La dirigencia política no oficialista ha empezado a explorar otros universos y a ensayar nuevos movimientos, pero, por ahora, sigue orbitando en torno de Javier Milei y lo que su gobierno hace, deja de hacer, acierta o falla, tanto en la construcción política como en el plano económico. Solo asoman bocetos que no terminan de plasmarse en una novedosa oferta concreta.
La conformación de una coalición, con propósitos difusos, formada por cinco gobernadores de cuatro espacios políticos diferentes, que hasta hace muy poco se caracterizaban por su conducta amigable con el Gobierno, refleja esa realidad. Tanto como la compleja conformación de alianzas claves en la ciudad de Buenos Aires, todavía sin definiciones ciertas entre La Libertad Avanza y el macrismo, cuando faltan solo cuatro días para que venza el plazo de inscripción de frentes.
En uno y otro caso, todos los actores y sus actos reafirman que el mazo lo tienen los hermanos Javier y Karina Milei y en los dos escenarios se expresa más una pulseada por restarle potencia a ese predominio que un intento serio por disputarle el control. Al menos, por ahora.
La presentación de la entente de los mandatarios Martín Llaryora (PJ-Córdoba), Maximiliano Pullaro (UCR-Santa Fe), Ignacio Torres (Pro-Chubut), Carlos Sadir (UCR-Jujuy) y Claudio Vidal (Energía para Transformar Santa Cruz) apunta a un armado electoral defensivo en cada territorio tendiente a preservar capacidad de acción frente al Gobierno en su demanda de recursos, defender sus intereses locales y mantener su representación en el Congreso de la Nación. No buscan dar (todavía, al menos) un salto a la escala nacional y ni siquiera regional.
El pronunciamiento hecho público al momento de aparecer en sociedad expone lo amplio y difuso de sus objetivos, que los llevan a asemejarse a un grupo de presión antes que asomar como un factor de poder. En todos los casos, el solapamiento de electores que apoyan a los gobernadores en la dimensión provincial y sostienen o han votado a Milei en el ámbito nacional constituye la base del dilema que enfrentan los mandatarios. Complejo equilibrio.
“Lo novedoso de los cinco es que no es una nueva liga de gobernadores o una fuerza electoral interprovincial, sino que se parece más a la conformación de un gremio para reclamar a la Nación y defenderse en sus territorios”, acierta el politólogo y consultor Gustavo Marangoni.
No puede negársele sinceridad al flamante agrupamiento al momento de la elección del nombre. Ni “Alianza”, ni “Fuerza”, ni “Compromiso”, ni “Frente”. Llamarlo “Un grito federal” es toda una admisión de que se trata, al menos por ahora, de un intento de llamar la atención, de ser escuchados, de una advertencia. Momentánea, coyuntural.
Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia, el grito es, en su primera acepción, “voz muy esforzada y levantada”, en la tercera acepción señala que es la “manifestación vehemente de un sentimiento colectivo”. Si no hay dudas de que fue una “manifestación vehemente”, igual de claro es que el “sentimiento colectivo” es el temor a que el futuro sea para este quinteto más complicado que el presente si el oficialismo se consolida no solo en el plano nacional, sino también en sus provincias. Es lo que los obligó a apurar sus planes.
Más temerosos que audaces
Al margen de sus muchas diferencias de orígenes y proyectos, los cinco tienen algunos puntos en común que permiten explicar su confluencia. Todos son gobernadores jóvenes, en la mitad de su primer mandato, de perfil moderado o centrista. Ninguno tiene una representación nacional que los contenga y esté en condiciones de defender sus intereses y amplificar sus demandas.
Por todo eso, en la primera etapa de la era mileísta todos se habían mostrado amigables y colaborativos con el gobierno nacional a la espera de una reciprocidad que les permitiera consolidarse y ahora ven que no les ha llegado en muchos planos.
La mayoría argumenta, contra la prédica mileísta, que lejos de ser gastadores compulsivos ellos han hecho tanto o más ajuste en sus gastos que el que hizo la Nación, mientras esta retacea recursos que les corresponden.
Es el caso de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), que la Casa Rosada y el Ministerio de Economía administran con la misma discrecionalidad que los más arbitrarios gobiernos que precedieron al mileísmo. Por eso, el Senado dio media sanción a un proyecto para regular su distribución.
Otro tanto ocurre con las obras públicas de las que la administración mileísta se desentiende, al tiempo que justifica el deterioro de la infraestructura en la herencia recibida, sin hacerse cargo de lo acumulado en los últimos 19 meses. Para explicar que no haya más accidentes viales que los que ya suceden en las rutas nacionales solo cabe recurrir a la fe.
A la mezquindad se le sumaría la ineficiencia de la gestión. “No solo el gobierno nacional no hace las obras, sino que cuando reclamás que te las transfieran para poder hacerlas o terminarlas nosotros, tardan una eternidad en responder, si es que lo hacen, como si fuera ayer que llegaron al gobierno”, dice uno de los mandatarios, con el que concuerdan algunos más que los otro cuatro “gritones” y muchos intendentes de varias provincias.
Ese combo tiene un efecto demasiado riesgoso para los gobernantes subnacionales. Sus administraciones son la primera ventanilla de queja para los ciudadanos de las provincias y los municipios que demandan soluciones. Más cuando muchos de ellos encuentran que el gobierno nacional satisface una de sus demandas más acuciantes, como es la baja de la inflación, y coinciden con la prédica de la baja del gasto público, hartos de que el Estado les saque o los complique más de lo que les provee o les soluciona.
A eso se agrega el impacto negativo en la actividad económica de esas provincias que están generando el ajuste y, hasta ahora, la apertura importadora, impulsada por el atraso cambiario que se registraba hasta el nuevo salto de la cotización. La Casa Rosada y las provincias manejan números muy distintos respecto de la recaudación y el empleo. Así la inminencia de las elecciones se ha convertido en un precipitador de novedades que no estaban en carpeta.
Estos cinco gobernadores, al igual que varios otros que miran con simpatía el ensayo, pero por diferentes razones están imposibilitados de sumarse o de ser aceptados, debieron cambiar sus planes ante esta realidad.
Ninguno de ellos pretendía asomar la cabeza fuera de las fronteras de sus provincias en su primer mandato. Menos, por ejemplo, el santafesino Pullaro, luego de imponerse en la elección de constituyentes para reformar la carta magna provincial y poder aspirar a un segundo turno que originalmente tenía vedado.
En el calendario de todos ellos la fecha resaltada era octubre de 2031. Allí apuntaban sus aspiraciones nacionales. La única excepción admitida a medias era la del precoz Ignacio Torres, el más joven de todos, que nunca ocultó su intención de proyectarse nacionalmente y lo hizo desde el primer día de su mandato. Para bien o para mal, ya no está solo en esa senda.
Como se ve, la conformación de este espacio político-gremial es menos producto de la voluntad de los gobernadores que fruto de las decisiones de gobierno de Milei y de las construcciones político-electorales de su hermana Karina, quien con el objetivo de la reelección presidencial en 2027 prefiere romper puentes sin reparar en efectos no deseados.
Tal vez, el Presidente debiera revisar a qué mujer de su propio espacio político le corresponde más responsabilidad por la rebelión parlamentaria que él le adjudica a “la traidora” Victoria Villarruel. Ya antes de los últimos avances de proyectos que desafían el nuclear superávit fiscal, el (¿ex?) supergurú Santiago Caputo advertía sobre las consecuencias de la táctica electoral karinista.
“Hace cuatro meses teníamos un solo adversario en serio en el Congreso y menos de 600 puntos de riesgo país. Hoy tenemos cada vez más legisladores que nos desafían y superamos los 700 puntos de riesgo, aunque seguimos teniendo la inflación controlada, el superávit intacto, el apoyo de Estados Unidos y logramos el acuerdo con el FMI”, decía Caputo, el asesor. Lo solía repetir en conversaciones reservadas en las que no solo se cuidaba de mencionar a la hermanísima, sino que insistía en que con ella tenía la mejor de las relaciones, aunque admitía que por debajo de ambos abundaban los conflictos, entre sus influencers de Las Fuerzas del Cielo y los heterogéneos territoriales de Karina.
A esos desajustes y daños colaterales les temía y les teme más el gurú libertario que a la potencialidad electoral de los adversarios. El riesgo es que la combinación de los efectos no deseados de las medidas de gobierno con los intentos de intrusión en territorios “amigos” pueda tener consecuencias mayores.
La otra escala porteña
Por ahora, todo sigue dependiendo del Gobierno, un colectivo que no es demasiado amplio y que padece divisiones internas. Pero que en su favor cuenta con atributos únicos. En especial, un conductor determinado como pocos para seguir su hoja de ruta e indiscutido en su liderazgo como ninguno, que ha logrado fijar varios mojones de éxito, sin que nadie asome en condiciones de ofrecer un trayecto alternativo y más atractivo. Para octubre de 2025 parece sobrarle si no comete más errores no forzados ni la realidad internacional le trae complicaciones. Nada para descartar.
De la superioridad de su espacio es de lo que está convencida la secretaria general de la Presidencia, para no atender advertencias. De ahí la tensión para terminar de cerrar un acuerdo con el macrismo en la ciudad de Buenos Aires, cuando no falta nada para inscribir las alianzas.
El objetivo de quedarse con el bastión porteño amarillo en 2027, sin socios minoritarios con los que compartir poder (y caja), no empezó ahora, pero avanza a paso redoblado. Por eso, solo le ha ofrecido migajas, que es lo que cree que merece y vale hoy Pro.
El macrismo fragmentado aun al interior de la propia familia fundadora sigue sin encontrar un rumbo. Hasta el instinto de supervivencia da señales de fatiga. Las próximas 72 horas serán decisivas. No solo para Pro, sino para otros espacios como los exsocios del extinto Juntos por el Cambio, que, si bien no volverían a ser socios como antes, podrían conformar una UTE (unión transitoria de empresas) para los comicios de octubre.
El renovado empoderamiento del mutifacético empresario del juego Daniel Angelici deja abierta las puertas para varias martingalas. Su diversidad de vínculos, que van desde la relación con el vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman, esposo de Pilar Ramírez, el brazo (y algo más) del karinismo porteño, hasta la dirigencia que controla el radicalismo local, su partido de origen, le permiten manejar el sabot. Aunque, como en otros de sus negocios, no es el único dueño y ni siquiera el accionista mayoritario. Pero a él le basta con no quedar de punto, aunque algunas de sus amistades se vean obligadas a hacer apuestas riesgosas y salgan perdidosas de sus mesas.
Otra demostración de que la dirigencia política no oficialista ha empezado a moverse, aunque el ritmo lo sigue marcando Milei. Hasta cuando se equivoca, emprende disputas innecesarias o le tocan semanas turbulentas. Pero siempre es por ahora.
La dirigencia política no oficialista ha empezado a explorar otros universos y a ensayar nuevos movimientos, pero, por ahora, sigue orbitando en torno de Javier Milei y lo que su gobierno hace, deja de hacer, acierta o falla, tanto en la construcción política como en el plano económico. Solo asoman bocetos que no terminan de plasmarse en una novedosa oferta concreta.
La conformación de una coalición, con propósitos difusos, formada por cinco gobernadores de cuatro espacios políticos diferentes, que hasta hace muy poco se caracterizaban por su conducta amigable con el Gobierno, refleja esa realidad. Tanto como la compleja conformación de alianzas claves en la ciudad de Buenos Aires, todavía sin definiciones ciertas entre La Libertad Avanza y el macrismo, cuando faltan solo cuatro días para que venza el plazo de inscripción de frentes.
En uno y otro caso, todos los actores y sus actos reafirman que el mazo lo tienen los hermanos Javier y Karina Milei y en los dos escenarios se expresa más una pulseada por restarle potencia a ese predominio que un intento serio por disputarle el control. Al menos, por ahora.
La presentación de la entente de los mandatarios Martín Llaryora (PJ-Córdoba), Maximiliano Pullaro (UCR-Santa Fe), Ignacio Torres (Pro-Chubut), Carlos Sadir (UCR-Jujuy) y Claudio Vidal (Energía para Transformar Santa Cruz) apunta a un armado electoral defensivo en cada territorio tendiente a preservar capacidad de acción frente al Gobierno en su demanda de recursos, defender sus intereses locales y mantener su representación en el Congreso de la Nación. No buscan dar (todavía, al menos) un salto a la escala nacional y ni siquiera regional.
El pronunciamiento hecho público al momento de aparecer en sociedad expone lo amplio y difuso de sus objetivos, que los llevan a asemejarse a un grupo de presión antes que asomar como un factor de poder. En todos los casos, el solapamiento de electores que apoyan a los gobernadores en la dimensión provincial y sostienen o han votado a Milei en el ámbito nacional constituye la base del dilema que enfrentan los mandatarios. Complejo equilibrio.
“Lo novedoso de los cinco es que no es una nueva liga de gobernadores o una fuerza electoral interprovincial, sino que se parece más a la conformación de un gremio para reclamar a la Nación y defenderse en sus territorios”, acierta el politólogo y consultor Gustavo Marangoni.
No puede negársele sinceridad al flamante agrupamiento al momento de la elección del nombre. Ni “Alianza”, ni “Fuerza”, ni “Compromiso”, ni “Frente”. Llamarlo “Un grito federal” es toda una admisión de que se trata, al menos por ahora, de un intento de llamar la atención, de ser escuchados, de una advertencia. Momentánea, coyuntural.
Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia, el grito es, en su primera acepción, “voz muy esforzada y levantada”, en la tercera acepción señala que es la “manifestación vehemente de un sentimiento colectivo”. Si no hay dudas de que fue una “manifestación vehemente”, igual de claro es que el “sentimiento colectivo” es el temor a que el futuro sea para este quinteto más complicado que el presente si el oficialismo se consolida no solo en el plano nacional, sino también en sus provincias. Es lo que los obligó a apurar sus planes.
Más temerosos que audaces
Al margen de sus muchas diferencias de orígenes y proyectos, los cinco tienen algunos puntos en común que permiten explicar su confluencia. Todos son gobernadores jóvenes, en la mitad de su primer mandato, de perfil moderado o centrista. Ninguno tiene una representación nacional que los contenga y esté en condiciones de defender sus intereses y amplificar sus demandas.
Por todo eso, en la primera etapa de la era mileísta todos se habían mostrado amigables y colaborativos con el gobierno nacional a la espera de una reciprocidad que les permitiera consolidarse y ahora ven que no les ha llegado en muchos planos.
La mayoría argumenta, contra la prédica mileísta, que lejos de ser gastadores compulsivos ellos han hecho tanto o más ajuste en sus gastos que el que hizo la Nación, mientras esta retacea recursos que les corresponden.
Es el caso de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN), que la Casa Rosada y el Ministerio de Economía administran con la misma discrecionalidad que los más arbitrarios gobiernos que precedieron al mileísmo. Por eso, el Senado dio media sanción a un proyecto para regular su distribución.
Otro tanto ocurre con las obras públicas de las que la administración mileísta se desentiende, al tiempo que justifica el deterioro de la infraestructura en la herencia recibida, sin hacerse cargo de lo acumulado en los últimos 19 meses. Para explicar que no haya más accidentes viales que los que ya suceden en las rutas nacionales solo cabe recurrir a la fe.
A la mezquindad se le sumaría la ineficiencia de la gestión. “No solo el gobierno nacional no hace las obras, sino que cuando reclamás que te las transfieran para poder hacerlas o terminarlas nosotros, tardan una eternidad en responder, si es que lo hacen, como si fuera ayer que llegaron al gobierno”, dice uno de los mandatarios, con el que concuerdan algunos más que los otro cuatro “gritones” y muchos intendentes de varias provincias.
Ese combo tiene un efecto demasiado riesgoso para los gobernantes subnacionales. Sus administraciones son la primera ventanilla de queja para los ciudadanos de las provincias y los municipios que demandan soluciones. Más cuando muchos de ellos encuentran que el gobierno nacional satisface una de sus demandas más acuciantes, como es la baja de la inflación, y coinciden con la prédica de la baja del gasto público, hartos de que el Estado les saque o los complique más de lo que les provee o les soluciona.
A eso se agrega el impacto negativo en la actividad económica de esas provincias que están generando el ajuste y, hasta ahora, la apertura importadora, impulsada por el atraso cambiario que se registraba hasta el nuevo salto de la cotización. La Casa Rosada y las provincias manejan números muy distintos respecto de la recaudación y el empleo. Así la inminencia de las elecciones se ha convertido en un precipitador de novedades que no estaban en carpeta.
Estos cinco gobernadores, al igual que varios otros que miran con simpatía el ensayo, pero por diferentes razones están imposibilitados de sumarse o de ser aceptados, debieron cambiar sus planes ante esta realidad.
Ninguno de ellos pretendía asomar la cabeza fuera de las fronteras de sus provincias en su primer mandato. Menos, por ejemplo, el santafesino Pullaro, luego de imponerse en la elección de constituyentes para reformar la carta magna provincial y poder aspirar a un segundo turno que originalmente tenía vedado.
En el calendario de todos ellos la fecha resaltada era octubre de 2031. Allí apuntaban sus aspiraciones nacionales. La única excepción admitida a medias era la del precoz Ignacio Torres, el más joven de todos, que nunca ocultó su intención de proyectarse nacionalmente y lo hizo desde el primer día de su mandato. Para bien o para mal, ya no está solo en esa senda.
Como se ve, la conformación de este espacio político-gremial es menos producto de la voluntad de los gobernadores que fruto de las decisiones de gobierno de Milei y de las construcciones político-electorales de su hermana Karina, quien con el objetivo de la reelección presidencial en 2027 prefiere romper puentes sin reparar en efectos no deseados.
Tal vez, el Presidente debiera revisar a qué mujer de su propio espacio político le corresponde más responsabilidad por la rebelión parlamentaria que él le adjudica a “la traidora” Victoria Villarruel. Ya antes de los últimos avances de proyectos que desafían el nuclear superávit fiscal, el (¿ex?) supergurú Santiago Caputo advertía sobre las consecuencias de la táctica electoral karinista.
“Hace cuatro meses teníamos un solo adversario en serio en el Congreso y menos de 600 puntos de riesgo país. Hoy tenemos cada vez más legisladores que nos desafían y superamos los 700 puntos de riesgo, aunque seguimos teniendo la inflación controlada, el superávit intacto, el apoyo de Estados Unidos y logramos el acuerdo con el FMI”, decía Caputo, el asesor. Lo solía repetir en conversaciones reservadas en las que no solo se cuidaba de mencionar a la hermanísima, sino que insistía en que con ella tenía la mejor de las relaciones, aunque admitía que por debajo de ambos abundaban los conflictos, entre sus influencers de Las Fuerzas del Cielo y los heterogéneos territoriales de Karina.
A esos desajustes y daños colaterales les temía y les teme más el gurú libertario que a la potencialidad electoral de los adversarios. El riesgo es que la combinación de los efectos no deseados de las medidas de gobierno con los intentos de intrusión en territorios “amigos” pueda tener consecuencias mayores.
La otra escala porteña
Por ahora, todo sigue dependiendo del Gobierno, un colectivo que no es demasiado amplio y que padece divisiones internas. Pero que en su favor cuenta con atributos únicos. En especial, un conductor determinado como pocos para seguir su hoja de ruta e indiscutido en su liderazgo como ninguno, que ha logrado fijar varios mojones de éxito, sin que nadie asome en condiciones de ofrecer un trayecto alternativo y más atractivo. Para octubre de 2025 parece sobrarle si no comete más errores no forzados ni la realidad internacional le trae complicaciones. Nada para descartar.
De la superioridad de su espacio es de lo que está convencida la secretaria general de la Presidencia, para no atender advertencias. De ahí la tensión para terminar de cerrar un acuerdo con el macrismo en la ciudad de Buenos Aires, cuando no falta nada para inscribir las alianzas.
El objetivo de quedarse con el bastión porteño amarillo en 2027, sin socios minoritarios con los que compartir poder (y caja), no empezó ahora, pero avanza a paso redoblado. Por eso, solo le ha ofrecido migajas, que es lo que cree que merece y vale hoy Pro.
El macrismo fragmentado aun al interior de la propia familia fundadora sigue sin encontrar un rumbo. Hasta el instinto de supervivencia da señales de fatiga. Las próximas 72 horas serán decisivas. No solo para Pro, sino para otros espacios como los exsocios del extinto Juntos por el Cambio, que, si bien no volverían a ser socios como antes, podrían conformar una UTE (unión transitoria de empresas) para los comicios de octubre.
El renovado empoderamiento del mutifacético empresario del juego Daniel Angelici deja abierta las puertas para varias martingalas. Su diversidad de vínculos, que van desde la relación con el vicepresidente del Banco Nación, Darío Wasserman, esposo de Pilar Ramírez, el brazo (y algo más) del karinismo porteño, hasta la dirigencia que controla el radicalismo local, su partido de origen, le permiten manejar el sabot. Aunque, como en otros de sus negocios, no es el único dueño y ni siquiera el accionista mayoritario. Pero a él le basta con no quedar de punto, aunque algunas de sus amistades se vean obligadas a hacer apuestas riesgosas y salgan perdidosas de sus mesas.
Otra demostración de que la dirigencia política no oficialista ha empezado a moverse, aunque el ritmo lo sigue marcando Milei. Hasta cuando se equivoca, emprende disputas innecesarias o le tocan semanas turbulentas. Pero siempre es por ahora.
La aparición de los cinco gobernadores parece más un boceto que una realidad concreta; todos los actores reafirman que el mazo lo tienen los hermanos presidenciales Read More