Oscar Lajad: un presagio tanguero lo marcó antes de nacer y hoy es “Gardel” en el musical del que todos hablan

“Para todo el equipo fue una sorpresa cómo funcionó el espectáculo, no sabíamos qué podía pasar, ya que se trata de un encuentro donde buscamos situaciones dentro de un camarín”. Oscar Lajad recuerda la incertidumbre cuando se comenzó a gestar Cuando Frank conoció a Carlitos, el musical que debutó en el Teatro Alvear -perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires- y, desde hace unos días, continúa su temporada del otro lado de la medianera de la sala oficial, en el histórico Astral, en el corazón de la calle Corrientes, a pocas cuadras del Obelisco. Más porteño no se consigue. “Tanto Gardel como Sinatra, algún guiño nos habrán hecho”.

La mudanza de espacio no es otra cosa que continuar con el suceso de este material de impecable factura que relata un supuesto encuentro -acontecido en 1934- en la NBC, en Nueva York, entre un consagrado Carlos Gardel y un jovencito que, años después, el mundo descubriría como Frank Sinatra.

Oscar Lajad personifica a un Carlos Gardel muy lejos de la macchietta y cercano al sentimiento y con un notable parecido físico, un decir singularmente porteño y un fraseo al cantar que hace que, con solo cerrar los ojos, el espectador imagine al Zorzal Criollo a pocos metros de distancia. “Algo interesante de la obra son los momentos más íntimos, donde pude jugar más, salir de la figura tan arraigada en la gente e imaginar cómo sería él con la cámara apagada”.

Cuando Frank conoció a Carlitos acaba de ganar siete premios Hugo, el galardón que reconoce la actividad del teatro musical en nuestro país, entre ellos el de Mejor Musical Argentino. “No podíamos tener honor más grande, estamos muy felices porque se trata de un espectáculo netamente nacional, hablando de lo que somos”.

A pesar de haber merecido ganar en el rubro protagónico donde estaba postulado, el actor reconoce el mérito de Alan Madanes, su coequiper y quien personifica con mucha frescura a ese joven Francis Albert Sinatra: “Mi compañero hace un trabajo espectacular, merece toda mi felicitación”.

-Tu personificación de Gardel también es excepcional.

-Estoy muy contento con el trabajo que hago y siento el reconocimiento tanto del público, como de los colegas, la crítica y jurados, aunque, esta vez, no se me haya dado el poder ganar el premio.

Un presagio

Su abuela era cantante de tangos en Tucumán, un primer gen en torno al género que lo atraviesa. “Acompañó a una prima a una audición de Radio Nacional y la invitaron a cantar, con lo cual quedó seleccionada, pero perdió la voz en una operación y no pudo continuar con esa pasión que había iniciado”. Sin embargo, cuando cocinaba, la mujer sintonizaba los programas matutinos de tango que, en ese entonces, no le generaban mayor atractivo a su nieto, aunque fueron calando en su espíritu.

Pero hubo otro hecho muy singular que lo atravesó y que resulta muy sugestivo: “Cuando mi madre estaba embarazada de mí e iba hacia la clínica a hacerse la cesárea para que yo naciera, se cruzó con un borrachín que le dijo: ‘Será chango y cantor de tangos’”.

-No le erró.

-Pero yo de chico, cuando empecé con el tema del canto, quería ser Luis Miguel.

-El tango ganó por una cabeza…

-Como en toda familia, aquella anécdota se repetía una y otra vez, pero yo no quería saber nada con el tango, sin embargo, terminó resultando el decreto del borracho.

Entre montañas

Siendo casi un niño, en su Salta natal, comenzó a estudiar teatro y canto. “Sin saber hacer nada, se me ocurrió armar Arcoíris, un grupo con amigos al estilo de Los Parchís, y empezamos a hacer shows en las escuelas y hasta tuvimos un programa de televisión, éramos kamikazes”.

Aquello confirmó su vocación, pero, para no defraudar el mandato de los suyos, se radicó en Tucumán para estudiar la carrera de escribano, “para conformar a la familia”, aunque, en paralelo, también se inscribió en la de artes. “Cuando entendí que quería vivir del teatro, me vine a Buenos Aires”.

En la gran ciudad hizo de todo, mientras cursaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático y estudiaba ballet, volanteó para espectáculos y fue extras de teleteatros como Inconquistable corazón y Más allá del horizonte. Los maestros de danza Noemí Cohelo y Rodolfo Olguín lo becaron con mucha generosidad para que no interrumpiera su formación por falta de recursos, hasta que llegó su primer trabajo profesional en el Maipo junto con Enrique Pinti en el espectáculo Pinti canta las cuarenta y el Maipo cumple noventa. “Era bailarín, cantaba y actuaba. Hacíamos una parodia de la Argentina como el Titanic y yo era el único sobreviviente de la clase media, así que aparecía desnudo, con un par de medias y sólo tapándome con un micrófono”. Más adelante llegarían musicales como Hairspray y Chicago.

Con los años, también se dedicó a la docencia en la escuela fundada en Buenos Aires por el bailarín, coreógrafo y maestro Darío Petruzio, su pareja. Hoy, el proyecto continúa funcionando en Salta, donde ambos están radicados en un barrio al pie de la montaña.

Una ausencia

Cuando Oscar Lajad pisó Retiro por primera vez tenía dieciocho años, un gran sueño y un pasado familiar no exento de un padecimiento. “Mis padres se separaron cuando yo era muy chico”.

El actor reconoce que “el dolor de la ausencia del padre siempre está, aunque hubo intentos en el medio; mi mamá fue muy valiente al tomar las riendas de la familia, fue muy trabajadora, pero una mujer separada no era bien vista y existía el mandato que marcaba que, por el bien de sus hijos, la mujer no debía quedarse sola, entonces decidió volver con mi papá; pero él era una persona muy rústica, fue criado con rudeza, y, si bien tuvo mucho dinero en su momento, lo perdió”.

-¿Cómo lo recordás?

-Ser actor me permitió abrir mi cabeza, no le guardo rencor, no se podía esperar más de él por su historia; pero son dolores que uno lleva encima. Terminamos siendo la cicatriz de nuestra propia historia.

-Es muy sano evitar el sentimiento de rencor.

-Todos hacemos lo que podemos. En este caso, es lo que pudo esa persona con lo que tenía en su cabeza, con sus emociones.

-¿Recuperaste el contacto con él?

-Falleció hace unos años, pero sin que pudiéramos recuperar el vínculo.

Un Zorzal y una voz…

-¿Existió el encuentro entre Carlos Gardel y Frank Sinatra?

-Fue un rumor, es algo potencial, aunque los tiempos coinciden con lo que se narra. ¿Quién te dice que no haya ocurrido? Elijo creer.

En cada función de Cuando Frank conoció a Carlitos, la platea se convierte en un acontecimiento celebratorio donde aparece, ya no solo una historia de ficción, sino también ese repertorio que, tanto en tangueros como en quienes no lo son, forman parte de un inconsciente colectivo: “Hay que gente que vuelve dos o tres veces a ver la obra, una persona nos comentó que ya había venido al teatro en siete oportunidades”.

El material cuenta con autoría de Gustavo Manuel González y Raúl López Rossi, dirección de Natalia del Castillo y dirección musical de Nico Posse. Junto a Lajad y Madanes se lucen una muy destacada banda musical, bailarines y la actriz y cantante Antonella Misenti. En la producción aparecen los nombres de Héctor Cavallero y Eduardo Eurnekian.

Los responsables de la obra se reunieron con Lajad en 2019, luego de verlo en una actuación, y le comentaron sobre este proyecto que vería la luz al año siguiente en una sala pequeña y en un formato reducido. Sin embargo, el plan se canceló por la irrupción de la pandemia. Cuando el Covid acechó, el actor se volvió a radicar en Salta.

No hay mal que por bien no venga, dicen. Aquel proyecto en torno a Gardel y Sinatra, impulsado por las restricciones a la presencialidad teatral, se convirtió en una película para Disney+. “En agosto del año pasado se pudo ver en la plataforma, pero yo sabía que, en teatro, iba a funcionar muy bien, con el público cerca”.

-Lo insoslayable del acontecimiento escénico.

-El teatro es lo que nos va a salvar a los artistas de la inteligencia artificial. La maduración de un artista no la podés manejar con tecnología, al menos que se comience a manipular a la gente.

-Hasta el momento de la convocatoria, ¿te percibías cercano a Carlos Gardel?

-Me sorprendió que me llamaran para personificarlo, no me veía parecido, pero, cuando hace diez años comencé con el proyecto Tango corrupto, muchos hicieron referencia a un estilo gardeliano del siglo XXl. Por otra parte, además de no verme parecido, tenía a Gardel bien arriba, como corresponde.

Sin embargo, le tocó reemplazar a Guillermo Fernández en Gardel, el musical por pedido del propio cantante. “Ahí comienzo a estudiarlo, a leer todas las biografías, a verlo en películas, escucharlo cantar permanentemente, habitar su mundo”. Hasta el día de hoy continúa escuchando a diario las melodías grabadas por el “Morocho del Abasto”.

“Eso que dicen que ‘cada día canta mejor´ es cierto, siempre aparece un nuevo detalle. Como decía María Elena Walsh, soy el ‘nadie’ aquel que algún día espera cantar como Gardel”.

La década de una gran idea

-¿Cómo nace tu agrupación Tango corrupto?

-Cuando actuaba en shows en hoteles y diversos lugares para turistas, me hacía ruido que tanto en esos espectáculos, como en otros que iba a ver como espectador, siempre se cantaban los mismos temas. No quería volver a joyas como “Tinta roja”, prefería hurgar en algo distinto, así nació Tango corrupto, con mucha irreverencia.

Un poco por azar, intuición y en plan de búsqueda estética, en el café concert Dos de oro interpretó en tiempo de tango “Fiesta”, un popularizado tema de Raffaella Carrá, buscando darle un sentido diferente. “Depende cómo se dice algo, el significado se puede alterar”. Arrasó.

Tango corrupto propone un espectáculo delicioso donde el 2×4 se interpone en el acervo de la Mona Jiménez, Cris Morena o Shakira. Lo curioso del proyecto es que permite recuperar o poner en valor letras que, quizás, en determinado clima festivo, resultan inadvertidas. “El tango te invita a interpretar las letras”.

-¿Disfrutás de tu presente? ¿Dimensionás lo que sucede con Cuando Frank conoció a Carlitos?

-Creo que sí, porque me llegó en una edad de madurez y habiendo ya formado parte de éxitos y fracasos. La remé mucho.

-¿Le “hablás” a Carlos Gardel?

-Sí, cuando visité su mausoleo lo hice.

-¿Qué le dijiste?

-Fue un deseo.

-¿Se puede conocer?

-Eso es muy privado, me lo reservo.

Para agendar

Cuando Frank conoció a Carlitos. Sala: Teatro Astral (Av. Corrientes 1639). Funciones: miércoles a sábados, a las 20 y domingos, a las 18.30.

“Para todo el equipo fue una sorpresa cómo funcionó el espectáculo, no sabíamos qué podía pasar, ya que se trata de un encuentro donde buscamos situaciones dentro de un camarín”. Oscar Lajad recuerda la incertidumbre cuando se comenzó a gestar Cuando Frank conoció a Carlitos, el musical que debutó en el Teatro Alvear -perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires- y, desde hace unos días, continúa su temporada del otro lado de la medianera de la sala oficial, en el histórico Astral, en el corazón de la calle Corrientes, a pocas cuadras del Obelisco. Más porteño no se consigue. “Tanto Gardel como Sinatra, algún guiño nos habrán hecho”.

La mudanza de espacio no es otra cosa que continuar con el suceso de este material de impecable factura que relata un supuesto encuentro -acontecido en 1934- en la NBC, en Nueva York, entre un consagrado Carlos Gardel y un jovencito que, años después, el mundo descubriría como Frank Sinatra.

Oscar Lajad personifica a un Carlos Gardel muy lejos de la macchietta y cercano al sentimiento y con un notable parecido físico, un decir singularmente porteño y un fraseo al cantar que hace que, con solo cerrar los ojos, el espectador imagine al Zorzal Criollo a pocos metros de distancia. “Algo interesante de la obra son los momentos más íntimos, donde pude jugar más, salir de la figura tan arraigada en la gente e imaginar cómo sería él con la cámara apagada”.

Cuando Frank conoció a Carlitos acaba de ganar siete premios Hugo, el galardón que reconoce la actividad del teatro musical en nuestro país, entre ellos el de Mejor Musical Argentino. “No podíamos tener honor más grande, estamos muy felices porque se trata de un espectáculo netamente nacional, hablando de lo que somos”.

A pesar de haber merecido ganar en el rubro protagónico donde estaba postulado, el actor reconoce el mérito de Alan Madanes, su coequiper y quien personifica con mucha frescura a ese joven Francis Albert Sinatra: “Mi compañero hace un trabajo espectacular, merece toda mi felicitación”.

-Tu personificación de Gardel también es excepcional.

-Estoy muy contento con el trabajo que hago y siento el reconocimiento tanto del público, como de los colegas, la crítica y jurados, aunque, esta vez, no se me haya dado el poder ganar el premio.

Un presagio

Su abuela era cantante de tangos en Tucumán, un primer gen en torno al género que lo atraviesa. “Acompañó a una prima a una audición de Radio Nacional y la invitaron a cantar, con lo cual quedó seleccionada, pero perdió la voz en una operación y no pudo continuar con esa pasión que había iniciado”. Sin embargo, cuando cocinaba, la mujer sintonizaba los programas matutinos de tango que, en ese entonces, no le generaban mayor atractivo a su nieto, aunque fueron calando en su espíritu.

Pero hubo otro hecho muy singular que lo atravesó y que resulta muy sugestivo: “Cuando mi madre estaba embarazada de mí e iba hacia la clínica a hacerse la cesárea para que yo naciera, se cruzó con un borrachín que le dijo: ‘Será chango y cantor de tangos’”.

-No le erró.

-Pero yo de chico, cuando empecé con el tema del canto, quería ser Luis Miguel.

-El tango ganó por una cabeza…

-Como en toda familia, aquella anécdota se repetía una y otra vez, pero yo no quería saber nada con el tango, sin embargo, terminó resultando el decreto del borracho.

Entre montañas

Siendo casi un niño, en su Salta natal, comenzó a estudiar teatro y canto. “Sin saber hacer nada, se me ocurrió armar Arcoíris, un grupo con amigos al estilo de Los Parchís, y empezamos a hacer shows en las escuelas y hasta tuvimos un programa de televisión, éramos kamikazes”.

Aquello confirmó su vocación, pero, para no defraudar el mandato de los suyos, se radicó en Tucumán para estudiar la carrera de escribano, “para conformar a la familia”, aunque, en paralelo, también se inscribió en la de artes. “Cuando entendí que quería vivir del teatro, me vine a Buenos Aires”.

En la gran ciudad hizo de todo, mientras cursaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático y estudiaba ballet, volanteó para espectáculos y fue extras de teleteatros como Inconquistable corazón y Más allá del horizonte. Los maestros de danza Noemí Cohelo y Rodolfo Olguín lo becaron con mucha generosidad para que no interrumpiera su formación por falta de recursos, hasta que llegó su primer trabajo profesional en el Maipo junto con Enrique Pinti en el espectáculo Pinti canta las cuarenta y el Maipo cumple noventa. “Era bailarín, cantaba y actuaba. Hacíamos una parodia de la Argentina como el Titanic y yo era el único sobreviviente de la clase media, así que aparecía desnudo, con un par de medias y sólo tapándome con un micrófono”. Más adelante llegarían musicales como Hairspray y Chicago.

Con los años, también se dedicó a la docencia en la escuela fundada en Buenos Aires por el bailarín, coreógrafo y maestro Darío Petruzio, su pareja. Hoy, el proyecto continúa funcionando en Salta, donde ambos están radicados en un barrio al pie de la montaña.

Una ausencia

Cuando Oscar Lajad pisó Retiro por primera vez tenía dieciocho años, un gran sueño y un pasado familiar no exento de un padecimiento. “Mis padres se separaron cuando yo era muy chico”.

El actor reconoce que “el dolor de la ausencia del padre siempre está, aunque hubo intentos en el medio; mi mamá fue muy valiente al tomar las riendas de la familia, fue muy trabajadora, pero una mujer separada no era bien vista y existía el mandato que marcaba que, por el bien de sus hijos, la mujer no debía quedarse sola, entonces decidió volver con mi papá; pero él era una persona muy rústica, fue criado con rudeza, y, si bien tuvo mucho dinero en su momento, lo perdió”.

-¿Cómo lo recordás?

-Ser actor me permitió abrir mi cabeza, no le guardo rencor, no se podía esperar más de él por su historia; pero son dolores que uno lleva encima. Terminamos siendo la cicatriz de nuestra propia historia.

-Es muy sano evitar el sentimiento de rencor.

-Todos hacemos lo que podemos. En este caso, es lo que pudo esa persona con lo que tenía en su cabeza, con sus emociones.

-¿Recuperaste el contacto con él?

-Falleció hace unos años, pero sin que pudiéramos recuperar el vínculo.

Un Zorzal y una voz…

-¿Existió el encuentro entre Carlos Gardel y Frank Sinatra?

-Fue un rumor, es algo potencial, aunque los tiempos coinciden con lo que se narra. ¿Quién te dice que no haya ocurrido? Elijo creer.

En cada función de Cuando Frank conoció a Carlitos, la platea se convierte en un acontecimiento celebratorio donde aparece, ya no solo una historia de ficción, sino también ese repertorio que, tanto en tangueros como en quienes no lo son, forman parte de un inconsciente colectivo: “Hay que gente que vuelve dos o tres veces a ver la obra, una persona nos comentó que ya había venido al teatro en siete oportunidades”.

El material cuenta con autoría de Gustavo Manuel González y Raúl López Rossi, dirección de Natalia del Castillo y dirección musical de Nico Posse. Junto a Lajad y Madanes se lucen una muy destacada banda musical, bailarines y la actriz y cantante Antonella Misenti. En la producción aparecen los nombres de Héctor Cavallero y Eduardo Eurnekian.

Los responsables de la obra se reunieron con Lajad en 2019, luego de verlo en una actuación, y le comentaron sobre este proyecto que vería la luz al año siguiente en una sala pequeña y en un formato reducido. Sin embargo, el plan se canceló por la irrupción de la pandemia. Cuando el Covid acechó, el actor se volvió a radicar en Salta.

No hay mal que por bien no venga, dicen. Aquel proyecto en torno a Gardel y Sinatra, impulsado por las restricciones a la presencialidad teatral, se convirtió en una película para Disney+. “En agosto del año pasado se pudo ver en la plataforma, pero yo sabía que, en teatro, iba a funcionar muy bien, con el público cerca”.

-Lo insoslayable del acontecimiento escénico.

-El teatro es lo que nos va a salvar a los artistas de la inteligencia artificial. La maduración de un artista no la podés manejar con tecnología, al menos que se comience a manipular a la gente.

-Hasta el momento de la convocatoria, ¿te percibías cercano a Carlos Gardel?

-Me sorprendió que me llamaran para personificarlo, no me veía parecido, pero, cuando hace diez años comencé con el proyecto Tango corrupto, muchos hicieron referencia a un estilo gardeliano del siglo XXl. Por otra parte, además de no verme parecido, tenía a Gardel bien arriba, como corresponde.

Sin embargo, le tocó reemplazar a Guillermo Fernández en Gardel, el musical por pedido del propio cantante. “Ahí comienzo a estudiarlo, a leer todas las biografías, a verlo en películas, escucharlo cantar permanentemente, habitar su mundo”. Hasta el día de hoy continúa escuchando a diario las melodías grabadas por el “Morocho del Abasto”.

“Eso que dicen que ‘cada día canta mejor´ es cierto, siempre aparece un nuevo detalle. Como decía María Elena Walsh, soy el ‘nadie’ aquel que algún día espera cantar como Gardel”.

La década de una gran idea

-¿Cómo nace tu agrupación Tango corrupto?

-Cuando actuaba en shows en hoteles y diversos lugares para turistas, me hacía ruido que tanto en esos espectáculos, como en otros que iba a ver como espectador, siempre se cantaban los mismos temas. No quería volver a joyas como “Tinta roja”, prefería hurgar en algo distinto, así nació Tango corrupto, con mucha irreverencia.

Un poco por azar, intuición y en plan de búsqueda estética, en el café concert Dos de oro interpretó en tiempo de tango “Fiesta”, un popularizado tema de Raffaella Carrá, buscando darle un sentido diferente. “Depende cómo se dice algo, el significado se puede alterar”. Arrasó.

Tango corrupto propone un espectáculo delicioso donde el 2×4 se interpone en el acervo de la Mona Jiménez, Cris Morena o Shakira. Lo curioso del proyecto es que permite recuperar o poner en valor letras que, quizás, en determinado clima festivo, resultan inadvertidas. “El tango te invita a interpretar las letras”.

-¿Disfrutás de tu presente? ¿Dimensionás lo que sucede con Cuando Frank conoció a Carlitos?

-Creo que sí, porque me llegó en una edad de madurez y habiendo ya formado parte de éxitos y fracasos. La remé mucho.

-¿Le “hablás” a Carlos Gardel?

-Sí, cuando visité su mausoleo lo hice.

-¿Qué le dijiste?

-Fue un deseo.

-¿Se puede conocer?

-Eso es muy privado, me lo reservo.

Para agendar

Cuando Frank conoció a Carlitos. Sala: Teatro Astral (Av. Corrientes 1639). Funciones: miércoles a sábados, a las 20 y domingos, a las 18.30.

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