¡A toda esa casta la vamo’ a reventar!

“Pega, y pega, la casta no deja de pegar, pero todas esas leyes truchas se las voy a reventar”, vociferaba anteanoche, al borde de un estrés emocional, Javi Milei. Las versiones entre quienes fueron testigos en Olivos de ese arrebato de ira –Karina y los cinco perros– difieren: algunos están seguros de haber oído “reventar”; otros, “revetar”, es decir, vetar con porfía, saña, odio. Horas antes, en un golpe tipo comando el kirchnerismo apátrida había tomado el Senado por asalto y con la complicidad de Vicky Villarruel, alias “Traidora”, y de otros personeros de la Internacional Socialista había aprobado un paquete de inocultable sesgo subversivo: aumento de 7% a los jubilados, prórroga de la ayuda a discapacitados, asistencia a Bahía Blanca y distribución de fondos a las provincias. Nada que no hubiese adelantado el miércoles el oráculo mayor del Gobierno, Alejandro Fantino, por orden de Toto Caputo: “Van por el equilibrio fiscal. El misilazo está dirigido a la columna que sostiene el programa económico. Si se cae esa columna, se cae todo”. Pará, pará, pará, Ale: ¿estás sugiriendo que asistimos a un golpe de Estado? “No sé –me respondió al toque­–. Soy un ensobrado. Recibo en un sobre lo que quieren que diga”.

En mi caso es todo lo contrario: desde la oficina del Niño Caputo, Caputín, me indican los temas que no puedo tocar. Esta semana, la lista era interminable: ni una palabra del escándalo del avión del empresario Scatturice; tampoco de los malolientes pagos que en el verano hizo Hayden Davis minutos después de dejar la Casa Rosada y minutos antes del lanzamiento presidencial de la memecoin; mucho menos del desaprensivo boicot de los gobernadores al Pelu en Tucumán; silenzio stampa sobre la aprobación del paquete de leyes destituyentes; ignorar por completo la coproducción de Toto y Ale, que se demostró más dañina que el misilazo, y hacerme el distraído con la trepada del dólar, que, como quien no quiere la cosa, ya llegó a 1300 mangos. Es decir, no me dejaban hablar de nada. Pregunté entonces con qué corno llenaba la columna. “Con el procesamiento de Alberto Fernández por el negociado de los seguros”. El problema es que Alberto fue. Le llego a dedicar un párrafo y me cuelgan en una plaza los lectores. Está a la vista que, por mi cuenta y riesgo, decidí ignorar el cepo de Caputín. Pero, para compensar y no ser blanco de las milicias digitales, me haré eco de la interesante propuesta presentada por uno de los árboles más nobles del bosque libertario, Daniel Parisini (el Gordo Dan), retuiteada ad infinitum: sacar “tanques a la calle” y “dinamitar el Congreso”. A la iniciativa solo le faltan algunas precisiones. ¿Por qué calles irían los tanques? (Tiro un dato: al Senado lo manejan desde San José al 1111). ¿Pato Bullrich se pondrá al volante? ¿Hay suficiente dinamita? ¿Con el Congreso vacío o con toda la casta adentro? Apenas se conozcan los detalles, cuenten conmigo. Tengo mucha vena hinchada desde hace rato, y muchas ganas de impartir justicia por mano propia. ¿Por quién empezaría? No sé si por Daniel Parisini o por el Gordo Dan.

Los desgraciados episodios de esta semana, en especial el del jet furtivo, deben llevarnos a una profunda reflexión. Hay que mejorar la calidad de las desmentidas. No pido ser “decentes, morales y correctos”, tal cual enseñaba mi padre, porque quizás esos atributos no estén disponibles en el mercado. Solo llamo a ser más profesionales en las reacciones. Al estallar el criptogate, la respuesta de Javi fue que se trataba de un negocio de timberos, “como ir al casino”, y todavía no se había sacado la ropa de crupier. Cuando Pagni reveló lo del avión, meses atrás, salieron como enajenados a llamarlo mentiroso; error: en esos casos hay que agradecer la información y anunciar que se investigará “hasta las últimas consecuencias” y “caiga quien caiga”; quiero decir, una buena cortina de humo. El blooper de Caputo y Fantino no debería haber sido explicado como una fake news, si hasta estaban todas las grabaciones, sino con el clásico “los sacaron de contexto”, quitamanchas de probada efectividad.

Hay algo más. El bombero de turno suele ser Javi, que, arrojado, se pone mangueras al hombro y sale a enfrentar las llamas. A ver: su expertise en sobreactuaciones funciona bien en múltiples circunstancias y escenarios, es un verdadero showman en sets de TV (Milei Entertainment Group), pero al destaparse asuntos graves que rozan la credibilidad y honorabilidad del Gobierno se necesita… Junto fuerzas y lo digo: se necesita un funcionario serio, consistente, que conozca el tema, que no redoble la apuesta, que no se haga el loco. Llamado a la responsabilidad: ¡cuiden a nuestro presidente! No lo expongan, no lo desnuden. Con perdón de la metáfora, bozal y tobillera. A los leones los preferimos enjaulados.

Ningún demérito admitir nuestras limitaciones. Le cabe al Pelu la poesía del gran Alfredo Zitarrosa al cantarle a Doña Soledad, la que “quiso querer, pero no pudo poder”.

“Pega, y pega, la casta no deja de pegar, pero todas esas leyes truchas se las voy a reventar”, vociferaba anteanoche, al borde de un estrés emocional, Javi Milei. Las versiones entre quienes fueron testigos en Olivos de ese arrebato de ira –Karina y los cinco perros– difieren: algunos están seguros de haber oído “reventar”; otros, “revetar”, es decir, vetar con porfía, saña, odio. Horas antes, en un golpe tipo comando el kirchnerismo apátrida había tomado el Senado por asalto y con la complicidad de Vicky Villarruel, alias “Traidora”, y de otros personeros de la Internacional Socialista había aprobado un paquete de inocultable sesgo subversivo: aumento de 7% a los jubilados, prórroga de la ayuda a discapacitados, asistencia a Bahía Blanca y distribución de fondos a las provincias. Nada que no hubiese adelantado el miércoles el oráculo mayor del Gobierno, Alejandro Fantino, por orden de Toto Caputo: “Van por el equilibrio fiscal. El misilazo está dirigido a la columna que sostiene el programa económico. Si se cae esa columna, se cae todo”. Pará, pará, pará, Ale: ¿estás sugiriendo que asistimos a un golpe de Estado? “No sé –me respondió al toque­–. Soy un ensobrado. Recibo en un sobre lo que quieren que diga”.

En mi caso es todo lo contrario: desde la oficina del Niño Caputo, Caputín, me indican los temas que no puedo tocar. Esta semana, la lista era interminable: ni una palabra del escándalo del avión del empresario Scatturice; tampoco de los malolientes pagos que en el verano hizo Hayden Davis minutos después de dejar la Casa Rosada y minutos antes del lanzamiento presidencial de la memecoin; mucho menos del desaprensivo boicot de los gobernadores al Pelu en Tucumán; silenzio stampa sobre la aprobación del paquete de leyes destituyentes; ignorar por completo la coproducción de Toto y Ale, que se demostró más dañina que el misilazo, y hacerme el distraído con la trepada del dólar, que, como quien no quiere la cosa, ya llegó a 1300 mangos. Es decir, no me dejaban hablar de nada. Pregunté entonces con qué corno llenaba la columna. “Con el procesamiento de Alberto Fernández por el negociado de los seguros”. El problema es que Alberto fue. Le llego a dedicar un párrafo y me cuelgan en una plaza los lectores. Está a la vista que, por mi cuenta y riesgo, decidí ignorar el cepo de Caputín. Pero, para compensar y no ser blanco de las milicias digitales, me haré eco de la interesante propuesta presentada por uno de los árboles más nobles del bosque libertario, Daniel Parisini (el Gordo Dan), retuiteada ad infinitum: sacar “tanques a la calle” y “dinamitar el Congreso”. A la iniciativa solo le faltan algunas precisiones. ¿Por qué calles irían los tanques? (Tiro un dato: al Senado lo manejan desde San José al 1111). ¿Pato Bullrich se pondrá al volante? ¿Hay suficiente dinamita? ¿Con el Congreso vacío o con toda la casta adentro? Apenas se conozcan los detalles, cuenten conmigo. Tengo mucha vena hinchada desde hace rato, y muchas ganas de impartir justicia por mano propia. ¿Por quién empezaría? No sé si por Daniel Parisini o por el Gordo Dan.

Los desgraciados episodios de esta semana, en especial el del jet furtivo, deben llevarnos a una profunda reflexión. Hay que mejorar la calidad de las desmentidas. No pido ser “decentes, morales y correctos”, tal cual enseñaba mi padre, porque quizás esos atributos no estén disponibles en el mercado. Solo llamo a ser más profesionales en las reacciones. Al estallar el criptogate, la respuesta de Javi fue que se trataba de un negocio de timberos, “como ir al casino”, y todavía no se había sacado la ropa de crupier. Cuando Pagni reveló lo del avión, meses atrás, salieron como enajenados a llamarlo mentiroso; error: en esos casos hay que agradecer la información y anunciar que se investigará “hasta las últimas consecuencias” y “caiga quien caiga”; quiero decir, una buena cortina de humo. El blooper de Caputo y Fantino no debería haber sido explicado como una fake news, si hasta estaban todas las grabaciones, sino con el clásico “los sacaron de contexto”, quitamanchas de probada efectividad.

Hay algo más. El bombero de turno suele ser Javi, que, arrojado, se pone mangueras al hombro y sale a enfrentar las llamas. A ver: su expertise en sobreactuaciones funciona bien en múltiples circunstancias y escenarios, es un verdadero showman en sets de TV (Milei Entertainment Group), pero al destaparse asuntos graves que rozan la credibilidad y honorabilidad del Gobierno se necesita… Junto fuerzas y lo digo: se necesita un funcionario serio, consistente, que conozca el tema, que no redoble la apuesta, que no se haga el loco. Llamado a la responsabilidad: ¡cuiden a nuestro presidente! No lo expongan, no lo desnuden. Con perdón de la metáfora, bozal y tobillera. A los leones los preferimos enjaulados.

Ningún demérito admitir nuestras limitaciones. Le cabe al Pelu la poesía del gran Alfredo Zitarrosa al cantarle a Doña Soledad, la que “quiso querer, pero no pudo poder”.

 “Pega, y pega, la casta no deja de pegar, pero todas esas leyes truchas se las voy a reventar”, vociferaba anteanoche, al borde de un estrés emocional, Javi Milei. Las versiones entre quienes fueron testigos en Olivos de ese arrebato de ira –Karina y los cinco perros– difieren: algunos están seguros de haber oído “reventar”; otros, “revetar”, es decir, vetar con porfía, saña, odio. Horas antes, en un golpe tipo comando el kirchnerismo apátrida había tomado el Senado por asalto y con la complicidad de Vicky Villarruel, alias “Traidora”, y de otros personeros de la Internacional Socialista había aprobado un paquete de inocultable sesgo subversivo: aumento de 7% a los jubilados, prórroga de la ayuda a discapacitados, asistencia a Bahía Blanca y distribución de fondos a las provincias. Nada que no hubiese adelantado el miércoles el oráculo mayor del Gobierno, Alejandro Fantino, por orden de Toto Caputo: “Van por el equilibrio fiscal. El misilazo está dirigido a la columna que sostiene el programa económico. Si se cae esa columna, se cae todo”. Pará, pará, pará, Ale: ¿estás sugiriendo que asistimos a un golpe de Estado? “No sé –me respondió al toque­–. Soy un ensobrado. Recibo en un sobre lo que quieren que diga”.En mi caso es todo lo contrario: desde la oficina del Niño Caputo, Caputín, me indican los temas que no puedo tocar. Esta semana, la lista era interminable: ni una palabra del escándalo del avión del empresario Scatturice; tampoco de los malolientes pagos que en el verano hizo Hayden Davis minutos después de dejar la Casa Rosada y minutos antes del lanzamiento presidencial de la memecoin; mucho menos del desaprensivo boicot de los gobernadores al Pelu en Tucumán; silenzio stampa sobre la aprobación del paquete de leyes destituyentes; ignorar por completo la coproducción de Toto y Ale, que se demostró más dañina que el misilazo, y hacerme el distraído con la trepada del dólar, que, como quien no quiere la cosa, ya llegó a 1300 mangos. Es decir, no me dejaban hablar de nada. Pregunté entonces con qué corno llenaba la columna. “Con el procesamiento de Alberto Fernández por el negociado de los seguros”. El problema es que Alberto fue. Le llego a dedicar un párrafo y me cuelgan en una plaza los lectores. Está a la vista que, por mi cuenta y riesgo, decidí ignorar el cepo de Caputín. Pero, para compensar y no ser blanco de las milicias digitales, me haré eco de la interesante propuesta presentada por uno de los árboles más nobles del bosque libertario, Daniel Parisini (el Gordo Dan), retuiteada ad infinitum: sacar “tanques a la calle” y “dinamitar el Congreso”. A la iniciativa solo le faltan algunas precisiones. ¿Por qué calles irían los tanques? (Tiro un dato: al Senado lo manejan desde San José al 1111). ¿Pato Bullrich se pondrá al volante? ¿Hay suficiente dinamita? ¿Con el Congreso vacío o con toda la casta adentro? Apenas se conozcan los detalles, cuenten conmigo. Tengo mucha vena hinchada desde hace rato, y muchas ganas de impartir justicia por mano propia. ¿Por quién empezaría? No sé si por Daniel Parisini o por el Gordo Dan.Los desgraciados episodios de esta semana, en especial el del jet furtivo, deben llevarnos a una profunda reflexión. Hay que mejorar la calidad de las desmentidas. No pido ser “decentes, morales y correctos”, tal cual enseñaba mi padre, porque quizás esos atributos no estén disponibles en el mercado. Solo llamo a ser más profesionales en las reacciones. Al estallar el criptogate, la respuesta de Javi fue que se trataba de un negocio de timberos, “como ir al casino”, y todavía no se había sacado la ropa de crupier. Cuando Pagni reveló lo del avión, meses atrás, salieron como enajenados a llamarlo mentiroso; error: en esos casos hay que agradecer la información y anunciar que se investigará “hasta las últimas consecuencias” y “caiga quien caiga”; quiero decir, una buena cortina de humo. El blooper de Caputo y Fantino no debería haber sido explicado como una fake news, si hasta estaban todas las grabaciones, sino con el clásico “los sacaron de contexto”, quitamanchas de probada efectividad.Hay algo más. El bombero de turno suele ser Javi, que, arrojado, se pone mangueras al hombro y sale a enfrentar las llamas. A ver: su expertise en sobreactuaciones funciona bien en múltiples circunstancias y escenarios, es un verdadero showman en sets de TV (Milei Entertainment Group), pero al destaparse asuntos graves que rozan la credibilidad y honorabilidad del Gobierno se necesita… Junto fuerzas y lo digo: se necesita un funcionario serio, consistente, que conozca el tema, que no redoble la apuesta, que no se haga el loco. Llamado a la responsabilidad: ¡cuiden a nuestro presidente! No lo expongan, no lo desnuden. Con perdón de la metáfora, bozal y tobillera. A los leones los preferimos enjaulados.Ningún demérito admitir nuestras limitaciones. Le cabe al Pelu la poesía del gran Alfredo Zitarrosa al cantarle a Doña Soledad, la que “quiso querer, pero no pudo poder”.  Read More