Papa Francisco: relación, mensaje y un legado al agro argentino y mundial

La impronta de Francisco fue grande y fuerte. Estoy seguro de que no solo nosotros, los católicos, sino que la enorme mayoría, está triste y con una sensación de que “alguien que nos cuidaba” se fue. Partió. Soy de los que, en muchas cosas, le costó entender a nuestro querido Papa Francisco. Hace tiempo elegí hacer lo que él nos pedía siempre: rezar por él.

Golpe a un municipio K: aprobaron construir tres puertos en Victoria luego de que la intendenta aumentara las tasas

Mis enojos, seguramente infundados porque no entendía -o sí lo hacía-, pero no lo quería admitir, por qué no venía a nuestro país, por ejemplo, se hicieron más livianos, y tarde, empecé a entenderlo y querer más, como cuando era arzobispo y lo veía en el subte.

Me lo encontraba y pude charlar varias veces con él desde la estación Scalabrini Ortiz hasta Catedral, y me bendecía.

Jorge Mario Bergoglio no solo dejó una huella imborrable en la Iglesia Católica y mundial –su apertura construyendo puentes con todas las religiones, aquí mismo apoyando fuertemente el diálogo interreligioso-, sino que también a su manera dejó aportes al sector agropecuario y agroindustrial argentino. Su mensaje de justicia social, cuidado del medio ambiente y de los recursos, la promoción de la agricultura familiar resonó –con matices- en el corazón del agro argentino y del mundo, buscando convertirse en un camino y faro de esperanza y transformación. Todo esto, o gran parte, lo dejó plasmado en la encíclica “Laudato sí”.

La encíclica “Laudato sí” aborda la crisis ambiental y social desde una perspectiva integral, destacando la necesidad de cuidar nuestra “casa común” –como él llama a la tierra y sus recursos-. Promueve una conversión hacia lo más ecológico –obviamente no siempre aplicable y un tema que da para más de una discusión-, poniendo el foco también sobre la pérdida y desperdicio de alimentos, mientras llama a la humanidad a adoptar cada vez más modelos de desarrollos sustentables, sostenibles y más solidarios.

Este documento no solo denunció los efectos devastadores del cambio climático, sino que también cuestionó algunos modelos productivos y sus formas. Para el agro argentino, estas palabras fueron un llamado a fortalecer las ya buenas prácticas agrícolas que se hacían –hay que resaltar que, en la Argentina, las buenas formas de producir y la adopción de tecnologías son siempre constantes, positivas y creciendo- y a buscar un equilibrio entre productividad, sustentabilidad y sostenibilidad. El Papa también destacó la importancia de la agricultura familiar en el mundo, un sector también importante en distintas zonas y provincias en la Argentina, pero muchas veces también mal utilizada e ideologizada políticamente, perdiendo la esencia de la misma actividad.

El populismo aquí, lamentablemente, captó muchas veces esta actividad como base de confrontación dentro de otras actividades productivas agroindustriales, generadoras también de riqueza y empleos. En múltiples ocasiones, defendió a los pequeños y medianos productores, subrayando su rol esencial en la seguridad agroalimentaria y en la preservación de las tradiciones rurales. El entonces cardenal Jorge Bergoglio tuvo un gesto significativo durante el conflicto por la resolución 125 en 2008. En medio de las tensiones entre el sector agropecuario y el gobierno kirchnerista, Bergoglio se reunió con los dirigentes de aquella Mesa de Enlace en Pilar, durante una reunión de la Conferencia Episcopal Argentina.

Bergoglio dijo: “Rezo para que no siga habiendo divisiones entre los argentinos” y les dio una bendición a los dirigentes rurales. Este gesto fue recordado como un símbolo de su cercanía y sensibilidad hacia los problemas de los productores. El legado del Papa Francisco para la agrobioindustria argentina es, sin duda, multifacético. Por un lado, dejó un mensaje claro sobre la necesidad de cuidar “nuestra casa común”, instando a los productores a adoptar prácticas más sustentables y sostenibles.

Por otro, su énfasis en la justicia social y el apoyo a los más vulnerables ofreció una guía ética para un mejor desarrollo rural –algo que debe ser bien traducido y no politizado ni llevarlo para que sirva para acciones populistas que solo generan más pobreza-. Hoy, mientras aquí y desde el sector agroindustrial se despide al “Papa del fin del mundo”, queda también la tarea de, por qué no, honrar su legado.

Creo que todos pensamos en producir cada vez mejor, en forma más sustentable y sostenible, cuidando los recursos, buscando que la seguridad agroalimentaria sea cada vez más importante, controlando el desperdicio de alimentos, en fomentar la agricultura y ganadería regenerativa, el poder pensar una agricultura familiar que realmente adopte tecnología y le sirva de verdad a los pequeños productores, etc. Su encíclica quiso transmitir mucho de todo esto. Cada uno puede tener su mirada.

Así como elegí en su momento rezar más por él, como lo hago estos días más también, elijo buscar entender sus palabras. Seguramente en nuestro sector también encontramos palabras que nos hacen e hicieron pensar. Finalmente, todos son mensajes de amor que nos deja Francisco. Tomemos sus palabras; seguro nos sirven para reflexionar y tener una mirada mejorada para seguir empujando nuestra agroindustria. Lo vamos a extrañar.

El autor es director General de CONFIagro. Fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019). Vocal titular del Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos

La impronta de Francisco fue grande y fuerte. Estoy seguro de que no solo nosotros, los católicos, sino que la enorme mayoría, está triste y con una sensación de que “alguien que nos cuidaba” se fue. Partió. Soy de los que, en muchas cosas, le costó entender a nuestro querido Papa Francisco. Hace tiempo elegí hacer lo que él nos pedía siempre: rezar por él.

Golpe a un municipio K: aprobaron construir tres puertos en Victoria luego de que la intendenta aumentara las tasas

Mis enojos, seguramente infundados porque no entendía -o sí lo hacía-, pero no lo quería admitir, por qué no venía a nuestro país, por ejemplo, se hicieron más livianos, y tarde, empecé a entenderlo y querer más, como cuando era arzobispo y lo veía en el subte.

Me lo encontraba y pude charlar varias veces con él desde la estación Scalabrini Ortiz hasta Catedral, y me bendecía.

Jorge Mario Bergoglio no solo dejó una huella imborrable en la Iglesia Católica y mundial –su apertura construyendo puentes con todas las religiones, aquí mismo apoyando fuertemente el diálogo interreligioso-, sino que también a su manera dejó aportes al sector agropecuario y agroindustrial argentino. Su mensaje de justicia social, cuidado del medio ambiente y de los recursos, la promoción de la agricultura familiar resonó –con matices- en el corazón del agro argentino y del mundo, buscando convertirse en un camino y faro de esperanza y transformación. Todo esto, o gran parte, lo dejó plasmado en la encíclica “Laudato sí”.

La encíclica “Laudato sí” aborda la crisis ambiental y social desde una perspectiva integral, destacando la necesidad de cuidar nuestra “casa común” –como él llama a la tierra y sus recursos-. Promueve una conversión hacia lo más ecológico –obviamente no siempre aplicable y un tema que da para más de una discusión-, poniendo el foco también sobre la pérdida y desperdicio de alimentos, mientras llama a la humanidad a adoptar cada vez más modelos de desarrollos sustentables, sostenibles y más solidarios.

Este documento no solo denunció los efectos devastadores del cambio climático, sino que también cuestionó algunos modelos productivos y sus formas. Para el agro argentino, estas palabras fueron un llamado a fortalecer las ya buenas prácticas agrícolas que se hacían –hay que resaltar que, en la Argentina, las buenas formas de producir y la adopción de tecnologías son siempre constantes, positivas y creciendo- y a buscar un equilibrio entre productividad, sustentabilidad y sostenibilidad. El Papa también destacó la importancia de la agricultura familiar en el mundo, un sector también importante en distintas zonas y provincias en la Argentina, pero muchas veces también mal utilizada e ideologizada políticamente, perdiendo la esencia de la misma actividad.

El populismo aquí, lamentablemente, captó muchas veces esta actividad como base de confrontación dentro de otras actividades productivas agroindustriales, generadoras también de riqueza y empleos. En múltiples ocasiones, defendió a los pequeños y medianos productores, subrayando su rol esencial en la seguridad agroalimentaria y en la preservación de las tradiciones rurales. El entonces cardenal Jorge Bergoglio tuvo un gesto significativo durante el conflicto por la resolución 125 en 2008. En medio de las tensiones entre el sector agropecuario y el gobierno kirchnerista, Bergoglio se reunió con los dirigentes de aquella Mesa de Enlace en Pilar, durante una reunión de la Conferencia Episcopal Argentina.

Bergoglio dijo: “Rezo para que no siga habiendo divisiones entre los argentinos” y les dio una bendición a los dirigentes rurales. Este gesto fue recordado como un símbolo de su cercanía y sensibilidad hacia los problemas de los productores. El legado del Papa Francisco para la agrobioindustria argentina es, sin duda, multifacético. Por un lado, dejó un mensaje claro sobre la necesidad de cuidar “nuestra casa común”, instando a los productores a adoptar prácticas más sustentables y sostenibles.

Por otro, su énfasis en la justicia social y el apoyo a los más vulnerables ofreció una guía ética para un mejor desarrollo rural –algo que debe ser bien traducido y no politizado ni llevarlo para que sirva para acciones populistas que solo generan más pobreza-. Hoy, mientras aquí y desde el sector agroindustrial se despide al “Papa del fin del mundo”, queda también la tarea de, por qué no, honrar su legado.

Creo que todos pensamos en producir cada vez mejor, en forma más sustentable y sostenible, cuidando los recursos, buscando que la seguridad agroalimentaria sea cada vez más importante, controlando el desperdicio de alimentos, en fomentar la agricultura y ganadería regenerativa, el poder pensar una agricultura familiar que realmente adopte tecnología y le sirva de verdad a los pequeños productores, etc. Su encíclica quiso transmitir mucho de todo esto. Cada uno puede tener su mirada.

Así como elegí en su momento rezar más por él, como lo hago estos días más también, elijo buscar entender sus palabras. Seguramente en nuestro sector también encontramos palabras que nos hacen e hicieron pensar. Finalmente, todos son mensajes de amor que nos deja Francisco. Tomemos sus palabras; seguro nos sirven para reflexionar y tener una mirada mejorada para seguir empujando nuestra agroindustria. Lo vamos a extrañar.

El autor es director General de CONFIagro. Fue ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires (2015-2019). Vocal titular del Centro Argentino de Ingenieros Agrónomos

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