“La música transmite emociones muy diversas y profundas a aquellos que la escuchan. Puede decirse que es el arte de crear y organizar sonidos y silencios respetando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos”.
Esta podría ser una definición aproximada que se pueda encontrar en un diccionario, googleando el término música y hasta utilizando Inteligencia Artificial.
Sin embargo, en el caso de Bárbara Mariño (30) se trata de algo muchísimo más que esas meras descripciones. La música, cantar, actuar y ser una artista la ayudaron a superar los momentos más difíciles de su vida y a transformarse a partir de esa pasión, el elemento por excelencia de resiliencia que captó para torcer el rumbo de su historia.
“Crecimos en un ambiente de violencia física, emocional y psicológica”
Para entender por qué en su caso la música fue y es su musa inspiradora, aquello que la rescata de un pasado difícil y la conecta con un presente de lindos desafíos y un futuro muy prometedor, es imprescindible volver a sus primeros años de vida.
“Me crie con mi hermano menor, en los 90, en plena crisis económica. Mi madre nos aisló de otros familiares que pudieran ayudarnos y aunque antes la veía como nuestro sostén, hoy sé que fue ella quien nos dejó solos, junto con la negligencia del resto de nuestra familia. Crecimos en un ambiente de violencia física, emocional y psicológica. Estábamos encerrados en casa porque era peligroso estar afuera sin alguien que nos cuidara, había semanas que pasábamos días enteros solos él y yo”.
La mamá de Bárbara era enfermera en el sector de Neonatología de un hospital por lo que muchas veces realizaba guardias de 48 horas o más por lo que ella y su hermano pasaban varios días sin su presencia.
“Entiendo, por lo que ella me contaba, que mientras más horas de trabajo, más dinero le pagaban. Entonces, nos decía que lo hacía por nosotros, para tener una mejor calidad de vida. El problema de eso es que tantas horas de trabajo le empezaron a afectar de manera negativa a su salud mental y cuando llegaba de estar dos días afuera, en el mejor de los casos, se acostaba a dormir otro día entero para después volver a irse. Sin embargo, en otras ocasiones volvía con muy baja tolerancia a cualquier cosa, lo que provocaba muchísima ira que la descargaba en nosotros. Ella nos dejaba solos en esas horas porque consideraba que era muy caro pagarle a alguien que nos viniera a cuidar y como solo ella y nadie más de nuestra familia nos quería (según el discurso de su madre) se tenía que hacer cargo de nosotros trabajando como si fuera dos personas en una, teniendo que cumplir, según sus palabras, el rol de madre y padre, pero no ocupaba ninguno”.
¿Qué pasaba con su papá?
En relación a su papá, Bárbara cuenta que en los años donde tenía que ocupar un rol más activo como padre eligió el camino que creyó más conveniente para él y para su círculo cercano.
“No tenía recursos ni información sobre qué hacer, qué obligaciones y qué derechos tenía un padre divorciado. Por momentos aparecía, lo cual revolucionaba a mi mamá, y, por ende, a nosotros. Ella se ponía a la defensiva y terminábamos los cuatro en una discusión verbal y física muy violenta. La mecánica y los reclamos eran siempre los mismos: ´No tenemos para comer, vení a traernos plata´. Y en medio de la discusión, mi papá se iba y mi mamá quedaba por días en un brote y la encargada de regularla era yo con la ayuda de mi hermano. Hasta que volviera todo a la ´normalidad´”.
La obsesión de su mamá por controlar a su papá, cuenta Bárbara, la llevó a criarlos como extensiones de ella. “Si hubiera sido un culto, nosotros éramos sus fieles seguidores y lo mismo que pasa en una secta nos pasaba a nosotros. Si no decíamos o hacíamos lo que ella consideraba correcto, había castigo, pero no era solo obedecer y ya. Si ella sentía odio, nosotros teníamos que sentirlo también”.
Para generar ese sentimiento de culpa en Bárbara y en su hermano menor, la mamá les hablaba una y otra vez sobre lo malas que eran las personas que formaban parte de la familia y por qué nos las querían, sobre todo su papá que, según ella, los había abandonado para evadir su responsabilidad como padre.
“No sabíamos cómo hacer para ser buenas personas”
“Contaba medias verdades y las manipulaba para que en su versión de la historia ella fuera la victima heroína que nos salvó y le debíamos devoción. Este mecanismo que utilizaba para que no quisiéramos saber nada de nuestras familias y les temiéramos, lo usaba también para castigarnos cuando nos portábamos mal en su ausencia. Nos comparaba con algún familiar que nos había demonizado en su relato y decía que éramos igual por hacerle eso a ella. Luego nos golpeaba mientras lloraba y nos decía que le dolía más a ella que a nosotros y si lográbamos taparnos o cubrirnos por un acto reflejo de supervivencia, se enojaba. No sabíamos cómo hacer para ser buenas personas, eran muy aleatorios e inesperados los momentos de mayor agresividad, lo cual nos llevó a mi hermano y a mí a desarrollar muchísima ansiedad y falta de confianza en nuestro pensamiento crítico, formándonos como personas muy influenciables ante la mirada de otro por migajas de afecto”, se entristece Bárbara.
Cuando llegaba de trabajar, era común que la mamá de Bárbara durmiera largos periodos debido a que, sin ser diagnosticada, sufría una gran depresión.
“Es abrumador todo lo que tuvo que pasar mi mamá, no recibió nunca la ayuda necesaria, estaba sola con nosotros y se hizo cargo como pudo. Creo que ella siempre estuvo transitando trastornos mentales y no encontró profesionales ni tuvo un entorno familiar que pudiera ni quisiera contenerla. Me daba mucha pena verla siempre cansada, ella se encargaba de reforzar su imagen de mártir de muchas maneras, fue un trabajo de hormiga, lograba victimizarse, pero desde la autoridad. No me sentía con el derecho de sentirme desprotegida, violentada, sola y no amada por mi mamá. Durante muchos años reprimí todos esos sentimientos y solo los dejaba ´salir a jugar´ cuando actuaba sola en mi casa y hacía de huérfana”.
Un quiebre definitivo
A partir de los 12 años, comenta Bárbara, se produjo un quiebre en la relación con su mamá que no tuvo vuelta atrás. En un intento de reconciliación con su papá, volvió a quedar embarazada. “En esos meses horrorosos de pura incoherencia parecía todo sacado de la película de The Truman Show, espeluznantemente perfecto, de la nada familia feliz, con un solo detalle: ahora que mi mamá tenía atención por parte de mi papá, de manera simbólica y física nos abandonó. Mi hermano y yo pasamos a ser personajes secundarios en su vida, se iba con él y no nos avisaba, volvía super feliz y no compartía nada con nosotros”.
Sin embargo, se produjo una situación puntual en la que Bárbara confiesa que se hartó de todo lo que le estaba pasando, fue en un griterío interminable que desató una discusión muy fuerte entre sus padres que terminó en una nueva separación.
“Yo tenía 12 años cuando entré a esa clínica y me preguntaron si iba a abortar, yo no era la embarazada pero ella respondió que no sonriendo, como si todo fuera un chiste. Ahí se quebró algo dentro de mí y justo estaba entrando en la adolescencia. En ese momento empecé a ver muy de a poco la verdad sobre mi mamá, con los años ella fue empeorando y yo cada vez aguantaba menos, había perdido todo el respeto y la admiración que le tenía. La relación con mi hermano era cada vez más hostil porque ella se encargó de enfrentarnos. Entonces, hubo una discusión muy grande en la que ella me prohibió volver a cantar con la excusa de que era porque me estaba yendo mal en la escuela y ahí hablé con mi papa y le dije que no aguantaba más y que quería ir con él”.
Sus comienzos en la música
A los 17 años Bárbara formó parte por primera vez de una banda de música, cuando ya vivía con su papá comenzó a cantar y a escribir canciones de pop rock adolescente, con influencia en Paramore y Green Day.
“No era lo que más había cantado hasta ese momento, pero la experiencia de tocar con amigos que amaban la música y tenían ganas de vivir de eso me hizo afianzar más mis metas, confiar en que realmente podía hacerlo. Siempre recibí muy buenas críticas, pero no me quería quedar solo con eso, en mi esencia se ve que está el impulso de ser cada vez mejor. Siempre practicaba las canciones más difíciles y lo dábamos todo en cada show”.
Los comienzos fueron una etapa que Bárbara disfrutó mucho, empezó a darle mucho valor a la banda porque era de las primeras veces que se sentía escuchada y validada, en ese momento algo nuevo para ella.
“Mis primeras canciones fueron dedicadas a mi primer novio, eran temas de despecho muy dramáticas que fueron con la intención de empezar a probar de qué quería hablar. Con el diario de hoy hay algo que no cambia y es que, si hay cosas que no me gustan, las voy a decir en una canción: sea una pareja, una situación cotidiana o toda una historia de vida”.
Una parte importante de su carrera se la debe a la baterista Evelyn Onorio, una mujer a la que define como muy responsable y comprometida con su instrumento. Gracias a ella pudo entender que el talento no es nada sin la disciplina y es algo que en la actualidad sigue trabajando.
¿En qué momento te convertiste en artista?
Siempre lo fui. Pienso que es algo con lo que nacés. Podés desarrollarlo o no, pero se nace con eso. El proceso de desarrollo creativo lo tuve en mi infancia. Creando ese lugar seguro para mí.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Lo que más me gusta es que me invita siempre a salir de la zona de confort, a conocerme más, a conectar con mi pasión desde lo lúdico, a que se corran los límites de lo que es correcto y lo que no, a conectar con mi niña interior y sanarla desde un lugar seguro que siempre fue la música.
La música, una manera de cumplir sueños
Bárbara logró hacer varias presentaciones en Mar del Plata con su primera banda y cuando se mudó a Bahía Blanca tocó en muchos bares. Además, comenzó a protagonizar musicales, tuvo la suerte de visitar teatros de la provincia de Buenos Aires haciendo giras y cantar en el Teatro Municipal de esa ciudad.
“El último año que estuve en Bahía Blanca me aventuré a sacar dos canciones originales, siendo fiel a mi estilo y a mi manera de hacer las cosas, saliéndome del lado rockero para entrar más a un espectro vocal que se alinea más a lo que me gusta hacer desde chiquita. Más melódico, con más exigencia vocal y lo más pop que también me encanta. Pude presentar mis canciones junto con otros covers en un show llamado: BAM (La Libertad de Amar) con el apoyo de músicos, bailarinas y artistas draggs que me ayudaron a darle forma al show más rosa que hice hasta ahora. Fui productora de mi primer show lo cual también abrió otra faceta que no conocía de mí y que quiero seguir ampliando”.
En estos momentos Bárbara se encuentra preparando su primer álbum para hacer el lanzamiento de su carrera, pero de manera más formal. “El año pasado viajé a Buenos Aires porque una de mis metas era venir a la ciudad donde hay más oportunidades de crecimiento como artista y poder dedicarme plenamente a mis canciones, es un proceso bastante intenso porque en este álbum quiero reflejar verdad, resiliencia, amor propio, autocuidado y siento que tengo que ser muy responsable de cómo lo voy a decir porque no quiero caer en banalidades y frases de sahumerios. Realmente quiero entrar en lo más profundo de mi ser para poder contar mi verdad, mi postura ante la vida, mis bajos, mis altos, mis aprendizajes mis errores y la valentía que se necesita para poder vivir una vida bien vivida”, se entusiasma.
A la distancia ¿Cómo crees que te ayudó la música a salir adelante?
La música me ayudó a poder procesar de manera segura para mi psiquis las vivencias tan crudas que estaba atravesando. Me ayudó a pausar cuando había que pausar, a gritar cuando había que gritar, a reír y creer en más allá de lo que veo porque lo siento, le dio un orden a todo el caos que había en mi vida. Aprendí que acercarme a mis fantasmas aun teniendo pánico de lo que vaya a encontrar, hace que cada vez sea más fácil poder amarme, conocerme y darme lo que necesito. En su momento no me pudieron enseñar, educar, cuidar, fomentar, proteger, mimar, amar. Ahora está en mis manos hacerlo, eso da miedo muchas veces, pero ahora sé lo que necesito para estar en paz conmigo misma.
“La música transmite emociones muy diversas y profundas a aquellos que la escuchan. Puede decirse que es el arte de crear y organizar sonidos y silencios respetando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo, mediante la intervención de complejos procesos psico-anímicos”.
Esta podría ser una definición aproximada que se pueda encontrar en un diccionario, googleando el término música y hasta utilizando Inteligencia Artificial.
Sin embargo, en el caso de Bárbara Mariño (30) se trata de algo muchísimo más que esas meras descripciones. La música, cantar, actuar y ser una artista la ayudaron a superar los momentos más difíciles de su vida y a transformarse a partir de esa pasión, el elemento por excelencia de resiliencia que captó para torcer el rumbo de su historia.
“Crecimos en un ambiente de violencia física, emocional y psicológica”
Para entender por qué en su caso la música fue y es su musa inspiradora, aquello que la rescata de un pasado difícil y la conecta con un presente de lindos desafíos y un futuro muy prometedor, es imprescindible volver a sus primeros años de vida.
“Me crie con mi hermano menor, en los 90, en plena crisis económica. Mi madre nos aisló de otros familiares que pudieran ayudarnos y aunque antes la veía como nuestro sostén, hoy sé que fue ella quien nos dejó solos, junto con la negligencia del resto de nuestra familia. Crecimos en un ambiente de violencia física, emocional y psicológica. Estábamos encerrados en casa porque era peligroso estar afuera sin alguien que nos cuidara, había semanas que pasábamos días enteros solos él y yo”.
La mamá de Bárbara era enfermera en el sector de Neonatología de un hospital por lo que muchas veces realizaba guardias de 48 horas o más por lo que ella y su hermano pasaban varios días sin su presencia.
“Entiendo, por lo que ella me contaba, que mientras más horas de trabajo, más dinero le pagaban. Entonces, nos decía que lo hacía por nosotros, para tener una mejor calidad de vida. El problema de eso es que tantas horas de trabajo le empezaron a afectar de manera negativa a su salud mental y cuando llegaba de estar dos días afuera, en el mejor de los casos, se acostaba a dormir otro día entero para después volver a irse. Sin embargo, en otras ocasiones volvía con muy baja tolerancia a cualquier cosa, lo que provocaba muchísima ira que la descargaba en nosotros. Ella nos dejaba solos en esas horas porque consideraba que era muy caro pagarle a alguien que nos viniera a cuidar y como solo ella y nadie más de nuestra familia nos quería (según el discurso de su madre) se tenía que hacer cargo de nosotros trabajando como si fuera dos personas en una, teniendo que cumplir, según sus palabras, el rol de madre y padre, pero no ocupaba ninguno”.
¿Qué pasaba con su papá?
En relación a su papá, Bárbara cuenta que en los años donde tenía que ocupar un rol más activo como padre eligió el camino que creyó más conveniente para él y para su círculo cercano.
“No tenía recursos ni información sobre qué hacer, qué obligaciones y qué derechos tenía un padre divorciado. Por momentos aparecía, lo cual revolucionaba a mi mamá, y, por ende, a nosotros. Ella se ponía a la defensiva y terminábamos los cuatro en una discusión verbal y física muy violenta. La mecánica y los reclamos eran siempre los mismos: ´No tenemos para comer, vení a traernos plata´. Y en medio de la discusión, mi papá se iba y mi mamá quedaba por días en un brote y la encargada de regularla era yo con la ayuda de mi hermano. Hasta que volviera todo a la ´normalidad´”.
La obsesión de su mamá por controlar a su papá, cuenta Bárbara, la llevó a criarlos como extensiones de ella. “Si hubiera sido un culto, nosotros éramos sus fieles seguidores y lo mismo que pasa en una secta nos pasaba a nosotros. Si no decíamos o hacíamos lo que ella consideraba correcto, había castigo, pero no era solo obedecer y ya. Si ella sentía odio, nosotros teníamos que sentirlo también”.
Para generar ese sentimiento de culpa en Bárbara y en su hermano menor, la mamá les hablaba una y otra vez sobre lo malas que eran las personas que formaban parte de la familia y por qué nos las querían, sobre todo su papá que, según ella, los había abandonado para evadir su responsabilidad como padre.
“No sabíamos cómo hacer para ser buenas personas”
“Contaba medias verdades y las manipulaba para que en su versión de la historia ella fuera la victima heroína que nos salvó y le debíamos devoción. Este mecanismo que utilizaba para que no quisiéramos saber nada de nuestras familias y les temiéramos, lo usaba también para castigarnos cuando nos portábamos mal en su ausencia. Nos comparaba con algún familiar que nos había demonizado en su relato y decía que éramos igual por hacerle eso a ella. Luego nos golpeaba mientras lloraba y nos decía que le dolía más a ella que a nosotros y si lográbamos taparnos o cubrirnos por un acto reflejo de supervivencia, se enojaba. No sabíamos cómo hacer para ser buenas personas, eran muy aleatorios e inesperados los momentos de mayor agresividad, lo cual nos llevó a mi hermano y a mí a desarrollar muchísima ansiedad y falta de confianza en nuestro pensamiento crítico, formándonos como personas muy influenciables ante la mirada de otro por migajas de afecto”, se entristece Bárbara.
Cuando llegaba de trabajar, era común que la mamá de Bárbara durmiera largos periodos debido a que, sin ser diagnosticada, sufría una gran depresión.
“Es abrumador todo lo que tuvo que pasar mi mamá, no recibió nunca la ayuda necesaria, estaba sola con nosotros y se hizo cargo como pudo. Creo que ella siempre estuvo transitando trastornos mentales y no encontró profesionales ni tuvo un entorno familiar que pudiera ni quisiera contenerla. Me daba mucha pena verla siempre cansada, ella se encargaba de reforzar su imagen de mártir de muchas maneras, fue un trabajo de hormiga, lograba victimizarse, pero desde la autoridad. No me sentía con el derecho de sentirme desprotegida, violentada, sola y no amada por mi mamá. Durante muchos años reprimí todos esos sentimientos y solo los dejaba ´salir a jugar´ cuando actuaba sola en mi casa y hacía de huérfana”.
Un quiebre definitivo
A partir de los 12 años, comenta Bárbara, se produjo un quiebre en la relación con su mamá que no tuvo vuelta atrás. En un intento de reconciliación con su papá, volvió a quedar embarazada. “En esos meses horrorosos de pura incoherencia parecía todo sacado de la película de The Truman Show, espeluznantemente perfecto, de la nada familia feliz, con un solo detalle: ahora que mi mamá tenía atención por parte de mi papá, de manera simbólica y física nos abandonó. Mi hermano y yo pasamos a ser personajes secundarios en su vida, se iba con él y no nos avisaba, volvía super feliz y no compartía nada con nosotros”.
Sin embargo, se produjo una situación puntual en la que Bárbara confiesa que se hartó de todo lo que le estaba pasando, fue en un griterío interminable que desató una discusión muy fuerte entre sus padres que terminó en una nueva separación.
“Yo tenía 12 años cuando entré a esa clínica y me preguntaron si iba a abortar, yo no era la embarazada pero ella respondió que no sonriendo, como si todo fuera un chiste. Ahí se quebró algo dentro de mí y justo estaba entrando en la adolescencia. En ese momento empecé a ver muy de a poco la verdad sobre mi mamá, con los años ella fue empeorando y yo cada vez aguantaba menos, había perdido todo el respeto y la admiración que le tenía. La relación con mi hermano era cada vez más hostil porque ella se encargó de enfrentarnos. Entonces, hubo una discusión muy grande en la que ella me prohibió volver a cantar con la excusa de que era porque me estaba yendo mal en la escuela y ahí hablé con mi papa y le dije que no aguantaba más y que quería ir con él”.
Sus comienzos en la música
A los 17 años Bárbara formó parte por primera vez de una banda de música, cuando ya vivía con su papá comenzó a cantar y a escribir canciones de pop rock adolescente, con influencia en Paramore y Green Day.
“No era lo que más había cantado hasta ese momento, pero la experiencia de tocar con amigos que amaban la música y tenían ganas de vivir de eso me hizo afianzar más mis metas, confiar en que realmente podía hacerlo. Siempre recibí muy buenas críticas, pero no me quería quedar solo con eso, en mi esencia se ve que está el impulso de ser cada vez mejor. Siempre practicaba las canciones más difíciles y lo dábamos todo en cada show”.
Los comienzos fueron una etapa que Bárbara disfrutó mucho, empezó a darle mucho valor a la banda porque era de las primeras veces que se sentía escuchada y validada, en ese momento algo nuevo para ella.
“Mis primeras canciones fueron dedicadas a mi primer novio, eran temas de despecho muy dramáticas que fueron con la intención de empezar a probar de qué quería hablar. Con el diario de hoy hay algo que no cambia y es que, si hay cosas que no me gustan, las voy a decir en una canción: sea una pareja, una situación cotidiana o toda una historia de vida”.
Una parte importante de su carrera se la debe a la baterista Evelyn Onorio, una mujer a la que define como muy responsable y comprometida con su instrumento. Gracias a ella pudo entender que el talento no es nada sin la disciplina y es algo que en la actualidad sigue trabajando.
¿En qué momento te convertiste en artista?
Siempre lo fui. Pienso que es algo con lo que nacés. Podés desarrollarlo o no, pero se nace con eso. El proceso de desarrollo creativo lo tuve en mi infancia. Creando ese lugar seguro para mí.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Lo que más me gusta es que me invita siempre a salir de la zona de confort, a conocerme más, a conectar con mi pasión desde lo lúdico, a que se corran los límites de lo que es correcto y lo que no, a conectar con mi niña interior y sanarla desde un lugar seguro que siempre fue la música.
La música, una manera de cumplir sueños
Bárbara logró hacer varias presentaciones en Mar del Plata con su primera banda y cuando se mudó a Bahía Blanca tocó en muchos bares. Además, comenzó a protagonizar musicales, tuvo la suerte de visitar teatros de la provincia de Buenos Aires haciendo giras y cantar en el Teatro Municipal de esa ciudad.
“El último año que estuve en Bahía Blanca me aventuré a sacar dos canciones originales, siendo fiel a mi estilo y a mi manera de hacer las cosas, saliéndome del lado rockero para entrar más a un espectro vocal que se alinea más a lo que me gusta hacer desde chiquita. Más melódico, con más exigencia vocal y lo más pop que también me encanta. Pude presentar mis canciones junto con otros covers en un show llamado: BAM (La Libertad de Amar) con el apoyo de músicos, bailarinas y artistas draggs que me ayudaron a darle forma al show más rosa que hice hasta ahora. Fui productora de mi primer show lo cual también abrió otra faceta que no conocía de mí y que quiero seguir ampliando”.
En estos momentos Bárbara se encuentra preparando su primer álbum para hacer el lanzamiento de su carrera, pero de manera más formal. “El año pasado viajé a Buenos Aires porque una de mis metas era venir a la ciudad donde hay más oportunidades de crecimiento como artista y poder dedicarme plenamente a mis canciones, es un proceso bastante intenso porque en este álbum quiero reflejar verdad, resiliencia, amor propio, autocuidado y siento que tengo que ser muy responsable de cómo lo voy a decir porque no quiero caer en banalidades y frases de sahumerios. Realmente quiero entrar en lo más profundo de mi ser para poder contar mi verdad, mi postura ante la vida, mis bajos, mis altos, mis aprendizajes mis errores y la valentía que se necesita para poder vivir una vida bien vivida”, se entusiasma.
A la distancia ¿Cómo crees que te ayudó la música a salir adelante?
La música me ayudó a poder procesar de manera segura para mi psiquis las vivencias tan crudas que estaba atravesando. Me ayudó a pausar cuando había que pausar, a gritar cuando había que gritar, a reír y creer en más allá de lo que veo porque lo siento, le dio un orden a todo el caos que había en mi vida. Aprendí que acercarme a mis fantasmas aun teniendo pánico de lo que vaya a encontrar, hace que cada vez sea más fácil poder amarme, conocerme y darme lo que necesito. En su momento no me pudieron enseñar, educar, cuidar, fomentar, proteger, mimar, amar. Ahora está en mis manos hacerlo, eso da miedo muchas veces, pero ahora sé lo que necesito para estar en paz conmigo misma.
Bárbara y su hermano fueron víctimas de una familia disfuncional en la que su madre siempre los hacía sentir culpables, hasta que encontró refugio en lo que sería su carrera Read More