Sean Cameron: estudió en Escocia e Inglaterra, hizo clic como empresario del agro y habla de un negocio exitoso

Desde su establecimiento en Pieres, partido bonaerense de Lobería, Sean Cameron transformó su forma de producir: dejó atrás los commodities para enfocarse en cultivos especiales, riego y servicios de alto valor. Su testimonio, que será parte del Congreso Aapresid “Código Abierto”, refleja una manera de vivir y pensar el agro que rompe moldes clásicos de la agricultura de la región. Del 6 al 8 de agosto, el Congreso Aapresid, con la organización de Expoagro, volverá a convertirse en el epicentro del pensamiento agropecuario argentino.

La historia de Cameron combina tradición, innovación, visión internacional y un fuerte compromiso con la vida rural. En el evento, no solo hablará de tecnologías o cultivos, sino de una forma de vida y de una manera de entender la producción agropecuaria que se aleja de los esquemas tradicionales.

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“Si tengo un cuento por contar, es justamente ese: hago muy poco de lo tradicional”, explicó. Actualmente, su establecimiento ha pasado de producir commodities a convertirse en un proveedor de servicios de alto valor, con foco en cultivos especiales y bajo riego.

Una historia que atraviesa continentes

Su vida comienza mucho antes de su propia llegada a Pieres. “El antepasado que llegó acá pasó una generación en Nueva Zelanda, su padre fue de Escocia a Nueva Zelanda y después el que nació allá, que es mi bisabuelo, llegó a la Argentina hacia 1890”, contó. Agregó: “Él trabajó en ganadería ovina en Tierra del Fuego, del lado chileno. Después de 20 años recorriendo la Patagonia, compró campo acá”.

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Así se inició un largo recorrido familiar vinculado al campo. Aunque nació y creció en la Argentina, cursó el secundario en Escocia, como su padre, su abuelo y sus hermanos. Luego estudió ingeniería química en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.

“Volví en el 93. En la Argentina siempre parece que está todo por hacer, y 30 años después, sigue igual. Pero nos tiró probar suerte acá y funcionó”, relató y contó que su llegada al campo familiar coincidió con un momento bisagra.

“Cuando llegué, se daban las condiciones para empezar la siembra directa. Hubo cambios importantes de cómo se hacían las cosas”, recordó y aclaró que su padre, que recibió una parcela luego de una partición familiar, comenzó casi de cero, con una pequeña fracción de campo al borde de la ruta.

Fue también una época de intenso aprendizaje. “No había muchos libros ni manuales. Fue una época en la que se aprendía trabajando. Venía sin preconceptos. Estudié ingeniería química, no agronómica, así que eso me ayudó a tener la mente abierta”, dijo.

Esa apertura fue clave para adoptar nuevas prácticas. “Me acuerdo que fuimos a un Congreso Aapresid en el 93 y salimos diciendo: todo lo que hacemos está mal. Fue un shock, pero necesario”, admitió. Ese espíritu de cuestionamiento y de adaptación rápida fue marcando su camino.

La gran transformación del modelo de Cameron se consolidó con una decisión estratégica: dejar de pensar en el campo solo como una fuente de producción de commodities y convertirlo en una unidad de servicios para terceros. “Tengo muchos equipos de riego. Eso me permite ser un productor confiable, alguien que puede garantizar producción”, explicó y sostuvo que esa confiabilidad es clave para trabajar con clientes exigentes, como semilleros de maíz o industrias que necesitan asegurarse materia prima: “Cuando sos confiable, te miran distinto. Un semillero que no logra producir, no tiene semilla para vender. Por eso ser confiable cambia todo”.

Los números lo dicen todo. “Un buen cultivo de maíz bajo riego factura 2000 o 2500 dólares por hectárea. Pero la semilla que se produce con riego puede valer 30.000 dólares. Ahí la discusión sobre la renta es otra”, expresó.

Hoy en su campo se cultivan maíz dulce, maíz semillero, trébol blanco y otros cultivos especiales. “Lo menos que hago es lo común. Cuando no encuentro más nada que hacer, siembro un poco de soja”, relató.

Vida rural, familia y legado

La vida en Pieres no es solo una decisión productiva, sino también una elección de vida. “Vivimos acá. Es nuestro único hogar. Eso cambia muchísimo respecto a otros campos donde nadie vive y que son visitados cinco veces al año por alguien de un pool”, sostuvo.

Para Cameron, la presencia constante en el campo es clave para sostener el tejido social rural: “Si la gente no vive en los campos, no hay comunidad rural”. Esa forma de vida también ha sido transmitida a las nuevas generaciones. Junto a su esposa canadiense, criaron cinco hijos, todos con educación secundaria en Canadá.

“Las dos mayores viven en el exterior, pero los tres varones han vuelto y muestran apego al campo. Eso no se enseña. O lo tenés o no lo tenés”, aseguró, contando que, de a poco, sus hijos comienzan a involucrarse.

Cameron define su establecimiento como un campo muy activo: “Tenemos 14 equipos de riego, camiones, maquinaria, siempre algo está pasando”. La comparación con los campos vecinos, más pasivos o arrendados, marca la diferencia. “Esto es mucho más participativo. Considero muy importante que el productor esté presente en el campo, para el sistema rural en general”, indicó.

Parte de esa mirada también se construyó viajando: “Hice dos viajes clave: uno a Nueva Zelanda y otro al estado de Washington, en EEUU. Volvés con ideas muy distintas de las que manejamos acá en la pampa húmeda”.

La participación de Cameron en el Congreso Aapresid será en el marco de “Sistemas Integrados”, un eje temático que busca ampliar la mirada en la diversidad de producciones, mostrando casos reales y experiencias de productores que apuestan por otros sistemas de producción impulsando la diversificación y la integración.

Allí no solo compartirá un modelo de negocio o decisiones tecnológicas, sino una filosofía: “No se trata solo de producir más. Se trata de estar, de participar, de construir comunidad y pensar diferente”.

En definitiva, la historia de Cameron es un relato que conjuga pasado, presente y futuro. Un caso que refleja que la sustentabilidad no solo se mide en términos ambientales, sino también en términos humanos, sociales y culturales. El productor lo sintetizó: “Acá estamos. Haciendo cosas. Viviendo en el campo. Y tratando de dejar algo mejor para los que vienen”.

Desde su establecimiento en Pieres, partido bonaerense de Lobería, Sean Cameron transformó su forma de producir: dejó atrás los commodities para enfocarse en cultivos especiales, riego y servicios de alto valor. Su testimonio, que será parte del Congreso Aapresid “Código Abierto”, refleja una manera de vivir y pensar el agro que rompe moldes clásicos de la agricultura de la región. Del 6 al 8 de agosto, el Congreso Aapresid, con la organización de Expoagro, volverá a convertirse en el epicentro del pensamiento agropecuario argentino.

La historia de Cameron combina tradición, innovación, visión internacional y un fuerte compromiso con la vida rural. En el evento, no solo hablará de tecnologías o cultivos, sino de una forma de vida y de una manera de entender la producción agropecuaria que se aleja de los esquemas tradicionales.

Punto por punto: qué modificó Milei en el INTA y qué va a pasar con otro organismo clave

“Si tengo un cuento por contar, es justamente ese: hago muy poco de lo tradicional”, explicó. Actualmente, su establecimiento ha pasado de producir commodities a convertirse en un proveedor de servicios de alto valor, con foco en cultivos especiales y bajo riego.

Una historia que atraviesa continentes

Su vida comienza mucho antes de su propia llegada a Pieres. “El antepasado que llegó acá pasó una generación en Nueva Zelanda, su padre fue de Escocia a Nueva Zelanda y después el que nació allá, que es mi bisabuelo, llegó a la Argentina hacia 1890”, contó. Agregó: “Él trabajó en ganadería ovina en Tierra del Fuego, del lado chileno. Después de 20 años recorriendo la Patagonia, compró campo acá”.

Reforma del INTA: el gremio presentará amparos para frenar el decreto de Milei y hará tomas simbólicas de edificios

Así se inició un largo recorrido familiar vinculado al campo. Aunque nació y creció en la Argentina, cursó el secundario en Escocia, como su padre, su abuelo y sus hermanos. Luego estudió ingeniería química en la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.

“Volví en el 93. En la Argentina siempre parece que está todo por hacer, y 30 años después, sigue igual. Pero nos tiró probar suerte acá y funcionó”, relató y contó que su llegada al campo familiar coincidió con un momento bisagra.

“Cuando llegué, se daban las condiciones para empezar la siembra directa. Hubo cambios importantes de cómo se hacían las cosas”, recordó y aclaró que su padre, que recibió una parcela luego de una partición familiar, comenzó casi de cero, con una pequeña fracción de campo al borde de la ruta.

Fue también una época de intenso aprendizaje. “No había muchos libros ni manuales. Fue una época en la que se aprendía trabajando. Venía sin preconceptos. Estudié ingeniería química, no agronómica, así que eso me ayudó a tener la mente abierta”, dijo.

Esa apertura fue clave para adoptar nuevas prácticas. “Me acuerdo que fuimos a un Congreso Aapresid en el 93 y salimos diciendo: todo lo que hacemos está mal. Fue un shock, pero necesario”, admitió. Ese espíritu de cuestionamiento y de adaptación rápida fue marcando su camino.

La gran transformación del modelo de Cameron se consolidó con una decisión estratégica: dejar de pensar en el campo solo como una fuente de producción de commodities y convertirlo en una unidad de servicios para terceros. “Tengo muchos equipos de riego. Eso me permite ser un productor confiable, alguien que puede garantizar producción”, explicó y sostuvo que esa confiabilidad es clave para trabajar con clientes exigentes, como semilleros de maíz o industrias que necesitan asegurarse materia prima: “Cuando sos confiable, te miran distinto. Un semillero que no logra producir, no tiene semilla para vender. Por eso ser confiable cambia todo”.

Los números lo dicen todo. “Un buen cultivo de maíz bajo riego factura 2000 o 2500 dólares por hectárea. Pero la semilla que se produce con riego puede valer 30.000 dólares. Ahí la discusión sobre la renta es otra”, expresó.

Hoy en su campo se cultivan maíz dulce, maíz semillero, trébol blanco y otros cultivos especiales. “Lo menos que hago es lo común. Cuando no encuentro más nada que hacer, siembro un poco de soja”, relató.

Vida rural, familia y legado

La vida en Pieres no es solo una decisión productiva, sino también una elección de vida. “Vivimos acá. Es nuestro único hogar. Eso cambia muchísimo respecto a otros campos donde nadie vive y que son visitados cinco veces al año por alguien de un pool”, sostuvo.

Para Cameron, la presencia constante en el campo es clave para sostener el tejido social rural: “Si la gente no vive en los campos, no hay comunidad rural”. Esa forma de vida también ha sido transmitida a las nuevas generaciones. Junto a su esposa canadiense, criaron cinco hijos, todos con educación secundaria en Canadá.

“Las dos mayores viven en el exterior, pero los tres varones han vuelto y muestran apego al campo. Eso no se enseña. O lo tenés o no lo tenés”, aseguró, contando que, de a poco, sus hijos comienzan a involucrarse.

Cameron define su establecimiento como un campo muy activo: “Tenemos 14 equipos de riego, camiones, maquinaria, siempre algo está pasando”. La comparación con los campos vecinos, más pasivos o arrendados, marca la diferencia. “Esto es mucho más participativo. Considero muy importante que el productor esté presente en el campo, para el sistema rural en general”, indicó.

Parte de esa mirada también se construyó viajando: “Hice dos viajes clave: uno a Nueva Zelanda y otro al estado de Washington, en EEUU. Volvés con ideas muy distintas de las que manejamos acá en la pampa húmeda”.

La participación de Cameron en el Congreso Aapresid será en el marco de “Sistemas Integrados”, un eje temático que busca ampliar la mirada en la diversidad de producciones, mostrando casos reales y experiencias de productores que apuestan por otros sistemas de producción impulsando la diversificación y la integración.

Allí no solo compartirá un modelo de negocio o decisiones tecnológicas, sino una filosofía: “No se trata solo de producir más. Se trata de estar, de participar, de construir comunidad y pensar diferente”.

En definitiva, la historia de Cameron es un relato que conjuga pasado, presente y futuro. Un caso que refleja que la sustentabilidad no solo se mide en términos ambientales, sino también en términos humanos, sociales y culturales. El productor lo sintetizó: “Acá estamos. Haciendo cosas. Viviendo en el campo. Y tratando de dejar algo mejor para los que vienen”.

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