Débora Plager: del desafío de su ciclo en LN+ al duro trance que atravesó junto a sus hijos y su mirada sobre Israel

“Toda mi vida he visto las palabras como si las estuviera viendo por primera vez”, dijo Ernest Hemingway. En la preciosa biblioteca iluminada con formato de vitrina que enmarca una de las grandes paredes de su piso de Belgrano, descansan algunos ejemplares del autor de El viejo y el mar. A Débora Plager bien le cabe la aseveración del notable escritor norteamericano. Una periodista que sabe qué decir y cómo expresarlo. Lo lógico de su oficio, aunque, no siempre suceda.

“Me siento súper identificada con la marca LA NACIÓN”, reconoce la comunicadora, uno de los nombres destacados de la programación de LN+, la señal de noticias en donde conduce +Info a la tarde, en tira diaria, de lunes a viernes, a las 15. Además, también en LN+, se suma con su opinión a los espacios +Nación (liderado por Luis Majul) y El diario de Leuco (el ciclo de Alfredo Leuco). “Siento que estoy adentro de una marca prestigiosa y con un montón de colegas que respeto”, reafirma en torno a la grilla renovada de la cadena informativa que este año sumó, entre otros, los nombres de Cristina Pérez y Pepe Gil Vidal.

A su tarea frente a cámaras le suma, los sábados de 11 a 13, la responsabilidad de llevar adelante Modo Plager (Radio Rivadavia). Agenda completa para esta mujer licenciada en Comunicación y experimentada también en el trabajo de campo, tanto en nuestro país como en las muy logradas coberturas internacionales que ha realizado a lo largo de su trayectoria profesional.

-¿Qué considerás que le aportás a LN+?

-Mi capacidad de trabajo. Soy la primera que llega y la última que se va, es un trabajo veinticuatro por siete, me lo tomo todo muy en serio.

Desde ya, en esa afirmación se lee mucho más que puntualidad y compromiso, sino también una mirada lúcida sobre el acontecer de la actualidad. Lleva 25 años haciendo televisión en vivo todos los días. Sin embargo, reconoce: “Nunca doy nada por sentado, no me relajo, siempre siento que es como el primer día y con un examen a pasar”.

-La dinámica del trabajo periodístico, que se renueva todos los días, y el reto de seducir a las audiencias…

-Cuando no te va bien en rating, al día siguiente llegará tu revancha. Y si, al contrario, te va muy bien, no hay que festejar demasiado porque mañana tendrás que hacer un nuevo programa, otro desafío por rendir.

-Tanto en nuestro país como en el mundo y tomando en cuenta en el vínculo entre gobernantes y periodistas, ¿cuándo fue más difícil informar?

-Esta es la época más difícil y no lo pongo solo en el contexto político, sino desde una mirada global de lo que sucede con el manejo de la información. La aparición de las fake news y de la inteligencia artificial hacen lo suyo, lo mismo que el criterio de lo verosímil. Y en la Argentina, los 16 años del kirchnerismo fueron difíciles, se radicalizaron con todo lo que sucedió a partir de la Ley de Medios. El kirchnerismo hizo una cooptación de medios que, hasta ese momento, eran independientes. A muchos de los periodistas que no estábamos de acuerdo y teníamos una visión crítica, nos pasaron cosas.

-¿Qué te sucedió?

-Me echaron. Son cosas que pasan con gobiernos que tienen problemas con periodistas que no son afines. Al presidente (Javier) Milei tampoco le gustan las críticas de los periodistas, no le gusta el periodismo. Es más, no le gusta el periodismo como idea. Está intentando destruir al periodismo desde adentro, pero tenemos que estar atentos y no caer en la trampa, en la provocación verbal. Hay que correrse de ahí y seguir trabajando con distancia del poder.

-Entonces ahora, ¿dónde hay que pararse para informar?

-Considero que el periodismo es un oficio y, así como un carpintero necesita de sus herramientas, nosotros necesitamos de nuestras fuentes. Necesitamos de una verdad, de hechos para contar y, pareciera ser, que lo hechos dejaron de ser importantes. Por eso, es muy difícil informar en estos tiempos y sostener la credibilidad, cuando te puede desmentir cualquier cosa viralizada.

-Dispositivos tecnológicos mediante, hay una confusión en torno a la aseveración que “cualquiera puede informar” porque graba una imagen de manera imprevista. El oficio del periodista, además, implica formación, información comparada, capacidad de análisis, contrarrestar fuentes.

-Hace diez o quince años, creía en la inmediatez que te daba la tecnología.

-Un erróneo concepto de “democratización de la generación y difusión de noticias”.

-Ya no podemos hablar de “democratización” sino de manipulación de la información. Es riesgoso y hay que estar muy atentos, por eso sigo creyendo en el periodismo profesional. Ahí está la verdadera fuente de la información. Me molesta muchísimo el descrédito que se intenta hacer de este oficio o profesión por parte de muchos dirigentes a los cuales les resulta redituable decir que los periodistas son “una lacra”, porque, el día que un periodista los critique, esa crítica tendrá menos valor al presuponerse que se instaló la idea que los periodistas no sirven para nada.

-El desprestigio previo para restarle entidad y valía a una eventual crítica.

-Es un momento complicado para informar. Al mismo tiempo, me produce igual molestia el descrédito que hacen de los periodistas los propios periodistas. Hay que seguir honrando este oficio que muchos hacemos desde la mayor honestidad.

La periodista grafica su idea en torno al descrédito que parte de la dirigencia del mundo hace a su oficio, refiriendo a un artículo reciente de Gail Scriven, publicado en LA NACIÓN: “Da cuenta, en relación a la presidencia de Donald Trump, que la idea es inundar la plaza de porquerías, excrementos, tirar fake news, generando conversación en la opinión pública sobre cualquier tema, de cualquier cosa, y que una noticia tape a la otra. Ese tiempo vivimos hoy y, por eso, para la gente es muy difícil discernir”.

-Y ahí aparece uno de los valores del periodismo, que es ayudar a discernir…

-Por eso nuestro trabajo es más difícil que nunca. En el péndulo donde se mueve el mundo, en un tiempo de tanto fango y tanto lodo, creo que vamos a salir bien parados los que ejercemos el rol con seriedad.

-En no pocos casos, el descrédito hacia el oficio parte desde el propio ecosistema mediático.

-Ese es un problema, ya que no somos ni la noticia ni los protagonistas, ahí entra en juego el ego. Es difícil cuando tu cara aparece en televisión, en un celular, en todos lados, hay que tratar de correr el ego para otro lado o hacer terapia. De lo contrario, lleva a cometer errores.

-¿Cómo domás tu ego?

-Me ayuda un montón mi mundo familiar. Cuando atravieso la puerta de casa dejo de ser Débora Plager, la periodista de los medios, y me ubico en otro lugar totalmente distinto. Tampoco ocupo un rol central en la familia, sino que cada uno tiene el suyo. En casa, me cargan, me critican, me aman y me putean, todo a la vez. Eso es muy importante. Cuando nuestro mundo íntimo y familiar está desarrollado, bien acomodado y resuelto, te ayuda mucho a ubicar el ego donde corresponde, es muy sano.

Plager entrevistó a los expresidentes -en funciones- Bill Clinton (EE.UU.), Rafael Correa (Ecuador) y Hugo Chávez (Venezuela), entre otros. Desafíos profesionales nada despreciables. “En la Argentina no tuve muchas entrevistas con presidentes. En general, nunca las promoví. Es complejo entrevistar a un presidente, es difícil salir indemne, tanto por lo que le preguntaste como por lo que no le preguntaste o repreguntaste”.

-Como cabeza de equipo, ¿sos muy exigente?

-Soy buena compañera, pero creo que soy exigente, porque lo soy conmigo misma. Soy muy rigurosa con los datos. Jamás agarro la guitarra, trato de ser precisa, de tener todo chequeado.

En teatro se diría que su rol es el de “cabeza de compañía”. Desde ese sitial, si acontece algún conflicto, reconoce: “En esos momentos de tensión y adrenalina me bajan las pulsaciones a la mitad, desde ahí resuelvo lo que haya que resolver”. Paños fríos para capear temporales, “tanto en el trabajo como en la vida personal”, donde algún infortunio se le ha atravesado.

Cuando el hábito hace al monje

-Alguna vez, reconociste que iniciaste tu carrera respondiendo al vestuario que “correspondía” para una periodista, exhibiendo una aspecto formal y conservador para generar credibilidad y no ser juzgada por ostentar banalidad. Eso no se le ha exigido en igual dimensión al hombre.

-Atravesé épocas. Me inicié a los 25 y, en ese tiempo, el medio tenía un lugar más formal para las mujeres, sobre todo en los noticieros y programas de actualidad. Seguramente, por mi edad y por mis propias inseguridades, escondí aquello que podía parecer más frívolo o vinculado con la belleza femenina y la utilización del cuerpo, buscando que el foco no estuviera puesto ahí y sí en si era buena profesional, informada, capaz y culta.

-¿Qué sucedió con el paso de los años?

-Me fui relajando, seguramente porque uno adquiere, a medida que madura, seguridades mayores y pisa más fuerte en su trabajo.

-La sociedad también repensó algunas creencias y confirmaciones erróneas.

-Desde ya y, además, me amigué con esa cosa más “almodovariana” que tenemos las mujeres, esa dualidad de estar súper atentas a nuestro trabajo, pero, al mismo tiempo, pendientes si el taco está torcido, si hay que retocar el lápiz de labios o si el pelo está fuera de lugar. Me encanta todo eso de lo femenino. Además, entendí que la belleza era un activo y que juega a favor. ¿Por qué no usarlo? Sobre todo, en el mundo de la televisión, que es imagen.

-¿Cuándo lográs alejarte un rato de la información?

-Solo en vacaciones.

-Tenés una gran presencia, ¿te relajás puertas adentro?

-Sí, muchísimo.

Débora Fabiana Plager, 55 años, nacida y criada en la Zona Norte del conurbano bonaerense. Hija de un médico y una escritora. Cuando la charla va hacia otro terreno, por fuera de lo laboral, emerge una mujer más desconocida para el público. El tono de su voz se desinfla y hasta se permite reír. “En mi casa, trato de no ser Débora Plager”.

-¿Quién sos?

-Soy “mamá”, “Debbie” o “Débile”, como me dicen mis papás.

-Pensando en deconstrucciones, participaste en Bailando por un sueño. Si bien es un espacio que facilita masividad, también requiere estar preparado para todo, incluso para el escándalo.

-Es un riesgo que decidí correr. Había atrás mucho camino como periodista, así que lo hice desde mi seguridad personal. Además, no digo que hoy no lo haría, pero en ese momento estábamos atravesando la última parte de la pandemia, algo que en lo personal me enfrentó a mi propia conciencia de la finitud y de la de mis seres queridos. Acepté bailar debido al contexto y para derribar el prejuicio.

-¿Cuál fue el saldo?

-Muy positivo, me divertí un montón. Como tengo poco tiempo, no pude continuar tomando clases de danza.

-No te viste involucrada en el lodazal…

-Tenía muy claro que eso no iba a suceder.

-Tu madre, Silvia Plager, es escritora. De hecho, has reconocido que, durante años, no te atreviste a la escritura porque pesaba sobre vos su figura omnipresente.

-Durante mucho tiempo sostenía que el monopolio de la palabra lo tenía ella. Hablo en pasado porque después comencé a escribir. Hice mucha televisión y radio, pero los colegas me hacían notar esa característica, me preguntaban si venía de la gráfica por la claridad conceptual con la que contaba las noticias. Para mí, la palabra es sagrada. Cuando empecé, trabajaba en el mismo lugar que Antonio Carrizo y, más de una vez, me estimuló, me felicitó. Hoy está degradada la palabra, cualquiera agarra un micrófono y dice cualquier cosa. Reivindico la palabra. Me gusta amasar las palabras.

Los míos, los tuyos y un dolor

-¿Cómo ha sido construir una familia ensamblada?

-Nunca es fácil, requiere de mucha paciencia, consensos. Quizás hoy, debe haber más familias ensambladas que matrimonios que se mantengan en el tiempo.

Está casada con José Luis Pagano, periodista y responsable de medios de dilatada trayectoria. Con él conformó su familia, en una convivencia en la que sus dos hijos mellizos se unieron a las hijas de su esposo.

La periodista es madre de dos varones, mellizos de 23 años, y José Luis Pagano es padre de dos mujeres, de 23 y 21 años. “Aunque no lo sean sanguíneamente, se tratan y se quieren como hermanos. Así se sienten. Haber construido ese vínculo fraternal, creo que es el mayor mérito que hemos tenido”, asegura.

-Tu exmarido y padre de tus hijos, entiendo que padece una enfermedad de larga data.

-Así es, está internado desde hace mucho tiempo. No pudo recuperarse de una situación que fue un mix de una condición psíquica y física, con una salud un tanto deteriorada. Ahí estoy siempre para sostener a mis hijos y que no pierdan esa relación con su papá, a pesar de que él se enfermó cuando ellos eran muy chiquitos.

-Habrá sido complejo desarrollar la crianza sin esa presencia paternal.

-Uno se va acostumbrando a las realidades que le tocan, no sé cómo hubiese sido de otra manera. Pasaron tantos años que lo naturalicé. Es lo que a cada uno le toca, a mis hijos les tocó un papá enfermo que no pudo ejercer su rol por sus propias limitaciones físicas, pero ahí estuvieron mi actual marido, mi padre como abuelo, mi hermano como tío, tengo una familia que sostuvo.

Atardece sobre Buenos Aires. El sol se va escondiendo y el living comienza a descubrir otros matices. Una gran escalera conduce a los cuartos del dúplex que se enfrenta a la inmensidad de un barrio extremadamente habitado. Literatura de guerra, ficción, clásicos y ensayos periodísticos. No podía faltar Martín Caparrós. La biblioteca invita a un viaje y, como tal, también permite descifrar las ideas y los gustos de sus lectores. También hay varios premios Martín Fierro, plantas, lámparas y una armonía perfecta en ese espacio donde nada está librado al azar.

-Con tu marido comparten el oficio periodístico. ¿Cuál es la dinámica para que la vocación sea un punto vincular y no un engranaje de la saturación?

-Nuestra relación está basada desde el amor que nos tenemos y es muy linda en la intimidad de la pareja, en la atracción. Obviamente, está muy atravesada por nuestro trabajo, por la pasión por la noticia, la política, lo que sucede en los medios y los libros. Los dos nos admiramos mutuamente, confío en su mirada y su palabra, en las devoluciones que hace sobre mi trabajo.

-¿Lo escuchás?

-Mucho, muchísimo. Necesito de esa palabra que, a veces, es de aprobación y, en otros casos, es crítica. Me cuesta aceptar eso, pero bienvenida sea la crítica, me ayuda a crecer.

-Entonces, intimidad y vocación van de la mano.

-No puedo escindir una cosa de la otra: nos conocimos grandes, trabajando.

Se conocieron en Radio 10. Pagano era el director y Plager participaba en uno de los programas como columnista. “Un día me dijo que no continuaba, porque ese ciclo dejaba de salir al aire, por eso, siempre lo cargo y le digo ´vos me echaste´. Él no se acordaba”, recuerda divertida.

-Ser madre y profesional, ¿implicó vivir con culpa algunos de los roles?

-Como judía, siento culpa por todo.

-Detallemos.

-Tuve mucha suerte, porque mis hijos nunca me hicieron sentir culpable de nada. Siempre era “mamá no te apures”, “mamá no pasa nada si no llegás a tiempo”.

-No hubo pase de facturas.

-Es algo que les tengo que agradecer eternamente, han sido siempre muy generosos conmigo, nunca me hicieron sentir mal.

-Se te ve muy armada, plantada.

-Es verdad.

-Entonces, ¿qué te desarma? ¿qué te hace llorar?

-Mis hijos son mi punto débil, ahí me desarmo.

-¿Cómo vivís la situación actual en Israel?

-Con mucha angustia. Mi hermano Ariel nació en Ascalón, Israel. Mis padres se fueron a vivir allá cuando a mi papá lo contrataron como médico en el hospital de esa ciudad. Volvieron durante la Guerra de los Seis Días y yo nací acá. Es imposible no conmoverse con lo que sucede en Israel, pero me corro de lo emocional y, como judía, vivo con mucha preocupación el recrudecimiento del antisemitismo. Con lo que implica la barbarie del terrorismo de Hamas, uno hubiese creído que iba a generar una ola de solidaridad con el pueblo judío, pero fue todo lo contrario, despertó algo que estaba latente y no se veía con tanta nitidez. Me reconozco judía, argentina, mujer y defensora de la libertad y la democracia y del derecho del Estado de Israel a su existencia, como nunca antes.

“Toda mi vida he visto las palabras como si las estuviera viendo por primera vez”, dijo Ernest Hemingway. En la preciosa biblioteca iluminada con formato de vitrina que enmarca una de las grandes paredes de su piso de Belgrano, descansan algunos ejemplares del autor de El viejo y el mar. A Débora Plager bien le cabe la aseveración del notable escritor norteamericano. Una periodista que sabe qué decir y cómo expresarlo. Lo lógico de su oficio, aunque, no siempre suceda.

“Me siento súper identificada con la marca LA NACIÓN”, reconoce la comunicadora, uno de los nombres destacados de la programación de LN+, la señal de noticias en donde conduce +Info a la tarde, en tira diaria, de lunes a viernes, a las 15. Además, también en LN+, se suma con su opinión a los espacios +Nación (liderado por Luis Majul) y El diario de Leuco (el ciclo de Alfredo Leuco). “Siento que estoy adentro de una marca prestigiosa y con un montón de colegas que respeto”, reafirma en torno a la grilla renovada de la cadena informativa que este año sumó, entre otros, los nombres de Cristina Pérez y Pepe Gil Vidal.

A su tarea frente a cámaras le suma, los sábados de 11 a 13, la responsabilidad de llevar adelante Modo Plager (Radio Rivadavia). Agenda completa para esta mujer licenciada en Comunicación y experimentada también en el trabajo de campo, tanto en nuestro país como en las muy logradas coberturas internacionales que ha realizado a lo largo de su trayectoria profesional.

-¿Qué considerás que le aportás a LN+?

-Mi capacidad de trabajo. Soy la primera que llega y la última que se va, es un trabajo veinticuatro por siete, me lo tomo todo muy en serio.

Desde ya, en esa afirmación se lee mucho más que puntualidad y compromiso, sino también una mirada lúcida sobre el acontecer de la actualidad. Lleva 25 años haciendo televisión en vivo todos los días. Sin embargo, reconoce: “Nunca doy nada por sentado, no me relajo, siempre siento que es como el primer día y con un examen a pasar”.

-La dinámica del trabajo periodístico, que se renueva todos los días, y el reto de seducir a las audiencias…

-Cuando no te va bien en rating, al día siguiente llegará tu revancha. Y si, al contrario, te va muy bien, no hay que festejar demasiado porque mañana tendrás que hacer un nuevo programa, otro desafío por rendir.

-Tanto en nuestro país como en el mundo y tomando en cuenta en el vínculo entre gobernantes y periodistas, ¿cuándo fue más difícil informar?

-Esta es la época más difícil y no lo pongo solo en el contexto político, sino desde una mirada global de lo que sucede con el manejo de la información. La aparición de las fake news y de la inteligencia artificial hacen lo suyo, lo mismo que el criterio de lo verosímil. Y en la Argentina, los 16 años del kirchnerismo fueron difíciles, se radicalizaron con todo lo que sucedió a partir de la Ley de Medios. El kirchnerismo hizo una cooptación de medios que, hasta ese momento, eran independientes. A muchos de los periodistas que no estábamos de acuerdo y teníamos una visión crítica, nos pasaron cosas.

-¿Qué te sucedió?

-Me echaron. Son cosas que pasan con gobiernos que tienen problemas con periodistas que no son afines. Al presidente (Javier) Milei tampoco le gustan las críticas de los periodistas, no le gusta el periodismo. Es más, no le gusta el periodismo como idea. Está intentando destruir al periodismo desde adentro, pero tenemos que estar atentos y no caer en la trampa, en la provocación verbal. Hay que correrse de ahí y seguir trabajando con distancia del poder.

-Entonces ahora, ¿dónde hay que pararse para informar?

-Considero que el periodismo es un oficio y, así como un carpintero necesita de sus herramientas, nosotros necesitamos de nuestras fuentes. Necesitamos de una verdad, de hechos para contar y, pareciera ser, que lo hechos dejaron de ser importantes. Por eso, es muy difícil informar en estos tiempos y sostener la credibilidad, cuando te puede desmentir cualquier cosa viralizada.

-Dispositivos tecnológicos mediante, hay una confusión en torno a la aseveración que “cualquiera puede informar” porque graba una imagen de manera imprevista. El oficio del periodista, además, implica formación, información comparada, capacidad de análisis, contrarrestar fuentes.

-Hace diez o quince años, creía en la inmediatez que te daba la tecnología.

-Un erróneo concepto de “democratización de la generación y difusión de noticias”.

-Ya no podemos hablar de “democratización” sino de manipulación de la información. Es riesgoso y hay que estar muy atentos, por eso sigo creyendo en el periodismo profesional. Ahí está la verdadera fuente de la información. Me molesta muchísimo el descrédito que se intenta hacer de este oficio o profesión por parte de muchos dirigentes a los cuales les resulta redituable decir que los periodistas son “una lacra”, porque, el día que un periodista los critique, esa crítica tendrá menos valor al presuponerse que se instaló la idea que los periodistas no sirven para nada.

-El desprestigio previo para restarle entidad y valía a una eventual crítica.

-Es un momento complicado para informar. Al mismo tiempo, me produce igual molestia el descrédito que hacen de los periodistas los propios periodistas. Hay que seguir honrando este oficio que muchos hacemos desde la mayor honestidad.

La periodista grafica su idea en torno al descrédito que parte de la dirigencia del mundo hace a su oficio, refiriendo a un artículo reciente de Gail Scriven, publicado en LA NACIÓN: “Da cuenta, en relación a la presidencia de Donald Trump, que la idea es inundar la plaza de porquerías, excrementos, tirar fake news, generando conversación en la opinión pública sobre cualquier tema, de cualquier cosa, y que una noticia tape a la otra. Ese tiempo vivimos hoy y, por eso, para la gente es muy difícil discernir”.

-Y ahí aparece uno de los valores del periodismo, que es ayudar a discernir…

-Por eso nuestro trabajo es más difícil que nunca. En el péndulo donde se mueve el mundo, en un tiempo de tanto fango y tanto lodo, creo que vamos a salir bien parados los que ejercemos el rol con seriedad.

-En no pocos casos, el descrédito hacia el oficio parte desde el propio ecosistema mediático.

-Ese es un problema, ya que no somos ni la noticia ni los protagonistas, ahí entra en juego el ego. Es difícil cuando tu cara aparece en televisión, en un celular, en todos lados, hay que tratar de correr el ego para otro lado o hacer terapia. De lo contrario, lleva a cometer errores.

-¿Cómo domás tu ego?

-Me ayuda un montón mi mundo familiar. Cuando atravieso la puerta de casa dejo de ser Débora Plager, la periodista de los medios, y me ubico en otro lugar totalmente distinto. Tampoco ocupo un rol central en la familia, sino que cada uno tiene el suyo. En casa, me cargan, me critican, me aman y me putean, todo a la vez. Eso es muy importante. Cuando nuestro mundo íntimo y familiar está desarrollado, bien acomodado y resuelto, te ayuda mucho a ubicar el ego donde corresponde, es muy sano.

Plager entrevistó a los expresidentes -en funciones- Bill Clinton (EE.UU.), Rafael Correa (Ecuador) y Hugo Chávez (Venezuela), entre otros. Desafíos profesionales nada despreciables. “En la Argentina no tuve muchas entrevistas con presidentes. En general, nunca las promoví. Es complejo entrevistar a un presidente, es difícil salir indemne, tanto por lo que le preguntaste como por lo que no le preguntaste o repreguntaste”.

-Como cabeza de equipo, ¿sos muy exigente?

-Soy buena compañera, pero creo que soy exigente, porque lo soy conmigo misma. Soy muy rigurosa con los datos. Jamás agarro la guitarra, trato de ser precisa, de tener todo chequeado.

En teatro se diría que su rol es el de “cabeza de compañía”. Desde ese sitial, si acontece algún conflicto, reconoce: “En esos momentos de tensión y adrenalina me bajan las pulsaciones a la mitad, desde ahí resuelvo lo que haya que resolver”. Paños fríos para capear temporales, “tanto en el trabajo como en la vida personal”, donde algún infortunio se le ha atravesado.

Cuando el hábito hace al monje

-Alguna vez, reconociste que iniciaste tu carrera respondiendo al vestuario que “correspondía” para una periodista, exhibiendo una aspecto formal y conservador para generar credibilidad y no ser juzgada por ostentar banalidad. Eso no se le ha exigido en igual dimensión al hombre.

-Atravesé épocas. Me inicié a los 25 y, en ese tiempo, el medio tenía un lugar más formal para las mujeres, sobre todo en los noticieros y programas de actualidad. Seguramente, por mi edad y por mis propias inseguridades, escondí aquello que podía parecer más frívolo o vinculado con la belleza femenina y la utilización del cuerpo, buscando que el foco no estuviera puesto ahí y sí en si era buena profesional, informada, capaz y culta.

-¿Qué sucedió con el paso de los años?

-Me fui relajando, seguramente porque uno adquiere, a medida que madura, seguridades mayores y pisa más fuerte en su trabajo.

-La sociedad también repensó algunas creencias y confirmaciones erróneas.

-Desde ya y, además, me amigué con esa cosa más “almodovariana” que tenemos las mujeres, esa dualidad de estar súper atentas a nuestro trabajo, pero, al mismo tiempo, pendientes si el taco está torcido, si hay que retocar el lápiz de labios o si el pelo está fuera de lugar. Me encanta todo eso de lo femenino. Además, entendí que la belleza era un activo y que juega a favor. ¿Por qué no usarlo? Sobre todo, en el mundo de la televisión, que es imagen.

-¿Cuándo lográs alejarte un rato de la información?

-Solo en vacaciones.

-Tenés una gran presencia, ¿te relajás puertas adentro?

-Sí, muchísimo.

Débora Fabiana Plager, 55 años, nacida y criada en la Zona Norte del conurbano bonaerense. Hija de un médico y una escritora. Cuando la charla va hacia otro terreno, por fuera de lo laboral, emerge una mujer más desconocida para el público. El tono de su voz se desinfla y hasta se permite reír. “En mi casa, trato de no ser Débora Plager”.

-¿Quién sos?

-Soy “mamá”, “Debbie” o “Débile”, como me dicen mis papás.

-Pensando en deconstrucciones, participaste en Bailando por un sueño. Si bien es un espacio que facilita masividad, también requiere estar preparado para todo, incluso para el escándalo.

-Es un riesgo que decidí correr. Había atrás mucho camino como periodista, así que lo hice desde mi seguridad personal. Además, no digo que hoy no lo haría, pero en ese momento estábamos atravesando la última parte de la pandemia, algo que en lo personal me enfrentó a mi propia conciencia de la finitud y de la de mis seres queridos. Acepté bailar debido al contexto y para derribar el prejuicio.

-¿Cuál fue el saldo?

-Muy positivo, me divertí un montón. Como tengo poco tiempo, no pude continuar tomando clases de danza.

-No te viste involucrada en el lodazal…

-Tenía muy claro que eso no iba a suceder.

-Tu madre, Silvia Plager, es escritora. De hecho, has reconocido que, durante años, no te atreviste a la escritura porque pesaba sobre vos su figura omnipresente.

-Durante mucho tiempo sostenía que el monopolio de la palabra lo tenía ella. Hablo en pasado porque después comencé a escribir. Hice mucha televisión y radio, pero los colegas me hacían notar esa característica, me preguntaban si venía de la gráfica por la claridad conceptual con la que contaba las noticias. Para mí, la palabra es sagrada. Cuando empecé, trabajaba en el mismo lugar que Antonio Carrizo y, más de una vez, me estimuló, me felicitó. Hoy está degradada la palabra, cualquiera agarra un micrófono y dice cualquier cosa. Reivindico la palabra. Me gusta amasar las palabras.

Los míos, los tuyos y un dolor

-¿Cómo ha sido construir una familia ensamblada?

-Nunca es fácil, requiere de mucha paciencia, consensos. Quizás hoy, debe haber más familias ensambladas que matrimonios que se mantengan en el tiempo.

Está casada con José Luis Pagano, periodista y responsable de medios de dilatada trayectoria. Con él conformó su familia, en una convivencia en la que sus dos hijos mellizos se unieron a las hijas de su esposo.

La periodista es madre de dos varones, mellizos de 23 años, y José Luis Pagano es padre de dos mujeres, de 23 y 21 años. “Aunque no lo sean sanguíneamente, se tratan y se quieren como hermanos. Así se sienten. Haber construido ese vínculo fraternal, creo que es el mayor mérito que hemos tenido”, asegura.

-Tu exmarido y padre de tus hijos, entiendo que padece una enfermedad de larga data.

-Así es, está internado desde hace mucho tiempo. No pudo recuperarse de una situación que fue un mix de una condición psíquica y física, con una salud un tanto deteriorada. Ahí estoy siempre para sostener a mis hijos y que no pierdan esa relación con su papá, a pesar de que él se enfermó cuando ellos eran muy chiquitos.

-Habrá sido complejo desarrollar la crianza sin esa presencia paternal.

-Uno se va acostumbrando a las realidades que le tocan, no sé cómo hubiese sido de otra manera. Pasaron tantos años que lo naturalicé. Es lo que a cada uno le toca, a mis hijos les tocó un papá enfermo que no pudo ejercer su rol por sus propias limitaciones físicas, pero ahí estuvieron mi actual marido, mi padre como abuelo, mi hermano como tío, tengo una familia que sostuvo.

Atardece sobre Buenos Aires. El sol se va escondiendo y el living comienza a descubrir otros matices. Una gran escalera conduce a los cuartos del dúplex que se enfrenta a la inmensidad de un barrio extremadamente habitado. Literatura de guerra, ficción, clásicos y ensayos periodísticos. No podía faltar Martín Caparrós. La biblioteca invita a un viaje y, como tal, también permite descifrar las ideas y los gustos de sus lectores. También hay varios premios Martín Fierro, plantas, lámparas y una armonía perfecta en ese espacio donde nada está librado al azar.

-Con tu marido comparten el oficio periodístico. ¿Cuál es la dinámica para que la vocación sea un punto vincular y no un engranaje de la saturación?

-Nuestra relación está basada desde el amor que nos tenemos y es muy linda en la intimidad de la pareja, en la atracción. Obviamente, está muy atravesada por nuestro trabajo, por la pasión por la noticia, la política, lo que sucede en los medios y los libros. Los dos nos admiramos mutuamente, confío en su mirada y su palabra, en las devoluciones que hace sobre mi trabajo.

-¿Lo escuchás?

-Mucho, muchísimo. Necesito de esa palabra que, a veces, es de aprobación y, en otros casos, es crítica. Me cuesta aceptar eso, pero bienvenida sea la crítica, me ayuda a crecer.

-Entonces, intimidad y vocación van de la mano.

-No puedo escindir una cosa de la otra: nos conocimos grandes, trabajando.

Se conocieron en Radio 10. Pagano era el director y Plager participaba en uno de los programas como columnista. “Un día me dijo que no continuaba, porque ese ciclo dejaba de salir al aire, por eso, siempre lo cargo y le digo ´vos me echaste´. Él no se acordaba”, recuerda divertida.

-Ser madre y profesional, ¿implicó vivir con culpa algunos de los roles?

-Como judía, siento culpa por todo.

-Detallemos.

-Tuve mucha suerte, porque mis hijos nunca me hicieron sentir culpable de nada. Siempre era “mamá no te apures”, “mamá no pasa nada si no llegás a tiempo”.

-No hubo pase de facturas.

-Es algo que les tengo que agradecer eternamente, han sido siempre muy generosos conmigo, nunca me hicieron sentir mal.

-Se te ve muy armada, plantada.

-Es verdad.

-Entonces, ¿qué te desarma? ¿qué te hace llorar?

-Mis hijos son mi punto débil, ahí me desarmo.

-¿Cómo vivís la situación actual en Israel?

-Con mucha angustia. Mi hermano Ariel nació en Ascalón, Israel. Mis padres se fueron a vivir allá cuando a mi papá lo contrataron como médico en el hospital de esa ciudad. Volvieron durante la Guerra de los Seis Días y yo nací acá. Es imposible no conmoverse con lo que sucede en Israel, pero me corro de lo emocional y, como judía, vivo con mucha preocupación el recrudecimiento del antisemitismo. Con lo que implica la barbarie del terrorismo de Hamas, uno hubiese creído que iba a generar una ola de solidaridad con el pueblo judío, pero fue todo lo contrario, despertó algo que estaba latente y no se veía con tanta nitidez. Me reconozco judía, argentina, mujer y defensora de la libertad y la democracia y del derecho del Estado de Israel a su existencia, como nunca antes.

 La comunicadora abrió las puertas de su casa para mantener una extensa charla con LA NACIÓN, en la cual analizó la actualidad, el rol del periodismo y reveló aspectos desconocidos de su vida  Read More

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