Salvo honrosas excepciones, nuestros egresados de la escuela secundaria tienen graves dificultades para insertarse laboralmente. A la falta de comprensión lectora se le suma el desconocimiento de operaciones matemáticas básicas, como confirmaron el 70% de los 10.800 aspirantes recientes a un puesto entrevistados por Techint, y otros antes, en la empresa Toyota, que no pudo encontrar 200 personas con el secundario completo para contratar. La realidad muestra que el proceso de aprendizaje no solo ha perdido valor y jerarquía, sino que ha sido sometido a las mismas miserias que castigan al tejido social.
Recurrimos a la salida fácil de bajar la vara para que no haya reprobados como si inocentemente creyéramos que tener un “aprobado” en el boletín es sinónimo de haber aprendido. Se termina la primaria sin saber, se termina la secundaria sin saber y se ingresa eventualmente a la universidad porque no hay pruebas de ingreso. Con el camino despejado, cada escalón no es más que un trámite alejado del profundo proceso de incorporación de saberes que demanda disciplina y esfuerzo.
Más de una generación ha quedado irreparablemente atrapada en este estado de cosas y el reinado descontrolado de las pantallas en las aulas podría también empeorar el escenario. Todo indica que si seguimos sin escuchar las alarmas, otras seguirán, y ya no habrá remedio. Esta sociedad, que parece no reconocer ni entender la gravedad de la tragedia educativa, opta así por desentenderse, convirtiendo a nuestros jóvenes en víctimas sumidas en una espiral descendente que solo conduce al abismo.
Platón planteaba la alegoría de la caverna para reflejar la lucha entre la ignorancia y el conocimiento. Prisioneros dentro de una caverna sombría, encadenados mirando hacia una pared que solo proyecta sombras, podemos terminar creyendo que la educación es esto en lo que la hemos convertido, con un altísimo porcentaje de educandos cada vez más alejados de la luz y la verdad.
El recurso humano es irreemplazable a la hora de considerar las inversiones y financiaciones que capta un país respecto de otro. Su educación y formación lleva años y no se riega con facilismo y demagogia, como han querido hacernos creer quienes alimentaron en su provecho la miseria intelectual y el enfrentamiento ideológico. Hablamos de una inversión, no de un gasto. Si nuestro esfuerzo se limita a recuperar la economía, podremos ganar algunas manos, pero perderemos, a la larga, la partida. El progreso en el mundo transita por la vía del conocimiento, pero solo el reclamo de una sociedad convencida puede motorizarlo. ¿Qué esperamos para convocar y conformar un comité de expertos que conduzca ya mismo a la recuperación educativa? No hacerlo no es asumir un riesgo. Es aceptar que habremos perdido el futuro.
Salvo honrosas excepciones, nuestros egresados de la escuela secundaria tienen graves dificultades para insertarse laboralmente. A la falta de comprensión lectora se le suma el desconocimiento de operaciones matemáticas básicas, como confirmaron el 70% de los 10.800 aspirantes recientes a un puesto entrevistados por Techint, y otros antes, en la empresa Toyota, que no pudo encontrar 200 personas con el secundario completo para contratar. La realidad muestra que el proceso de aprendizaje no solo ha perdido valor y jerarquía, sino que ha sido sometido a las mismas miserias que castigan al tejido social.
Recurrimos a la salida fácil de bajar la vara para que no haya reprobados como si inocentemente creyéramos que tener un “aprobado” en el boletín es sinónimo de haber aprendido. Se termina la primaria sin saber, se termina la secundaria sin saber y se ingresa eventualmente a la universidad porque no hay pruebas de ingreso. Con el camino despejado, cada escalón no es más que un trámite alejado del profundo proceso de incorporación de saberes que demanda disciplina y esfuerzo.
Más de una generación ha quedado irreparablemente atrapada en este estado de cosas y el reinado descontrolado de las pantallas en las aulas podría también empeorar el escenario. Todo indica que si seguimos sin escuchar las alarmas, otras seguirán, y ya no habrá remedio. Esta sociedad, que parece no reconocer ni entender la gravedad de la tragedia educativa, opta así por desentenderse, convirtiendo a nuestros jóvenes en víctimas sumidas en una espiral descendente que solo conduce al abismo.
Platón planteaba la alegoría de la caverna para reflejar la lucha entre la ignorancia y el conocimiento. Prisioneros dentro de una caverna sombría, encadenados mirando hacia una pared que solo proyecta sombras, podemos terminar creyendo que la educación es esto en lo que la hemos convertido, con un altísimo porcentaje de educandos cada vez más alejados de la luz y la verdad.
El recurso humano es irreemplazable a la hora de considerar las inversiones y financiaciones que capta un país respecto de otro. Su educación y formación lleva años y no se riega con facilismo y demagogia, como han querido hacernos creer quienes alimentaron en su provecho la miseria intelectual y el enfrentamiento ideológico. Hablamos de una inversión, no de un gasto. Si nuestro esfuerzo se limita a recuperar la economía, podremos ganar algunas manos, pero perderemos, a la larga, la partida. El progreso en el mundo transita por la vía del conocimiento, pero solo el reclamo de una sociedad convencida puede motorizarlo. ¿Qué esperamos para convocar y conformar un comité de expertos que conduzca ya mismo a la recuperación educativa? No hacerlo no es asumir un riesgo. Es aceptar que habremos perdido el futuro.
Salvo honrosas excepciones, nuestros egresados de la escuela secundaria tienen graves dificultades para insertarse laboralmente. A la falta de comprensión lectora se le suma el desconocimiento de operaciones matemáticas básicas, como confirmaron el 70% de los 10.800 aspirantes recientes a un puesto entrevistados por Techint, y otros antes, en la empresa Toyota, que no pudo encontrar 200 personas con el secundario completo para contratar. La realidad muestra que el proceso de aprendizaje no solo ha perdido valor y jerarquía, sino que ha sido sometido a las mismas miserias que castigan al tejido social.Recurrimos a la salida fácil de bajar la vara para que no haya reprobados como si inocentemente creyéramos que tener un “aprobado” en el boletín es sinónimo de haber aprendido. Se termina la primaria sin saber, se termina la secundaria sin saber y se ingresa eventualmente a la universidad porque no hay pruebas de ingreso. Con el camino despejado, cada escalón no es más que un trámite alejado del profundo proceso de incorporación de saberes que demanda disciplina y esfuerzo. Más de una generación ha quedado irreparablemente atrapada en este estado de cosas y el reinado descontrolado de las pantallas en las aulas podría también empeorar el escenario. Todo indica que si seguimos sin escuchar las alarmas, otras seguirán, y ya no habrá remedio. Esta sociedad, que parece no reconocer ni entender la gravedad de la tragedia educativa, opta así por desentenderse, convirtiendo a nuestros jóvenes en víctimas sumidas en una espiral descendente que solo conduce al abismo.Platón planteaba la alegoría de la caverna para reflejar la lucha entre la ignorancia y el conocimiento. Prisioneros dentro de una caverna sombría, encadenados mirando hacia una pared que solo proyecta sombras, podemos terminar creyendo que la educación es esto en lo que la hemos convertido, con un altísimo porcentaje de educandos cada vez más alejados de la luz y la verdad. El recurso humano es irreemplazable a la hora de considerar las inversiones y financiaciones que capta un país respecto de otro. Su educación y formación lleva años y no se riega con facilismo y demagogia, como han querido hacernos creer quienes alimentaron en su provecho la miseria intelectual y el enfrentamiento ideológico. Hablamos de una inversión, no de un gasto. Si nuestro esfuerzo se limita a recuperar la economía, podremos ganar algunas manos, pero perderemos, a la larga, la partida. El progreso en el mundo transita por la vía del conocimiento, pero solo el reclamo de una sociedad convencida puede motorizarlo. ¿Qué esperamos para convocar y conformar un comité de expertos que conduzca ya mismo a la recuperación educativa? No hacerlo no es asumir un riesgo. Es aceptar que habremos perdido el futuro. Read More