaste para crear el personaje?

-Particularmente, a mí Luci me hace acordar a mi abuela Esther, que tuvo una vida muy dura. Trabajó mucho tiempo en la cocina de una escuela religiosa. Pero, además, yo me crié en un geriátrico en el que mi mamá, Marta, trabajaba. Pasé entre los 10 y 12 años tardes enteras hablando con viejos que no eran mis parientes. Escuchándolos. Ellos me contaban sus cosas… Y hay algo de incorporar ese mundo a la obra, esos olores, esos amores, esas soledades…

-¿Volviste alguna vez a ese lugar?

-Fui a actuar después de grande a ese geriátrico, porque era de unos tíos míos. Hicimos una función en el comedor, y nos llenó el alma. Hay una parte de la obra que me conmueve mucho, y al público también. Es cuando dicen: “¿Pensás que hay otro mundo? Yo no creo mucho, aunque volver a ver a mamá sería lindo. Mamá fue algo bueno que nos tocó”. A mí siempre me conmovió haciendo el personaje de Silvia, la vecina, escuchar ese diálogo detrás de escena, pensando en que ojala mis hijos digan eso; que me puedan recordar con cariño.

-Vos y tus cuatro hermanos están vinculados al arte: Marcela es actriz y guionista; Cecilia y Santiago también escriben y Pacho actúa… ¿Tus padres tenían algo que ver con este mundo?

-No. Mi papá era médico anestesista, pero le gustaba contar y escuchar historias y chistes, de esos largos, como los de Luis Landriscina. Y mi mamá es una mujer con un gran sentido del humor. La primera que decidió incursionar en el mundo del arte fue Marcela, que es 7 años mayor que yo. Cuando se fue a anotar a la Escuela de Arte Dramático, mi mamá le dijo: “Bueno, me preocupa de qué vas a vivir, pero si a vos te hace feliz, está bien”. Porque ella no pudo hacer lo que ella quería. Ella se reinventó porque no le quedó otra. El otro día se lo dije: “Yo en tu lugar hubiese salido corriendo”. Porque mi papá se borró bastante, y ella tuvo que tirar sola de ese carro con cinco hijos en los años ochenta. El clan se completa con los dos más chicos, del segundo matrimonio de mi papá, Felipe y Federico, que son nuestros hermanitos amados.

– Tus papás se separaron, pero tardaron en divorciarse…

-Claro, porque no existía el divorcio vincular. Mi mamá se puso muy feliz cuando salió la ley. En esa época yo miraba con ella en la tele Anillos de oro, de Ana Diosdado, y cuando el año pasado lo conocí a Imanol Arias le dije: “No sabés lo importante que fue el programa en el hogar de mi infancia, porque estaban legitimando el divorcio en un contexto tremendo”. Nosotros nos vinimos a Buenos Aires en el 82, un año complejo: la Guerra de Malvinas, la visita del Papa…

-¿Dónde vivían hasta ese momento?

-Mis papás son de acá, pero se fueron a vivir a Olavarría, y allí nacimos nosotros. Cuando se separaron, mi mamá se volvió con nosotros y al tiempo comenzó a trabajar en el geriátrico haciendo tareas administrativas. En ese momento, me mandaron a catequesis, y todos me miraban así; decían que el divorcio era el diablo… ¡Yo no quería ir más! La pasé muy mal. En mi escuela yo era la única con padres separados.

-Marcela es la que abrió un poco la puerta, pero vos desde niña, ya empezaste decir que querías ser actriz…

-Mi madrina siempre me contaba que eso era lo que yo decía sin parar. Una vez me hizo escuchar un casete TDK en el que contaba mis planes para el futuro. Fue un flash escucharme tan chiquita. Pero no sé cuál era el imaginario. Sí sé que yo me la pasaba disfrazada desde que me levantaba hasta que me acostaba. Se ve que esto de del juego de ser otro, que es lo que me sigue convocando y me sigue encendiendo y apasionando.

– Recién nos decías que esperabas que tus hijos te recordaran de la misma manera que Luci y Nidia evocan a su madre. ¿Siempre quisiste ser madre?

-Pasé de ser una adolescente que decía que quería tener cinco hijos a ser una chica joven que no quería ser madre. Y a último momento, me decidí. Y cuando tuve uno dije: “Ay, por la hermandad, que sean dos”. La verdad es que me agarraron un poco de grande los dos, pero es una hermosura la maternidad. Es muy trabajoso y ahora realmente es mucho más difícil económicamente. También es cierto que si los hombres se terminaran de copar con una paternidad a la par y presente, sería mucho más fácil, porque no tendríamos que abandonar nuestras carreras. Sé que suena fuerte hablar de abandono, pero hay laburos y profesiones que si las descuidás, indefectiblemente las estás abandonando.

-Aún así, la elegís…

-Sí, yo le recomiendo a todos que tengan hijos; es puro amor, te tracciona la energía y la resiliencia, te tiran para adelante. Y a la vez si no querés, no tenés, y está perfecto. Hay una parte del texto en el que hablamos sobre las plantas. “Regaba mis plantas y desde la ventana del dormitorio las veía crecer. Tan lindo que es ver crecer las cosas. Verlas subir desde el piso; pero bien agarradas a su raíz”. Y siempre que digo esa frase, pienso en mis hijos. Qué lindo que es ver crecer las cosas y a los chicos. Me preocupo a veces por ellos, por su futuro también… Por dejarlos armaditos, porque sean su mejor versión y por contagiarles el amor por lo que les gusta.

-¿Y qué les gusta?

-Mi hijo mayor, Simón, ya es muy teatrero, va al Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén y está recopado, y también va a teatro los miércoles. Él me ayudó a estudiar este texto. ¡Es muy exigente! Ahora, siempre, de la nada, me dice alguna frase suelta de la obra. Tiene mucho sentido del humor y es muy amoroso. Y Pol es pura ternura. Es un bombonazo. Con ellos conocí un amor nuevo, que te activa ese lugar de la leona que da su vida por sus cachorros. Y te proyecta, te da una sensación de que tenés un propósito y un trabajo a largo plazo.

-¿Qué cosas del futuro son las que más te preocupan en relación a tus hijos?

-Muchísimas. Tenemos que cuidar a las infancias y también a los viejitos, porque ahora todo está más complicado. Todos vamos a llegar, con suerte, a esa instancia. Y creo que no hay cosa peor que sentir que tu propio pueblo, tus propios compatriotas y tu propia gente y generaciones nuevas de ninguneen, te desprecien y no te valoren. Que no valoren todo el camino recorrido y todo lo que hiciste. Aunque todos sigamos queriendo ser adolescente hasta los 60 o 70, ya no lo somos. Tengo una frase de cabecera que es: “Tenés que dejar la adolescencia, porque la tiene que usar otra persona”. El planeta es adolescente; así estamos votando.

-Pensaba, como un hecho curioso, que mientras vos estabas haciendo Soy gitano, Pacho estaba haciendo Resistiré y eran los dos programas más vistos del de ese año y se sacaban chispas con el rating. ¿Cómo vieron esa experiencia?

-¡Era una locura, los dos tenían 30 puntos de rating! El poder de la televisión es tremendo. La gente ya no tiene lugares para ver brillar a sus ídolos, a sus referentes a los que veían en familia, incluso. Ahora cada uno mira lo que quiere, en su propio dispositivo y a la hora que le pinta. El otro día me di cuenta que pertenecí a algo que no existe más. Soy de la estirpe de los que trabajaban en tele. Y dije: ¡Qué flash!” Me agarró no como un viejazo, pero sí una sensación como de ser una pieza de museo. A Leonor la gente quiere verla, saludarla. Y también venir a verla al teatro es una maravilla, porque es una oportunidad de verla a ella brillando, con toda su experiencia, con toda su maravilla y su gran talento.

-Además de presentarse en la Ciudad de Buenos Aires, salen de gira. ¿Cuáles son los próximos destinos?

-En julio vamos a participar del Festival de Rafaela, que cumple 20 años, y en agosto nos vamos a Montevideo, a actuar en el emblemático Galpón, que es una maravilla. Y también seguimos acá, en Hasta Trilce, que es una sala hermosa, hasta septiembre.

– Al igual que ocurre con Cae la noche tropical, otros de tus proyectos teatrales se mantuvieron varios años en cartel, como Toc Toc o Tarascones. ¿Es una elección o una cuestión de suerte?

-Me pasa que si algo funciona y sigue, obviamente me copo. Soy bastante fiel por lo visto. Y también, que los proyectos nuevos me tienen que gustar. El teatro es tracción a sangre. Lo amo, pero me tiene que motivar mucho para ir a hacer la función; porque vos vas y ponés todo. Te pide, te da y te exige en cada función. Me ha pasado estar ensayando algo y decir: ‘No me siento bien. No voy a poder’. Y si no me siento cómoda en la instancia, no voy a poder venir a hacer función de miércoles a domingo”. Así que me bajo antes de que me genere un escozor, un rechazo. Es una sensación que viene bien de las tripas y si no me late… Imagínate que hice cuatro años Toc Toc, 1200 funciones.

-¿Y particularmente, qué fue lo que más te atrajo de Cae la noche tropical?

-Estamos en un momento en el que es importante valorar lo nuestro, nuestras producciones, nuestro arte, nuestra cultura. Y a nuestros viejos, que son parte de nuestra cultura; son quienes hecho todo antes que nosotros. La obra te lleva por todos esos lugares, y aparte contamos con un equipo increíble. Carolina Tejeda, que es una adorable actriz, compañera. Y Leonor… Trabajar con ella es un honor. Es una divina. Además, ella lo conoció a Puig en la filmación de Boquitas pintadas. Siempre dice que cree que ella cree que, donde esté, Manuel debe estar contento de lo que está pasando con la obra. De que estemos contando sus historias y que la gente conozca su poética. Y venir a Hasta Trilce los sábados a hacer la función, a sala llena, y ver que la gente se va contenta, es impagable. El teatro es el arte más analógico que nos queda y se sigue reproduciendo igual hace 2000 años. Nosotros somos una cooperativa, estamos generado nuestro propio trabajo, y por suerte la gente nos acompaña.

 La actriz, que se luce junto a Leonor Manso en Cae la noche tropical, reflexiona sobre el teatro, el fin de la televisión, la maternidad y la importancia de valorar a los adultos mayores  Read More