El viernes 11, Agustín “Rada” Aristarán estrenó en el Metropolitan su primer unipersonal como actor. Se trata de Chanta, una obra con libro original de Mariano Cohn, Gastón Duprat y Juan José Becerra, y bajo la dirección de Marcelo Caballero. La historia sigue a Julio Ballesteros, un hombre que, tras su muerte, reflexiona sobre su vida, la sociedad y la hipocresía que lo rodea. La obra recorre diferentes etapas de la vida de este personaje, que en un principio despierta las risas del público, y expone con un tono cínico, mordaz e irónico las contradicciones del protagonista y de la sociedad argentina.
En medio de las primeras funciones en teatro (viernes, sábados y domingos), el multifacético artista comenzó a rodar su participación en la tercera temporada de Envidiosa, la exitosa serie de Netflix argentina protagonizada por Griselda Siciliani, además de otra popular serie que evitó mencionar, entre otros proyectos. Y, como si fuera poco, el domingo se presentó en Quilmes Rock con su nueva banda, Niño monja. “Uno de los dos, el de Chanta o el del Quilmes, era un holograma”, bromeó el actor durante esta entrevista con LA NACIÓN.
-¿Cómo llegaste al proyecto?
-Cuando estaba terminando de hacer Matilda hace unos años, MP y Ozono, que son los productores de Chanta, me comentaron que tenían una obra que querían que yo haga y que ya lo habían hablado con los autores, sin decirme quiénes eran, y que les copaba que fuera yo. “¿Quiénes son los autores?”, pregunté. Me dijeron los nombres de estos tres dementes y dije: “No necesito leer el guion, quiero estar ahí”. Por supuesto que después lo leí y me gustó muchísimo. Y encima me dieron la libertad de poder jugar con el guion, cambiarlo, adaptarlo y poder aportarle lo mío junto con Marcelo Caballero, este director tan sarpado.
-¿Qué te pasó cuando finalmente leíste el guion? Porque la obra atraviesa por estadios diferentes que dejan al público bastante sorprendido.
-Es lo que más me gustó, sobre todo el desafío, la incomodidad. Es una obra que me incomoda mucho hacerla y también incomoda mucho al público, y eso es lo que a mí me gusta. Bueno, los autores son incómodos y por eso creo que son lo que son, son los autores del momento hace muchos años, entienden cómo escribirle al público. Lo que se ve en la obra… creo, porque no la vi nunca; de hecho, me muero de ganas de poder hacerlo, pero no hay manera. Creo que arrancás amando a Julio Ballesteros con ternura, y después te empieza a dar tristeza la soledad del tipo hasta que en un momento te empezás a enojar con ese personaje. Y tiene un poco la premisa, que es lo que más me gusta de la comedia clásica, del payaso que te da una caricia para después meterte un tortazo, y así sucesivamente, y eso a mí me encanta. Por eso insisto tanto en que la gente no averigüe nada de la obra antes de verla. Y de lo que sí estoy seguro es que van a ver una obra que no tenían ni idea que iban a ver.
-El que está acostumbrado a ver tus shows se va a encontrar con algo completamente diferente.
-Casi todas mis obras son felices, con un humor blanco. Esto no es eso. Quiero que lo sepan, y también sepan que se les va a desacomodar la mandíbula viendo a este chanta.
-Además de tu transformación física, también hay mucho de ponerle el cuerpo a la obra.
-Por eso digo que es incómoda, me pega por todos lados, por lo físico, por lo emocional, por lo mental, por lo espiritual. Tengo una gran preparación desde lo físico, y agradezco mucho haber sido mago tantos años porque hay un montón de trucos que la gente piensa que está pasando una cosa, pero en realidad ya no está pasando eso que está viendo, sino que detrás de bambalinas está pasando otra cosa. Es una obra que sorprende, con mucho ritmo, y que cuando entrás en el código decís “Bueno, ¿y ahora qué va a pasar?”.
-¿Cuánto hay de inspiración en “chantas” que conocés a la hora de componer este personaje?
-Yo creo que a Julio Ballesteros, este viejo y joven renegado, y niño con un montón de situaciones que le pasan, lo conocemos, en algún lugar lo viste, o es tu vecino, o tu tío, o tu viejo, o sos un poco vos. Estos autores saben describir el gen argentino. Somos únicos, irrepetibles, somos todos un poquito chantas. Y son todas características que reconocés.
-Y vos, ¿cuánto tenés de chanta?
-Todo tengo de chanta. Primero, soy mago. Y soy actor. ¿Más chanta que los actores? Hay una convención de mentira entre el público y los actores que es hermoso y es mágico. Te estoy contando una historia de mentira, y que suceda eso y que la gente esté pagando una entrada para ver esa mentira en este mundo tan cibernético que vivimos, es un acto poético revolucionario. Te voy a pagar este bitcoin para que me mientas una hora y media. Es espectacular.
-Con humor, al principio la obra aborda temas como la vejez y la soledad. ¿Sos de pensar en cuando seas más grande, o remitirte a tus padres, o a tus abuelos?
-Recontra pienso en eso. Pienso mucho en mi último abuelo, que se fue hace muy poquito. Tuve la suerte de tener a mis cuatro abuelos y mi hija tuvo a sus cuatro bisabuelos, todos le hicieron upa. Obvio que pienso mucho en eso. Y también pienso mucho, sin enroscarme en estar 40 años adelantado, en todo lo que estoy haciendo ahora para poder llegar lo más joven posible. Una de esas es comer bien, dormir bien, entrenar. No quiero ser un problema para mi hija y tampoco quiero ser un problema para mí. La quiero pasar bien porque la estoy pasando bárbaro en esta vida. Entonces, quiero vivir lo más posible y todo lo que viva lo quiero vivir bien.
-¿Es el primer unipersonal que hacés como actor?
-Sí, y la primera obra de teatro que escribieron ellos, así que estoy superhonrado.
-En los últimos años te volcaste más a la actuación por sobre todos tus otros talentos: la magia, la comedia, el clown y un sinfín de etcéteras.
-Totalmente, es un quiebre en mi carrera. Vengo buscando mucho a mi actor. Este año se dio y también se trabajó mucho para que suceda. Estoy en las dos series más importantes que hay ahora, una es Envidiosa, que ya arranqué a grabar y es una fiesta estar ahí, encontrarme con amigos. Y se filtró, pero no te lo puedo confirmar, que seré parte de la nueva película del mejor director argentino, o el que tiene el premio más importante. Estoy muy agradecido por tener tanto laburo y en un área nueva para mí. Si bien hice mucho en audiovisual, bah, hice poco, pero mucho para el poco tiempo que hace que me autopercibo actor. Estoy en ese momento que es hermoso porque es todo nuevo.
-Estás acostumbrado a trabajar todo el tiempo desde tus inicios cuando eras chico, pero ¿cómo lográs un equilibrio?
-Ayer lo hablaba con mi hija Bianca porque todos me mencionan eso. Le pregunté: “¿Hago tantas cosas? Y ella me dice: “Sí, viejo, hacés una bocha de cosas”. Yo no soy parámetro porque estoy acostumbrado a hacerlo desde que tengo uso de razón. Y me dijo “pero ahora te veo más relajado que nunca”, y es verdad. Estoy haciendo muchas cosas, pero tengo un gran talento, que es encontrar gente muy sarpada que me rodee, y eso me permite hacer solamente lo que tengo que hacer, que es subirme al escenario o componer canciones.
¿Y vos te sentís relajado, como te dijo ella?
-Me siento superbién y muy en eje con lo que quiero estar haciendo, dónde estoy. Soy muy privilegiado, no estoy decidiendo por una cuestión económica. Insisto que soy privilegiado con eso porque sucedieron otro montón de cosas antes como para poder estar solamente ocupado en decir: “Che, yo tengo ganas de esto”. Hace poco un periodista me dijo “¿Pero por qué no estás en el mundo del streaming?”. Porque no tengo ganas. Me lo ofrecieron y lo agradecí mucho. Y me preguntó: “¿Pero no es como estar hoy fuera del circuito?” No, estoy en otro circuito. Y si eso es estar fuera del circuito, sí. El streaming está buenísimo y lo consumo, pero no. Es lo mismo cuando antes me decían “¿por qué no en la tele?”. Yo en la tele estuve el ratito que tenía que estar y estoy superfeliz con ese tiempo, pero no volvería a estar por ahora.
-Retomando lo que dijiste de componer canciones, el domingo estuviste en Quilmes Rock con tu banda, Niño monja.
-Es mi nueva banda. En realidad, es la misma que Soy Rada and the Colibriquis. Somos los mismos, pero cambiamos la estética, hay un sonido un poco más rockero, y, por sobre todas las cosas, yo quería que la banda tuviera un nombre propio, que no fuera “la banda de”. Creo que este es un nombre mucho más potente, el otro fue en joda y quedó, y creció, y lo escuchó un montón de gente e hicimos discos muy hermosos. Por supuesto que esta también es la banda de Agustín, pero si un día Agustín se va, ojalá la banda siga teniendo vida.
-¿Cómo estás hoy de salud mental después de los episodios de ataques de pánico que tuviste tiempo atrás?
-Súper, estoy tomando ocho pastillas por día [se ríe]. Estoy muy bien, por suerte, dado de alta del médico y demás, hace ya mucho tiempo. Me siento muy bien y también, muy atento. Por supuesto que mis ansiedades, mis nervios y mis fantasmas siguen estando, no es que la tengo clarinete en la vida como para ir predicando “yo las sé todas”. Me anclo mucho en los afectos, en los momentos de no hacer nada. Busco mucho estar presente, vivir el momento, aunque sea una frase bastante hecha. Estoy desintoxicándome bastante del teléfono como cuando dejé fumar, tengo un plan porque sino es un bajón. El teléfono es la nueva droga. Te lo digo yo, que gran parte de mi trabajo significa generar contenido para que la gente vea y se quede mirando, o que compre algo porque yo le estoy diciendo.
-¿Y qué implica ese plan?
-Entreno todos los días, entonces en esa hora no me siento a mirar el teléfono. A la noche, cuando me acuesto, tampoco. Me obligo a leer, porque aparte no llego a leer una página y me duermo. Con el teléfono puedo estar una hora mirando cómo un chino cambia la batería de un Renault 12. ¿Y qué es eso? No me interesa, pero me lo quedo mirando. Y deslizo y aparece una mina haciendo un peluche, y después otro haciendo ASMR, y me quedo y son dos horas, dos horas menos que dormí, lo cual es contraproducente por la cantidad de cosas que hago al otro día.
Para agendar
Chanta, con Agustín “Rada” Aristarán. Desde el 11 de abril, funciones de viernes a domingos en el Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343).
El viernes 11, Agustín “Rada” Aristarán estrenó en el Metropolitan su primer unipersonal como actor. Se trata de Chanta, una obra con libro original de Mariano Cohn, Gastón Duprat y Juan José Becerra, y bajo la dirección de Marcelo Caballero. La historia sigue a Julio Ballesteros, un hombre que, tras su muerte, reflexiona sobre su vida, la sociedad y la hipocresía que lo rodea. La obra recorre diferentes etapas de la vida de este personaje, que en un principio despierta las risas del público, y expone con un tono cínico, mordaz e irónico las contradicciones del protagonista y de la sociedad argentina.
En medio de las primeras funciones en teatro (viernes, sábados y domingos), el multifacético artista comenzó a rodar su participación en la tercera temporada de Envidiosa, la exitosa serie de Netflix argentina protagonizada por Griselda Siciliani, además de otra popular serie que evitó mencionar, entre otros proyectos. Y, como si fuera poco, el domingo se presentó en Quilmes Rock con su nueva banda, Niño monja. “Uno de los dos, el de Chanta o el del Quilmes, era un holograma”, bromeó el actor durante esta entrevista con LA NACIÓN.
-¿Cómo llegaste al proyecto?
-Cuando estaba terminando de hacer Matilda hace unos años, MP y Ozono, que son los productores de Chanta, me comentaron que tenían una obra que querían que yo haga y que ya lo habían hablado con los autores, sin decirme quiénes eran, y que les copaba que fuera yo. “¿Quiénes son los autores?”, pregunté. Me dijeron los nombres de estos tres dementes y dije: “No necesito leer el guion, quiero estar ahí”. Por supuesto que después lo leí y me gustó muchísimo. Y encima me dieron la libertad de poder jugar con el guion, cambiarlo, adaptarlo y poder aportarle lo mío junto con Marcelo Caballero, este director tan sarpado.
-¿Qué te pasó cuando finalmente leíste el guion? Porque la obra atraviesa por estadios diferentes que dejan al público bastante sorprendido.
-Es lo que más me gustó, sobre todo el desafío, la incomodidad. Es una obra que me incomoda mucho hacerla y también incomoda mucho al público, y eso es lo que a mí me gusta. Bueno, los autores son incómodos y por eso creo que son lo que son, son los autores del momento hace muchos años, entienden cómo escribirle al público. Lo que se ve en la obra… creo, porque no la vi nunca; de hecho, me muero de ganas de poder hacerlo, pero no hay manera. Creo que arrancás amando a Julio Ballesteros con ternura, y después te empieza a dar tristeza la soledad del tipo hasta que en un momento te empezás a enojar con ese personaje. Y tiene un poco la premisa, que es lo que más me gusta de la comedia clásica, del payaso que te da una caricia para después meterte un tortazo, y así sucesivamente, y eso a mí me encanta. Por eso insisto tanto en que la gente no averigüe nada de la obra antes de verla. Y de lo que sí estoy seguro es que van a ver una obra que no tenían ni idea que iban a ver.
-El que está acostumbrado a ver tus shows se va a encontrar con algo completamente diferente.
-Casi todas mis obras son felices, con un humor blanco. Esto no es eso. Quiero que lo sepan, y también sepan que se les va a desacomodar la mandíbula viendo a este chanta.
-Además de tu transformación física, también hay mucho de ponerle el cuerpo a la obra.
-Por eso digo que es incómoda, me pega por todos lados, por lo físico, por lo emocional, por lo mental, por lo espiritual. Tengo una gran preparación desde lo físico, y agradezco mucho haber sido mago tantos años porque hay un montón de trucos que la gente piensa que está pasando una cosa, pero en realidad ya no está pasando eso que está viendo, sino que detrás de bambalinas está pasando otra cosa. Es una obra que sorprende, con mucho ritmo, y que cuando entrás en el código decís “Bueno, ¿y ahora qué va a pasar?”.
-¿Cuánto hay de inspiración en “chantas” que conocés a la hora de componer este personaje?
-Yo creo que a Julio Ballesteros, este viejo y joven renegado, y niño con un montón de situaciones que le pasan, lo conocemos, en algún lugar lo viste, o es tu vecino, o tu tío, o tu viejo, o sos un poco vos. Estos autores saben describir el gen argentino. Somos únicos, irrepetibles, somos todos un poquito chantas. Y son todas características que reconocés.
-Y vos, ¿cuánto tenés de chanta?
-Todo tengo de chanta. Primero, soy mago. Y soy actor. ¿Más chanta que los actores? Hay una convención de mentira entre el público y los actores que es hermoso y es mágico. Te estoy contando una historia de mentira, y que suceda eso y que la gente esté pagando una entrada para ver esa mentira en este mundo tan cibernético que vivimos, es un acto poético revolucionario. Te voy a pagar este bitcoin para que me mientas una hora y media. Es espectacular.
-Con humor, al principio la obra aborda temas como la vejez y la soledad. ¿Sos de pensar en cuando seas más grande, o remitirte a tus padres, o a tus abuelos?
-Recontra pienso en eso. Pienso mucho en mi último abuelo, que se fue hace muy poquito. Tuve la suerte de tener a mis cuatro abuelos y mi hija tuvo a sus cuatro bisabuelos, todos le hicieron upa. Obvio que pienso mucho en eso. Y también pienso mucho, sin enroscarme en estar 40 años adelantado, en todo lo que estoy haciendo ahora para poder llegar lo más joven posible. Una de esas es comer bien, dormir bien, entrenar. No quiero ser un problema para mi hija y tampoco quiero ser un problema para mí. La quiero pasar bien porque la estoy pasando bárbaro en esta vida. Entonces, quiero vivir lo más posible y todo lo que viva lo quiero vivir bien.
-¿Es el primer unipersonal que hacés como actor?
-Sí, y la primera obra de teatro que escribieron ellos, así que estoy superhonrado.
-En los últimos años te volcaste más a la actuación por sobre todos tus otros talentos: la magia, la comedia, el clown y un sinfín de etcéteras.
-Totalmente, es un quiebre en mi carrera. Vengo buscando mucho a mi actor. Este año se dio y también se trabajó mucho para que suceda. Estoy en las dos series más importantes que hay ahora, una es Envidiosa, que ya arranqué a grabar y es una fiesta estar ahí, encontrarme con amigos. Y se filtró, pero no te lo puedo confirmar, que seré parte de la nueva película del mejor director argentino, o el que tiene el premio más importante. Estoy muy agradecido por tener tanto laburo y en un área nueva para mí. Si bien hice mucho en audiovisual, bah, hice poco, pero mucho para el poco tiempo que hace que me autopercibo actor. Estoy en ese momento que es hermoso porque es todo nuevo.
-Estás acostumbrado a trabajar todo el tiempo desde tus inicios cuando eras chico, pero ¿cómo lográs un equilibrio?
-Ayer lo hablaba con mi hija Bianca porque todos me mencionan eso. Le pregunté: “¿Hago tantas cosas? Y ella me dice: “Sí, viejo, hacés una bocha de cosas”. Yo no soy parámetro porque estoy acostumbrado a hacerlo desde que tengo uso de razón. Y me dijo “pero ahora te veo más relajado que nunca”, y es verdad. Estoy haciendo muchas cosas, pero tengo un gran talento, que es encontrar gente muy sarpada que me rodee, y eso me permite hacer solamente lo que tengo que hacer, que es subirme al escenario o componer canciones.
¿Y vos te sentís relajado, como te dijo ella?
-Me siento superbién y muy en eje con lo que quiero estar haciendo, dónde estoy. Soy muy privilegiado, no estoy decidiendo por una cuestión económica. Insisto que soy privilegiado con eso porque sucedieron otro montón de cosas antes como para poder estar solamente ocupado en decir: “Che, yo tengo ganas de esto”. Hace poco un periodista me dijo “¿Pero por qué no estás en el mundo del streaming?”. Porque no tengo ganas. Me lo ofrecieron y lo agradecí mucho. Y me preguntó: “¿Pero no es como estar hoy fuera del circuito?” No, estoy en otro circuito. Y si eso es estar fuera del circuito, sí. El streaming está buenísimo y lo consumo, pero no. Es lo mismo cuando antes me decían “¿por qué no en la tele?”. Yo en la tele estuve el ratito que tenía que estar y estoy superfeliz con ese tiempo, pero no volvería a estar por ahora.
-Retomando lo que dijiste de componer canciones, el domingo estuviste en Quilmes Rock con tu banda, Niño monja.
-Es mi nueva banda. En realidad, es la misma que Soy Rada and the Colibriquis. Somos los mismos, pero cambiamos la estética, hay un sonido un poco más rockero, y, por sobre todas las cosas, yo quería que la banda tuviera un nombre propio, que no fuera “la banda de”. Creo que este es un nombre mucho más potente, el otro fue en joda y quedó, y creció, y lo escuchó un montón de gente e hicimos discos muy hermosos. Por supuesto que esta también es la banda de Agustín, pero si un día Agustín se va, ojalá la banda siga teniendo vida.
-¿Cómo estás hoy de salud mental después de los episodios de ataques de pánico que tuviste tiempo atrás?
-Súper, estoy tomando ocho pastillas por día [se ríe]. Estoy muy bien, por suerte, dado de alta del médico y demás, hace ya mucho tiempo. Me siento muy bien y también, muy atento. Por supuesto que mis ansiedades, mis nervios y mis fantasmas siguen estando, no es que la tengo clarinete en la vida como para ir predicando “yo las sé todas”. Me anclo mucho en los afectos, en los momentos de no hacer nada. Busco mucho estar presente, vivir el momento, aunque sea una frase bastante hecha. Estoy desintoxicándome bastante del teléfono como cuando dejé fumar, tengo un plan porque sino es un bajón. El teléfono es la nueva droga. Te lo digo yo, que gran parte de mi trabajo significa generar contenido para que la gente vea y se quede mirando, o que compre algo porque yo le estoy diciendo.
-¿Y qué implica ese plan?
-Entreno todos los días, entonces en esa hora no me siento a mirar el teléfono. A la noche, cuando me acuesto, tampoco. Me obligo a leer, porque aparte no llego a leer una página y me duermo. Con el teléfono puedo estar una hora mirando cómo un chino cambia la batería de un Renault 12. ¿Y qué es eso? No me interesa, pero me lo quedo mirando. Y deslizo y aparece una mina haciendo un peluche, y después otro haciendo ASMR, y me quedo y son dos horas, dos horas menos que dormí, lo cual es contraproducente por la cantidad de cosas que hago al otro día.
Para agendar
Chanta, con Agustín “Rada” Aristarán. Desde el 11 de abril, funciones de viernes a domingos en el Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343).
El actor estrenó una obra con libro original de Mariano Cohn, Gastón Duprat y Juan José Becerra y además se sumó a Envidiosa Read More