Luego de una larga carcajada repleta de pausas y desasosiego, Arthur Fleck, el Joker interpretado por Joaquín Phoenix, aspira nervioso el filtro del cigarrillo mientras le pregunta a la trabajadora social y a los cientos de millones de espectadores en cines alrededor del mundo: “¿Soy yo, o el mundo se está poniendo cada vez más loco?” Con esa pregunta el Joker expresa la angustia que actualmente sobrevuela al mundo. Falta de futuro, violencia, crisis económicas, prisiones globales y saludos nazis, pueblan el universo mediático de un mundo crecientemente egoísta, donde la empatía con los sectores más vulnerables está en extinción. El loco es el mundo; Arthur es su consecuencia.
Indudablemente nos encontramos frente a un cambio de época que nos obliga a hacer una pausa para preguntarnos qué mundo estamos dejando atrás, y qué mundo nos están proponiendo. ¿Estamos avanzando hacia un mundo mejor o peor?
El mundo que se aleja, nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial puso los valores morales y las libertades personales en el centro del discurso global, dando forma a instituciones y sociedades en torno a los ideales de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.
En este contexto, surgió un Estado de bienestar que “desde la cuna hasta la tumba” acompañaba a todas las personas, y muy especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad. Simultáneamente, hasta la década de los 80, los años dorados del capitalismo produjeron una de las mayores expansiones económicas de la historia, que contribuyó a la reducción de la pobreza, la expansión de la clase media, el acceso a la educación y a la salud pública.
La construcción del multilateralismo es otra de las principales características de las últimas décadas. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial impulsaron una nueva visión moral apuntalada en la ética kantiana: Las normas morales deben ser universales y válidas para todos, sin depender de intereses individuales.
La creación de las Naciones Unidas fue el pilar sobre el cual se construyó ese nuevo orden internacional basado en el respeto a principios universales. Sin diálogo y cooperación internacional, los conflictos se intensifican y la desigualdad y discriminación se profundizan. El multilateralismo ha sido la mejor creación de la historia para buscar la paz y el progreso colectivo.
El Estado de derecho y los derechos humanos se consolidaron son también principios fundamentales de la posguerra. La idea de que todas las personas, instituciones y gobiernos deben someterse a la ley garantizó una estabilidad sin precedentes, que permitió avances muy significativos en la lucha contra los abusos del poder.
En resumen, la era de la posguerra representó un punto de inflexión en la historia. La búsqueda permanente de la paz a través del multilateralismo, la expansión de los derechos humanos, la instauración del Estado de derecho y el desarrollo de un modelo económico inclusivo permitieron décadas de estabilidad y progreso. Este período demostró que el mundo puede organizarse sobre principios racionales y morales universales, en lugar de la ley del más fuerte.
El mundo que nos propone la nueva derecha es todo lo contrario. Bajo el disfraz de la libertad buscan destruir todos los logros extraordinarios de la posguerra. Sus propuestas son un retroceso a un mundo más desigual, más violento y menos democrático.
Lamentablemente, la ultraderecha ha crecido gracias al apoyo de la derecha tradicional. Hoy, la fusión entre esa derecha “liberal” y la ultraderecha es un hecho consumado en muchos países. Por ejemplo en Estados Unidos, Argentina, Italia, España y Brasil, la derecha parece haber sido absorbida por su versión más radical. Para la nueva derecha la libertad ha sido reducido a una visión mercantilista donde la ausencia del Estado no es sinónimo de libertad, sino de desprotección para los más necesitados.
La ultraderecha esta empecinada en destruir el multilateralismo. Los autoritarismos y las dictaduras de derecha o de izquierda siempre han rechazado el multilateralismo. La nueva derecha avanza por el mismo camino. Sus discursos se centran en el aislamiento y en atacar y/o renunciar a los organismos internacionales. El camino del aislacionismo por el que nos llevan fue un aspecto esencial en el ascenso del nazismo y al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
La nueva derecha también busca debilitar o eliminar los derechos humanos. No es casual que las primeras víctimas de sus gobiernos sean las minorías, los migrantes, la comunidad LGBTIQ+ y los sectores más vulnerables. Y tampoco es coincidencia que estos gobiernos rechacen el feminismo y argumenten con ignorancia criminal que el femicidio no existe.
Pero el peligro más grave de la ultraderecha es el fuerte impulso que le ha dado al fascismo. El fascismo convierte la violencia y la discriminación en pilares del poder, desmantelando el pluralismo y creando una confrontación permanente en la sociedad. En la esencia del fascismo está el nacionalismo excluyente, la glorificación de la fuerza, la supresión de la disidencia y el uso de expresiones denigrantes y violentas contra quienes no se arrodillan frente a Yo, El Supremo.
No es casualidad que en sus marchas y concentraciones se vean saludos nazis, esvásticas y símbolos fascistas. El fascismo nunca se presenta como tal desde el inicio, pero sus gestos, sus discursos violentos y sus símbolos dejan en claro cuál es su verdadera naturaleza.
El deterioro del Estado de derecho y el avance del fascismo son sellos distintivos de esta nueva derecha que busca concentrar poder debilitando y cooptando a las instituciones que pueden imponerles límites. Para ello, atacan a periodistas, desacreditan a los medios de comunicación, socavan la independencia judicial y persiguen a la sociedad civil.
A todos estos nuevos enemigos internos le adjudican todos los males que afectan a la sociedad. Habría que recordarles que como decía Nietzsche, quien lucha con monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno. La nueva derecha no ha terminado ni con la corrupción, ni con los privilegios, simplemente los está redistribuyendo entre sus propios aliados.
Y así, el mundo se vuelve cada vez más insensible. En las escenas finales de Joker, la trabajadora social, al informarle a Arthur Fleck que debido a los recortes presupuestarios no podrá seguir recibiendo su medicación, sintetiza brutalmente el pensamiento de la nueva derecha: “No les importa una mierda las personas como vos, y tampoco les importa una mierda las personas como yo.”
Le dictaron condena de muerte a la empatía y si no reaccionamos a tiempo las consecuencias serán devastadoras.
Director Peter D. Bell Rule of Law Program, Inter-American Dialogue
Luego de una larga carcajada repleta de pausas y desasosiego, Arthur Fleck, el Joker interpretado por Joaquín Phoenix, aspira nervioso el filtro del cigarrillo mientras le pregunta a la trabajadora social y a los cientos de millones de espectadores en cines alrededor del mundo: “¿Soy yo, o el mundo se está poniendo cada vez más loco?” Con esa pregunta el Joker expresa la angustia que actualmente sobrevuela al mundo. Falta de futuro, violencia, crisis económicas, prisiones globales y saludos nazis, pueblan el universo mediático de un mundo crecientemente egoísta, donde la empatía con los sectores más vulnerables está en extinción. El loco es el mundo; Arthur es su consecuencia.
Indudablemente nos encontramos frente a un cambio de época que nos obliga a hacer una pausa para preguntarnos qué mundo estamos dejando atrás, y qué mundo nos están proponiendo. ¿Estamos avanzando hacia un mundo mejor o peor?
El mundo que se aleja, nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial puso los valores morales y las libertades personales en el centro del discurso global, dando forma a instituciones y sociedades en torno a los ideales de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.
En este contexto, surgió un Estado de bienestar que “desde la cuna hasta la tumba” acompañaba a todas las personas, y muy especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad. Simultáneamente, hasta la década de los 80, los años dorados del capitalismo produjeron una de las mayores expansiones económicas de la historia, que contribuyó a la reducción de la pobreza, la expansión de la clase media, el acceso a la educación y a la salud pública.
La construcción del multilateralismo es otra de las principales características de las últimas décadas. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial impulsaron una nueva visión moral apuntalada en la ética kantiana: Las normas morales deben ser universales y válidas para todos, sin depender de intereses individuales.
La creación de las Naciones Unidas fue el pilar sobre el cual se construyó ese nuevo orden internacional basado en el respeto a principios universales. Sin diálogo y cooperación internacional, los conflictos se intensifican y la desigualdad y discriminación se profundizan. El multilateralismo ha sido la mejor creación de la historia para buscar la paz y el progreso colectivo.
El Estado de derecho y los derechos humanos se consolidaron son también principios fundamentales de la posguerra. La idea de que todas las personas, instituciones y gobiernos deben someterse a la ley garantizó una estabilidad sin precedentes, que permitió avances muy significativos en la lucha contra los abusos del poder.
En resumen, la era de la posguerra representó un punto de inflexión en la historia. La búsqueda permanente de la paz a través del multilateralismo, la expansión de los derechos humanos, la instauración del Estado de derecho y el desarrollo de un modelo económico inclusivo permitieron décadas de estabilidad y progreso. Este período demostró que el mundo puede organizarse sobre principios racionales y morales universales, en lugar de la ley del más fuerte.
El mundo que nos propone la nueva derecha es todo lo contrario. Bajo el disfraz de la libertad buscan destruir todos los logros extraordinarios de la posguerra. Sus propuestas son un retroceso a un mundo más desigual, más violento y menos democrático.
Lamentablemente, la ultraderecha ha crecido gracias al apoyo de la derecha tradicional. Hoy, la fusión entre esa derecha “liberal” y la ultraderecha es un hecho consumado en muchos países. Por ejemplo en Estados Unidos, Argentina, Italia, España y Brasil, la derecha parece haber sido absorbida por su versión más radical. Para la nueva derecha la libertad ha sido reducido a una visión mercantilista donde la ausencia del Estado no es sinónimo de libertad, sino de desprotección para los más necesitados.
La ultraderecha esta empecinada en destruir el multilateralismo. Los autoritarismos y las dictaduras de derecha o de izquierda siempre han rechazado el multilateralismo. La nueva derecha avanza por el mismo camino. Sus discursos se centran en el aislamiento y en atacar y/o renunciar a los organismos internacionales. El camino del aislacionismo por el que nos llevan fue un aspecto esencial en el ascenso del nazismo y al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
La nueva derecha también busca debilitar o eliminar los derechos humanos. No es casual que las primeras víctimas de sus gobiernos sean las minorías, los migrantes, la comunidad LGBTIQ+ y los sectores más vulnerables. Y tampoco es coincidencia que estos gobiernos rechacen el feminismo y argumenten con ignorancia criminal que el femicidio no existe.
Pero el peligro más grave de la ultraderecha es el fuerte impulso que le ha dado al fascismo. El fascismo convierte la violencia y la discriminación en pilares del poder, desmantelando el pluralismo y creando una confrontación permanente en la sociedad. En la esencia del fascismo está el nacionalismo excluyente, la glorificación de la fuerza, la supresión de la disidencia y el uso de expresiones denigrantes y violentas contra quienes no se arrodillan frente a Yo, El Supremo.
No es casualidad que en sus marchas y concentraciones se vean saludos nazis, esvásticas y símbolos fascistas. El fascismo nunca se presenta como tal desde el inicio, pero sus gestos, sus discursos violentos y sus símbolos dejan en claro cuál es su verdadera naturaleza.
El deterioro del Estado de derecho y el avance del fascismo son sellos distintivos de esta nueva derecha que busca concentrar poder debilitando y cooptando a las instituciones que pueden imponerles límites. Para ello, atacan a periodistas, desacreditan a los medios de comunicación, socavan la independencia judicial y persiguen a la sociedad civil.
A todos estos nuevos enemigos internos le adjudican todos los males que afectan a la sociedad. Habría que recordarles que como decía Nietzsche, quien lucha con monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno. La nueva derecha no ha terminado ni con la corrupción, ni con los privilegios, simplemente los está redistribuyendo entre sus propios aliados.
Y así, el mundo se vuelve cada vez más insensible. En las escenas finales de Joker, la trabajadora social, al informarle a Arthur Fleck que debido a los recortes presupuestarios no podrá seguir recibiendo su medicación, sintetiza brutalmente el pensamiento de la nueva derecha: “No les importa una mierda las personas como vos, y tampoco les importa una mierda las personas como yo.”
Le dictaron condena de muerte a la empatía y si no reaccionamos a tiempo las consecuencias serán devastadoras.
Director Peter D. Bell Rule of Law Program, Inter-American Dialogue
Luego de una larga carcajada repleta de pausas y desasosiego, Arthur Fleck, el Joker interpretado por Joaquín Phoenix, aspira nervioso el filtro del cigarrillo mientras le pregunta a la trabajadora social y a los cientos de millones de espectadores en cines alrededor del mundo: “¿Soy yo, o el mundo se está poniendo cada vez más loco?” Con esa pregunta el Joker expresa la angustia que actualmente sobrevuela al mundo. Falta de futuro, violencia, crisis económicas, prisiones globales y saludos nazis, pueblan el universo mediático de un mundo crecientemente egoísta, donde la empatía con los sectores más vulnerables está en extinción. El loco es el mundo; Arthur es su consecuencia.Indudablemente nos encontramos frente a un cambio de época que nos obliga a hacer una pausa para preguntarnos qué mundo estamos dejando atrás, y qué mundo nos están proponiendo. ¿Estamos avanzando hacia un mundo mejor o peor?El mundo que se aleja, nacido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial puso los valores morales y las libertades personales en el centro del discurso global, dando forma a instituciones y sociedades en torno a los ideales de la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho.En este contexto, surgió un Estado de bienestar que “desde la cuna hasta la tumba” acompañaba a todas las personas, y muy especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad. Simultáneamente, hasta la década de los 80, los años dorados del capitalismo produjeron una de las mayores expansiones económicas de la historia, que contribuyó a la reducción de la pobreza, la expansión de la clase media, el acceso a la educación y a la salud pública.La construcción del multilateralismo es otra de las principales características de las últimas décadas. Las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial impulsaron una nueva visión moral apuntalada en la ética kantiana: Las normas morales deben ser universales y válidas para todos, sin depender de intereses individuales.La creación de las Naciones Unidas fue el pilar sobre el cual se construyó ese nuevo orden internacional basado en el respeto a principios universales. Sin diálogo y cooperación internacional, los conflictos se intensifican y la desigualdad y discriminación se profundizan. El multilateralismo ha sido la mejor creación de la historia para buscar la paz y el progreso colectivo.El Estado de derecho y los derechos humanos se consolidaron son también principios fundamentales de la posguerra. La idea de que todas las personas, instituciones y gobiernos deben someterse a la ley garantizó una estabilidad sin precedentes, que permitió avances muy significativos en la lucha contra los abusos del poder.En resumen, la era de la posguerra representó un punto de inflexión en la historia. La búsqueda permanente de la paz a través del multilateralismo, la expansión de los derechos humanos, la instauración del Estado de derecho y el desarrollo de un modelo económico inclusivo permitieron décadas de estabilidad y progreso. Este período demostró que el mundo puede organizarse sobre principios racionales y morales universales, en lugar de la ley del más fuerte.El mundo que nos propone la nueva derecha es todo lo contrario. Bajo el disfraz de la libertad buscan destruir todos los logros extraordinarios de la posguerra. Sus propuestas son un retroceso a un mundo más desigual, más violento y menos democrático.Lamentablemente, la ultraderecha ha crecido gracias al apoyo de la derecha tradicional. Hoy, la fusión entre esa derecha “liberal” y la ultraderecha es un hecho consumado en muchos países. Por ejemplo en Estados Unidos, Argentina, Italia, España y Brasil, la derecha parece haber sido absorbida por su versión más radical. Para la nueva derecha la libertad ha sido reducido a una visión mercantilista donde la ausencia del Estado no es sinónimo de libertad, sino de desprotección para los más necesitados.La ultraderecha esta empecinada en destruir el multilateralismo. Los autoritarismos y las dictaduras de derecha o de izquierda siempre han rechazado el multilateralismo. La nueva derecha avanza por el mismo camino. Sus discursos se centran en el aislamiento y en atacar y/o renunciar a los organismos internacionales. El camino del aislacionismo por el que nos llevan fue un aspecto esencial en el ascenso del nazismo y al estallido de la Segunda Guerra Mundial.La nueva derecha también busca debilitar o eliminar los derechos humanos. No es casual que las primeras víctimas de sus gobiernos sean las minorías, los migrantes, la comunidad LGBTIQ+ y los sectores más vulnerables. Y tampoco es coincidencia que estos gobiernos rechacen el feminismo y argumenten con ignorancia criminal que el femicidio no existe.Pero el peligro más grave de la ultraderecha es el fuerte impulso que le ha dado al fascismo. El fascismo convierte la violencia y la discriminación en pilares del poder, desmantelando el pluralismo y creando una confrontación permanente en la sociedad. En la esencia del fascismo está el nacionalismo excluyente, la glorificación de la fuerza, la supresión de la disidencia y el uso de expresiones denigrantes y violentas contra quienes no se arrodillan frente a Yo, El Supremo.No es casualidad que en sus marchas y concentraciones se vean saludos nazis, esvásticas y símbolos fascistas. El fascismo nunca se presenta como tal desde el inicio, pero sus gestos, sus discursos violentos y sus símbolos dejan en claro cuál es su verdadera naturaleza.El deterioro del Estado de derecho y el avance del fascismo son sellos distintivos de esta nueva derecha que busca concentrar poder debilitando y cooptando a las instituciones que pueden imponerles límites. Para ello, atacan a periodistas, desacreditan a los medios de comunicación, socavan la independencia judicial y persiguen a la sociedad civil.A todos estos nuevos enemigos internos le adjudican todos los males que afectan a la sociedad. Habría que recordarles que como decía Nietzsche, quien lucha con monstruos debe cuidarse de no convertirse en uno. La nueva derecha no ha terminado ni con la corrupción, ni con los privilegios, simplemente los está redistribuyendo entre sus propios aliados.Y así, el mundo se vuelve cada vez más insensible. En las escenas finales de Joker, la trabajadora social, al informarle a Arthur Fleck que debido a los recortes presupuestarios no podrá seguir recibiendo su medicación, sintetiza brutalmente el pensamiento de la nueva derecha: “No les importa una mierda las personas como vos, y tampoco les importa una mierda las personas como yo.”Le dictaron condena de muerte a la empatía y si no reaccionamos a tiempo las consecuencias serán devastadoras.Director Peter D. Bell Rule of Law Program, Inter-American Dialogue Read More