Claudia Villafañe abandonó por un rato su bajo perfil y se prestó a un extenso cuestionario en el streaming de Gelatina en el que reveló algunas anécdotas desconocidas de su familia. La entrevista comenzó con Pedro Rosemblat preguntándole cómo era su vida antes de convertirse en “la” Claudia; es decir, antes de ser conocida como la mujer de Diego Armando Maradona. “¡Es que no hay mucha vida previa a eso! Tenía 15 años”; explicó entre risas. Y relató: “Yo vengo de una familia de padres trabajadores. Mi papá trabajaba en la línea 55 de colectivos que iba desde Lastra y General Paz hasta La Boca. Vivíamos con mis abuelos maternos a una cuadra de la cárcel de Devoto hasta mis 13 años. Cuando mis papás lograron alquilar, nos fuimos a vivir a Villa del Parque”.
“Era muy buena alumna, pero no traga… No me la pasaba estudiando, pero prestaba mucha atención en clase y eso me servía un montón. Cuando lo conocí a Diego, estaba en el segundo año del secundario en un colegio de monjas en el que éramos solo chicas y tenía la vida normal de una chica de 14 años. Argentinos Juniors le alquila a Diego un departamento en mi misma cuadra, cuando él tenía 16. Yo no tenía idea de quién era. No me interesaba mucho el fútbol, era de Boca porque mi primo Román era de River y yo quería hacerle la contra”, continuó.
Sobre los primeros encuentros con el astro del fútbol, rememoró: “La conocí antes a Tota, su madre, que a él. Un día, antes de que me vaya al colegio, mi mamá me mandó a comprar verdura y ella también fue a comprar. No le querían vender porque no tenía cambio y al vendedor no le alcanzaba para darle el vuelto. Yo solo sabía que era la vecina de la familia que recién se había mudado a la cuadra, así que le propuse pagarle la mercadería y que ella después me devolviera la plata. Al otro día, golpearon la puerta y era Diego”.
“Sin ser mi novio, Diego ya era recontra celoso. Le preguntaba todo sobre mí a mi hermana y ella le respondía. Yo no, porque no había otras mujeres en el barrio”, recordó entre risas. Y agregó: “Cuando cumplí 15 lo festejé con un asado en un club de barrio y él no podía venir porque estaba de pretemporada. Y pretendía que cambiara la fecha, pero fue imposible. Dos de sus hermanas sí vinieron, pero él no pudo”.
Cuando le preguntaron en qué momento tomó conciencia de la importancia que tendría Maradona, se sinceró: “Por supuesto que en ese momento no sabía hasta dónde iba a llegar. Fuimos tomando conciencia cuando pasó a Boca, pero yo iba con la familia de él a la cancha e íbamos a la popular. Todo cambió cuando nos fuimos, en el 82, a Barcelona. Yo era menor de 21 y él, a los 15 días de estar ahí, me llamó para que fuera con él. Pero cómo les explicaba a mis papás que me iba de mi casa, a España, sin casarme. Y entonces se me ocurrió decirle a mi papá que no me iba sola, que me iba con Lalo, el hermano menor de Diego. Un chamullo terrible. Mi papá nunca me cortó las alas. Así que los dos me terminaron dando el permiso para ir y nos fuimos con Lalo, los dos solitos, y a la semana siguiente viajó mi mamá”.
Otro de los tópicos que le propusieron fue comentar los distintos looks que ella y Maradona lucieron en los años ochenta y noventa. “Gianinna quiere hacer un libro sobre eso. La foto en la que estoy con un tapado de piel se convirtió en meme, pero no me puedo acordar dónde fue”, reconoció. Después, le mostraron una foto en la que se ve a Maradona con una camisa verde estampada y bermudas negras bailando con ella, que tiene el cabello recogido en una colita, una blusa con flores anaranjadas y minifalda al tono. “¡Es que él iba a los programas, yo lo acompañaba y terminaba saliendo también en cámara sin estar lookeada para eso! A él yo le armaba los looks, él nunca jamás tuvo autonomía en eso. Me decía: “Claudia, ¿qué me pongo?’”, rememoró.
También le mostraron la imagen en la que se la ve tiñéndole el pelo al futbolista, durante su estadía en Cuba. “¡Y encima quedó re mal! ¡De negro azabache a rubio sin pasar por una decoloración! ¡Le quedó naranja! Él estaba contento, igual. Yo no sabía cómo le iba a quedar, pero estaba segura de que no iba a quedar blanco”.
“No fue fácil tener una vida pública y estar todo el tiempo expuesta a las críticas, pero intenté siempre tomármelo con calma, porque yo no era la protagonista, sino que soy quien acompañó en su momento a su marido y luego a sus hijas, pero siempre atrás”, indicó la organizadora de eventos. Sin embargo, aclaró: “Pero, por supuesto, que hubo cosas que dolieron en su momento y otras que siguen doliendo. Por suerte, con mis nietos todavía no se meten porque son chicos. Sí me duele que Benjamín [el hijo de Gianinna y Sergio Agüero] lea cosas que no son ciertas, pero por suerte pregunta y uno le puede sacar sus dudas. Diego nunca tuvo grises, y la gente con él es igual: o lo querés o lo odiás. Lo que sí me da bronca es que sobre él y todas las personas conocidas afirman cosas que no saben porque no estuvieron ahí. Eso es lo que más me molesta. La libertad de prensa existe y uno puede decir lo que quiere, pero sin ofender y sin inventar. Yo no podría hacerlo; me pongo en el lugar de mamá, de abuela, de hija… Mi mamá sufrió un montón y yo le decía que no creyera en lo que decían”, explicó.
Al final de la entrevista, Villafañe también se refirió al viejo rumor de que en algún momento metió a Ricky Martin en el baúl de su auto. “Había terminado su recital en Obras. Nosotros fuimos a verlo, y después él venía a casa a cenar. Pero el problema era cómo lo sacábamos… Y bueno, lo sacamos así. Lo peor es que la gente se dio cuenta igual y nos seguían caravanas de taxis. Y como todo el mundo sabía dónde vivíamos, cuando llegamos, nos asomábamos desde el balcón y veíamos que había como diez taxis. ¡Pobres las pibitas que estaban ahí esperado que Ricky saliera, porque seguía corriendo el reloj!”, recordó entre risas.
Claudia Villafañe abandonó por un rato su bajo perfil y se prestó a un extenso cuestionario en el streaming de Gelatina en el que reveló algunas anécdotas desconocidas de su familia. La entrevista comenzó con Pedro Rosemblat preguntándole cómo era su vida antes de convertirse en “la” Claudia; es decir, antes de ser conocida como la mujer de Diego Armando Maradona. “¡Es que no hay mucha vida previa a eso! Tenía 15 años”; explicó entre risas. Y relató: “Yo vengo de una familia de padres trabajadores. Mi papá trabajaba en la línea 55 de colectivos que iba desde Lastra y General Paz hasta La Boca. Vivíamos con mis abuelos maternos a una cuadra de la cárcel de Devoto hasta mis 13 años. Cuando mis papás lograron alquilar, nos fuimos a vivir a Villa del Parque”.
“Era muy buena alumna, pero no traga… No me la pasaba estudiando, pero prestaba mucha atención en clase y eso me servía un montón. Cuando lo conocí a Diego, estaba en el segundo año del secundario en un colegio de monjas en el que éramos solo chicas y tenía la vida normal de una chica de 14 años. Argentinos Juniors le alquila a Diego un departamento en mi misma cuadra, cuando él tenía 16. Yo no tenía idea de quién era. No me interesaba mucho el fútbol, era de Boca porque mi primo Román era de River y yo quería hacerle la contra”, continuó.
Sobre los primeros encuentros con el astro del fútbol, rememoró: “La conocí antes a Tota, su madre, que a él. Un día, antes de que me vaya al colegio, mi mamá me mandó a comprar verdura y ella también fue a comprar. No le querían vender porque no tenía cambio y al vendedor no le alcanzaba para darle el vuelto. Yo solo sabía que era la vecina de la familia que recién se había mudado a la cuadra, así que le propuse pagarle la mercadería y que ella después me devolviera la plata. Al otro día, golpearon la puerta y era Diego”.
“Sin ser mi novio, Diego ya era recontra celoso. Le preguntaba todo sobre mí a mi hermana y ella le respondía. Yo no, porque no había otras mujeres en el barrio”, recordó entre risas. Y agregó: “Cuando cumplí 15 lo festejé con un asado en un club de barrio y él no podía venir porque estaba de pretemporada. Y pretendía que cambiara la fecha, pero fue imposible. Dos de sus hermanas sí vinieron, pero él no pudo”.
Cuando le preguntaron en qué momento tomó conciencia de la importancia que tendría Maradona, se sinceró: “Por supuesto que en ese momento no sabía hasta dónde iba a llegar. Fuimos tomando conciencia cuando pasó a Boca, pero yo iba con la familia de él a la cancha e íbamos a la popular. Todo cambió cuando nos fuimos, en el 82, a Barcelona. Yo era menor de 21 y él, a los 15 días de estar ahí, me llamó para que fuera con él. Pero cómo les explicaba a mis papás que me iba de mi casa, a España, sin casarme. Y entonces se me ocurrió decirle a mi papá que no me iba sola, que me iba con Lalo, el hermano menor de Diego. Un chamullo terrible. Mi papá nunca me cortó las alas. Así que los dos me terminaron dando el permiso para ir y nos fuimos con Lalo, los dos solitos, y a la semana siguiente viajó mi mamá”.
Otro de los tópicos que le propusieron fue comentar los distintos looks que ella y Maradona lucieron en los años ochenta y noventa. “Gianinna quiere hacer un libro sobre eso. La foto en la que estoy con un tapado de piel se convirtió en meme, pero no me puedo acordar dónde fue”, reconoció. Después, le mostraron una foto en la que se ve a Maradona con una camisa verde estampada y bermudas negras bailando con ella, que tiene el cabello recogido en una colita, una blusa con flores anaranjadas y minifalda al tono. “¡Es que él iba a los programas, yo lo acompañaba y terminaba saliendo también en cámara sin estar lookeada para eso! A él yo le armaba los looks, él nunca jamás tuvo autonomía en eso. Me decía: “Claudia, ¿qué me pongo?’”, rememoró.
También le mostraron la imagen en la que se la ve tiñéndole el pelo al futbolista, durante su estadía en Cuba. “¡Y encima quedó re mal! ¡De negro azabache a rubio sin pasar por una decoloración! ¡Le quedó naranja! Él estaba contento, igual. Yo no sabía cómo le iba a quedar, pero estaba segura de que no iba a quedar blanco”.
“No fue fácil tener una vida pública y estar todo el tiempo expuesta a las críticas, pero intenté siempre tomármelo con calma, porque yo no era la protagonista, sino que soy quien acompañó en su momento a su marido y luego a sus hijas, pero siempre atrás”, indicó la organizadora de eventos. Sin embargo, aclaró: “Pero, por supuesto, que hubo cosas que dolieron en su momento y otras que siguen doliendo. Por suerte, con mis nietos todavía no se meten porque son chicos. Sí me duele que Benjamín [el hijo de Gianinna y Sergio Agüero] lea cosas que no son ciertas, pero por suerte pregunta y uno le puede sacar sus dudas. Diego nunca tuvo grises, y la gente con él es igual: o lo querés o lo odiás. Lo que sí me da bronca es que sobre él y todas las personas conocidas afirman cosas que no saben porque no estuvieron ahí. Eso es lo que más me molesta. La libertad de prensa existe y uno puede decir lo que quiere, pero sin ofender y sin inventar. Yo no podría hacerlo; me pongo en el lugar de mamá, de abuela, de hija… Mi mamá sufrió un montón y yo le decía que no creyera en lo que decían”, explicó.
Al final de la entrevista, Villafañe también se refirió al viejo rumor de que en algún momento metió a Ricky Martin en el baúl de su auto. “Había terminado su recital en Obras. Nosotros fuimos a verlo, y después él venía a casa a cenar. Pero el problema era cómo lo sacábamos… Y bueno, lo sacamos así. Lo peor es que la gente se dio cuenta igual y nos seguían caravanas de taxis. Y como todo el mundo sabía dónde vivíamos, cuando llegamos, nos asomábamos desde el balcón y veíamos que había como diez taxis. ¡Pobres las pibitas que estaban ahí esperado que Ricky saliera, porque seguía corriendo el reloj!”, recordó entre risas.
La organizadora de eventos se prestó a una extensa entrevista en la que reveló algunos aspectos desconocidos de su relación con el reconocido futbolista Read More