JOSÉ IGNACIO.- Frente a la puerta principal, es difícil imaginar que Posada Ayana sea un hotel, mucho menos uno de los más exclusivos de todo Uruguay. A una cuadra de la playa Mansa, dos puertas de madera que podrían ser la de una casa cualquiera abren el paso a un jardín interno, por cuyo claustro de hormigón y madera aparece caminando la austríaca Edda Kofler, propietaria del lugar.
El hotel que administra, junto a su marido Robert y a una de sus hijas, tiene tan solo 14 suites, además de una villa y una casa de playa. Las distintas instalaciones están dispersas a lo largo de un extenso parque con una vista privilegiada en altura a las dunas y al mar.
“Cuando vine a ver esta propiedad, tuve una conexión instantánea”, cuenta Kofler, que desde 2019 vive seis meses del año en José Ignacio -durante la temporada cálida en que la Posada Ayana está abierta– y luego se divide entre su departamento en Viena y su casa de veraneo en Ibiza.
“Por más que el terreno es grande, nunca quisimos construirlo todo, llenarlo de edificios y habitaciones –dice–. El hotel fue construido alrededor de la idea de preservar un gran porcentaje de verde, priorizando que los huéspedes se sientan en paz y cómodos, y manteniendo la esencia natural de José Ignacio”, explica Kofler desde la galería, una construcción con luces tenues donde, de noche, los huéspedes se acercan a ver las estrellas. Ahora todavía es de día, y en una reposera junto a la pileta sinfín de piso de mármol, una pareja toma sol.
Posada Ayana no solo es especial por su gastronomía de primer nivel y su ubicación, o por el hecho de que solo recibe adultos: lo que realmente hace único a este hotel es su propuesta artística, una instalación sin precedentes en Uruguay. Se trata de la instalación Ta Khut, del estadounidense James Turrell, conocido en el mundo como el “maestro de la luz”, ya que es considerado el mejor artista contemporáneo vivo de esa disciplina. Tiene obras interactivas en diferentes rincones del mundo y cada una es distinta. En América del Sur hay dos: la de Cafayate, Salta, inaugurada en la bodega Colomé en 2009, y la de Posada Ayana. Esta fue inaugurada en 2021.
“Lo que más le gustó a James de este lugar fue el hecho de que acá no hay contaminación lumínica de noche. Las calles no tienen iluminación y quienes vivimos acá mantenemos una iluminación baja de nuestros espacios para sostener esa esencia. Eso te permite ver las estrellas de una manera muy especial”, dice Robert.
Desde su inauguración, este edificio piramidal, que está cubierto de césped y tiene en la punta un domo de 42 toneladas de mármol italiano, atrae visitantes de todo el mundo. “La mayoría de nuestros huéspedes son europeos y norteamericanos. Muchos nos cuentan que se enteraron de la existencia de José Ignacio leyendo en internet sobre el skyspace [el nombre de este tipo de instalación] de Turrell y decidieron venir. Es que la apertura de esta obra fue cubierta por los principales medios europeos y estadounidenses, inclusive The New York Times”, cuenta Robert, que cada tarde recibe a los visitantes del domo –hay 40 cupos por día y están llenos toda la temporada– y les hace una breve introducción sobre la experiencia inmersiva de luces y sonidos que vivirán dentro del edificio.
Dice que muchos turistas de esas latitudes se enamoran de José Ignacio durante sus primeras visitas. “Hubo gente que vino de Nueva York y nos dijo que no conocían algo así. Los huéspedes salen a caminar y sienten que están casi solos, rodeados de verde, mar y aire limpio”, detalla.
Conexión
Él mismo se enamoró del lugar a principios de los 2000, cuando a partir de la recomendación de un argentino con el que había estado trabajando en el rubro del polo, en Buenos Aires, decidió venir a conocer Punta del Este, lugar al que volvió años más tarde para veranear junto a su familia. No sintió especial conexión con La Barra ni Manantiales, pero sí con José Ignacio.
Edda recuerda su primer día visitando este pueblo costero con una sonrisa. “Hicimos un paseo a caballo por la playa y lo disfruté mucho. Fue el único paseo a caballo que disfruté en mi vida, y he montado a caballo durante muchos años –dice, y se ríe–. Sentí libertad y una especial conexión con la naturaleza, lo mismo que todavía siento cuando vengo para aquí”.
De noche, las calles de tierra, las estrellas y el sonido constante de los grillos dan la impresión de estar en el campo, pero en uno a pocos pasos del mar.
Dentro de la posada, durante enero y febrero, se ofrece cada noche una experiencia gastronómica diseñada y auspiciada por la reconocida chef argentina Oli Saal, que durante estos meses instala un pop-up de su cocina en el hotel, donde recibe tanto a huéspedes como a turistas argentinos y uruguayos que están de vacaciones en Punta del Este. La experiencia se hace bajo una carpa beduina de donde cuelgan esferas de luces, y tiene vista al domo de Turrell. El menú, que incluye entradas, plato principal y postre, tiene un monto fijo de US$109.
“Hay muy pocos lugares así en el mundo”
Edda y Robert consideran que José Ignacio es un lugar especial en el mundo. “El pueblo y las lagunas costeras son para mí algo único. Hay muy pocos lugares así en el mundo, con playas tan largas, lagunas, con poca gente, con dunas impresionantes y con fauna y flora autóctonas. Por eso, la gente de Europa y Estados Unidos viaja 14 horas en avión para venir. No vienen hasta acá porque hay clubes de playa, en Ibiza y Mikonos hay beach clubs 100 veces mejor. Vienen porque es tranquilo, porque no hay mucha contaminación de luz, porque las estrellas se ven muy bien, porque hay mucha naturaleza”, dice Robert.
Varios años antes de que pensaran en abrir un hotel, Edda y Robert comenzaron a buscar una propiedad para comprar en el pueblo para convertirlo en su hogar de verano. No querían que fuera sobre la línea el mar, sino a un par de cuadras, para tener más privacidad y evitar el viento y la erosión del océano. Comenzaron a ver casas y terrenos hasta que llegaron a este, con el que, dice Edda, tuvo un “conexión instantánea”. Primero, reformaron la casa y construyeron dos propiedades para sus hijas. Y años después comenzaron a diseñar el hotel.
El hotel fue principalmente un sueño que Robert y sus hijas tenían desde hace años. Edda, que en su momento trabajaba como diseñadora de conceptos para hoteles austríacos, fue quien estuvo a cargo de pensarlo.
El nombre “Ayana” significa en sánscrito “hermosa flor” y también “un hermoso camino con un final maravilloso”, explican sus dueños. Este doble sentido se alinea con la experiencia que Edda y Robert quisieron darle al hotel. “Queríamos evitar ponerle un nombre en inglés, lo que se ha vuelto muy común en Punta del Este”, indican.
La apertura
El hotel abrió en 2019 para amigos y familiares. Cuando comenzó la pandemia, Edda y Robert se encontraban allí. Ahora recuerdan la experiencia como una “excelente oportunidad” para comenzar a relacionarse de cerca con los vecinos de José Ignacio. “Abrimos el hotel para organizar ciclos de cine. Así conocimos a muchos y muchos nos conocieron a nosotros”, señala Edda.
Desde entonces, durante los meses que viven en José Ignacio, Edda, Robert y su hija Felice tienen una intensa vida social, que combinan con sus responsabilidades en el hotel y con el asesoramiento personalizado que le ofrecen a los huéspedes.
“Mantenemos un vínculo muy cercano con nuestros huéspedes. Estamos siempre dando vueltas y nos preguntan mucho sobre propuestas culturales y cosas para hacer en José Ignacio y Punta del Este”, plantea Robert.
La obra de Turrell, al igual que el hotel, abre cada año el 1° de noviembre y cierra el 31 de marzo. El proyecto comenzó originalmente por la necesidad de preservar el terreno lindero al hotel. “Iba a ir a remate. Inicialmente no estábamos tan interesados en adquirirlo. Pero un día me comentaron que tenga cuidado porque iba a ir al remate y que estaba interesada una persona que quería construir un edificio con 40 departamentos. Fue entonces cuando pensé que tenía que involucrarme y lo compré antes de que fuera a la remate”, explica Robert.
En la primavera de 2019, mientras esquiaba en los Alpes austríacos, conoció la obra de Turrell. “Salí tan emocionado que pensé: ‘esto sería algo realmente especial para América del Sur’. Y fue entonces cuando empezó mi aventura al intentar ponerme en contacto con James. Fue una aventura. Me tomó más de siete meses”, cuenta entre risas.
JOSÉ IGNACIO.- Frente a la puerta principal, es difícil imaginar que Posada Ayana sea un hotel, mucho menos uno de los más exclusivos de todo Uruguay. A una cuadra de la playa Mansa, dos puertas de madera que podrían ser la de una casa cualquiera abren el paso a un jardín interno, por cuyo claustro de hormigón y madera aparece caminando la austríaca Edda Kofler, propietaria del lugar.
El hotel que administra, junto a su marido Robert y a una de sus hijas, tiene tan solo 14 suites, además de una villa y una casa de playa. Las distintas instalaciones están dispersas a lo largo de un extenso parque con una vista privilegiada en altura a las dunas y al mar.
“Cuando vine a ver esta propiedad, tuve una conexión instantánea”, cuenta Kofler, que desde 2019 vive seis meses del año en José Ignacio -durante la temporada cálida en que la Posada Ayana está abierta– y luego se divide entre su departamento en Viena y su casa de veraneo en Ibiza.
“Por más que el terreno es grande, nunca quisimos construirlo todo, llenarlo de edificios y habitaciones –dice–. El hotel fue construido alrededor de la idea de preservar un gran porcentaje de verde, priorizando que los huéspedes se sientan en paz y cómodos, y manteniendo la esencia natural de José Ignacio”, explica Kofler desde la galería, una construcción con luces tenues donde, de noche, los huéspedes se acercan a ver las estrellas. Ahora todavía es de día, y en una reposera junto a la pileta sinfín de piso de mármol, una pareja toma sol.
Posada Ayana no solo es especial por su gastronomía de primer nivel y su ubicación, o por el hecho de que solo recibe adultos: lo que realmente hace único a este hotel es su propuesta artística, una instalación sin precedentes en Uruguay. Se trata de la instalación Ta Khut, del estadounidense James Turrell, conocido en el mundo como el “maestro de la luz”, ya que es considerado el mejor artista contemporáneo vivo de esa disciplina. Tiene obras interactivas en diferentes rincones del mundo y cada una es distinta. En América del Sur hay dos: la de Cafayate, Salta, inaugurada en la bodega Colomé en 2009, y la de Posada Ayana. Esta fue inaugurada en 2021.
“Lo que más le gustó a James de este lugar fue el hecho de que acá no hay contaminación lumínica de noche. Las calles no tienen iluminación y quienes vivimos acá mantenemos una iluminación baja de nuestros espacios para sostener esa esencia. Eso te permite ver las estrellas de una manera muy especial”, dice Robert.
Desde su inauguración, este edificio piramidal, que está cubierto de césped y tiene en la punta un domo de 42 toneladas de mármol italiano, atrae visitantes de todo el mundo. “La mayoría de nuestros huéspedes son europeos y norteamericanos. Muchos nos cuentan que se enteraron de la existencia de José Ignacio leyendo en internet sobre el skyspace [el nombre de este tipo de instalación] de Turrell y decidieron venir. Es que la apertura de esta obra fue cubierta por los principales medios europeos y estadounidenses, inclusive The New York Times”, cuenta Robert, que cada tarde recibe a los visitantes del domo –hay 40 cupos por día y están llenos toda la temporada– y les hace una breve introducción sobre la experiencia inmersiva de luces y sonidos que vivirán dentro del edificio.
Dice que muchos turistas de esas latitudes se enamoran de José Ignacio durante sus primeras visitas. “Hubo gente que vino de Nueva York y nos dijo que no conocían algo así. Los huéspedes salen a caminar y sienten que están casi solos, rodeados de verde, mar y aire limpio”, detalla.
Conexión
Él mismo se enamoró del lugar a principios de los 2000, cuando a partir de la recomendación de un argentino con el que había estado trabajando en el rubro del polo, en Buenos Aires, decidió venir a conocer Punta del Este, lugar al que volvió años más tarde para veranear junto a su familia. No sintió especial conexión con La Barra ni Manantiales, pero sí con José Ignacio.
Edda recuerda su primer día visitando este pueblo costero con una sonrisa. “Hicimos un paseo a caballo por la playa y lo disfruté mucho. Fue el único paseo a caballo que disfruté en mi vida, y he montado a caballo durante muchos años –dice, y se ríe–. Sentí libertad y una especial conexión con la naturaleza, lo mismo que todavía siento cuando vengo para aquí”.
De noche, las calles de tierra, las estrellas y el sonido constante de los grillos dan la impresión de estar en el campo, pero en uno a pocos pasos del mar.
Dentro de la posada, durante enero y febrero, se ofrece cada noche una experiencia gastronómica diseñada y auspiciada por la reconocida chef argentina Oli Saal, que durante estos meses instala un pop-up de su cocina en el hotel, donde recibe tanto a huéspedes como a turistas argentinos y uruguayos que están de vacaciones en Punta del Este. La experiencia se hace bajo una carpa beduina de donde cuelgan esferas de luces, y tiene vista al domo de Turrell. El menú, que incluye entradas, plato principal y postre, tiene un monto fijo de US$109.
“Hay muy pocos lugares así en el mundo”
Edda y Robert consideran que José Ignacio es un lugar especial en el mundo. “El pueblo y las lagunas costeras son para mí algo único. Hay muy pocos lugares así en el mundo, con playas tan largas, lagunas, con poca gente, con dunas impresionantes y con fauna y flora autóctonas. Por eso, la gente de Europa y Estados Unidos viaja 14 horas en avión para venir. No vienen hasta acá porque hay clubes de playa, en Ibiza y Mikonos hay beach clubs 100 veces mejor. Vienen porque es tranquilo, porque no hay mucha contaminación de luz, porque las estrellas se ven muy bien, porque hay mucha naturaleza”, dice Robert.
Varios años antes de que pensaran en abrir un hotel, Edda y Robert comenzaron a buscar una propiedad para comprar en el pueblo para convertirlo en su hogar de verano. No querían que fuera sobre la línea el mar, sino a un par de cuadras, para tener más privacidad y evitar el viento y la erosión del océano. Comenzaron a ver casas y terrenos hasta que llegaron a este, con el que, dice Edda, tuvo un “conexión instantánea”. Primero, reformaron la casa y construyeron dos propiedades para sus hijas. Y años después comenzaron a diseñar el hotel.
El hotel fue principalmente un sueño que Robert y sus hijas tenían desde hace años. Edda, que en su momento trabajaba como diseñadora de conceptos para hoteles austríacos, fue quien estuvo a cargo de pensarlo.
El nombre “Ayana” significa en sánscrito “hermosa flor” y también “un hermoso camino con un final maravilloso”, explican sus dueños. Este doble sentido se alinea con la experiencia que Edda y Robert quisieron darle al hotel. “Queríamos evitar ponerle un nombre en inglés, lo que se ha vuelto muy común en Punta del Este”, indican.
La apertura
El hotel abrió en 2019 para amigos y familiares. Cuando comenzó la pandemia, Edda y Robert se encontraban allí. Ahora recuerdan la experiencia como una “excelente oportunidad” para comenzar a relacionarse de cerca con los vecinos de José Ignacio. “Abrimos el hotel para organizar ciclos de cine. Así conocimos a muchos y muchos nos conocieron a nosotros”, señala Edda.
Desde entonces, durante los meses que viven en José Ignacio, Edda, Robert y su hija Felice tienen una intensa vida social, que combinan con sus responsabilidades en el hotel y con el asesoramiento personalizado que le ofrecen a los huéspedes.
“Mantenemos un vínculo muy cercano con nuestros huéspedes. Estamos siempre dando vueltas y nos preguntan mucho sobre propuestas culturales y cosas para hacer en José Ignacio y Punta del Este”, plantea Robert.
La obra de Turrell, al igual que el hotel, abre cada año el 1° de noviembre y cierra el 31 de marzo. El proyecto comenzó originalmente por la necesidad de preservar el terreno lindero al hotel. “Iba a ir a remate. Inicialmente no estábamos tan interesados en adquirirlo. Pero un día me comentaron que tenga cuidado porque iba a ir al remate y que estaba interesada una persona que quería construir un edificio con 40 departamentos. Fue entonces cuando pensé que tenía que involucrarme y lo compré antes de que fuera a la remate”, explica Robert.
En la primavera de 2019, mientras esquiaba en los Alpes austríacos, conoció la obra de Turrell. “Salí tan emocionado que pensé: ‘esto sería algo realmente especial para América del Sur’. Y fue entonces cuando empezó mi aventura al intentar ponerme en contacto con James. Fue una aventura. Me tomó más de siete meses”, cuenta entre risas.
En Posada Ayana, hay una instalación lumínica del reconocido “maestro de la luz” norteamericano James Turrell; naturaleza y mar, los dos conceptos que caracterizan a la construcción Read More