Karina vs Caputo: la influencia emocional de la “hermanísima”

Un tuit de Javier Milei subrayando la labor de “el Jefe” en las elecciones provinciales del último domingo encendió las luces rojas. Fue un mensaje más hacia adentro de su propia tropa que hacia afuera y se coló en medio de una interna feroz entre Karina Milei y Santiago Caputo. Un asesor convenientemente sin cargo, por las dudas de que en el futuro, cuando el poder se apague –y siempre se apaga– haya que desfilar por los tribunales. El estado de situación entre los dos contrincantes del triángulo de hierro es terminal: Karina y Caputo están en su peor momento y el desenlace es incierto. Tal vez, inminente.

Sin embargo, ese triángulo no es tan fácil de desarmar por el poder inconmensurable que acuñó el asesor estrella, detestado en el círculo rojo. A diferencia de Karina, Caputo hace desfilar por su despacho a todos los ministros del gobierno de Milei para enrostrarles su poder y hacerles sentir la humillación. Más soberbia no se consigue.

“Han creado un monstruo –se confiesa un ministro de alto perfil en el gabinete– y ahora no saben cómo desactivarlo”. Poder y caja, esos son los dos vértices de la pelea, tal como ocurre en la política. O, como diría Santi Caputo, de la “vieja política”. Ambos, Karina y Caputo, tienen perspectivas diferentes acerca de las elecciones: el asesor prefiere no presentarse en provincias donde puedan perder o tener que aliarse con la “asquerosa” casta. Karina, y detrás de ella Lule Menem, prefieren privilegiar el avance en el territorio, incluso con algunos candidatos impresentables. Caputo los prefiere más “puros” y “jóvenes”. La estrategia de los menemistas, sobre todo de Lule, sin embargo, parece haber rendido mejores frutos.

Las elecciones del último domingo fueron confusas de cara a la sociedad, pese a la narrativa triunfal del oficialismo. La consultora Mariel Fornoni, de Management & Fit, asegura que la gente quedó aturdida: no tiene una idea clara de quién ganó realmente, aunque lo indiscutible es que ganaron los oficialismos.

Macri y Cristina fueron los grandes derrotados. Los resultados electorales y las encuestas van perfilando la idea de que Milei está jubilando a varios dirigentes que fueron protagónicos en los últimos veinte años. LLA, aliada a la “casta” radical, venció largamente en el Chaco; ganó la capital salteña, los concejales en San Salvador de Jujuy y coronó con una buena elección en diputados en la provincia dominada por Carlos Sadir y Gerardo Morales. Un paréntesis aquí: la compulsa provincial nunca puede extrapolarse a la disputa nacional. Pero lo verdaderamente importante vendrá con las elecciones en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.

¿A quién quiere sacar de la cancha realmente Milei? ¿Al kirchnerismo o al macrismo? Es la inteligente pregunta que se hace el consultor Juan Germano, de la consultora Isonomía. Germano se inclina por la última opción. Guillermo Francos pareció darle ayer la razón: la ruptura con (Mauricio) Macri podría no recomponerse. Y el bloqueo de ficha limpia sembró dudas sobre un eventual pacto entre el oficialismo y Cristina Kirchner. O, al menos, dudas sobre el deseo de que al Gobierno le importe castigar la corrupción. La primera en poner una bolilla negra en el vínculo con Macri, que al principio era muy bueno, fue Karina. El encono mutuo fue creciendo hasta un punto de casi no retorno. “La atacan a mi hermana porque hacía tortas”, simplificó Milei en su entrevista con Mariana Brey.

Tampoco Caputo el Menor quiere a Macri, en eso coincide con su archienemiga. La idea es que Milei se convierta en el líder indiscutido de lo que existe del centro a la derecha. El esquema tiene resonancias con el duelo político Kirchner-Duhalde, pero hay una enorme diferencia. Cuando Kirchner enfrentó y derrotó a los Duhalde en 2005 ya tenía mayorías en ambas Cámaras. No es el caso de Milei que sí va a necesitar los votos de Pro, si pretende avanzar con su programa de reformas.

Germano divide en tramos históricos las contiendas políticas, desde el regreso de la democracia hasta hoy: entre el 83 y 2001, primó el bipartidismo duro y puro. Peronismo vs. radicalismo. Luego, un limbo hasta 2003. Allí arranca la hegemonía K, que más tarde será contrarrestada por la oposición de Juntos por el Cambio. 2023 tuvo olor a 2001: las ganas de romper todo. La diferencia es que, en la propia elección, había un candidato que quería romper todo. El eje kirchnerismo vs. macrismo se diluyó.

La disyuntiva ahora es clara: mileísmo vs. antimileísmo. Y, sin embargo, la marca identitaria de los argentinos sigue girando en torno a la dicotomía peronismo vs. no peronismo. Porque, aunque tenga peronistas dentro de su armado, Milei es claramente la preferencia del no peronismo y el resultado de una sociedad que se corrió a la derecha. Y que desconfía fuertemente del Estado.

Pero ¿qué Milei saldrá de este año electoral? ¿Devendrá un interregno u otra hegemonía? Mucho dependerá de lo que suceda en el temblequeante triángulo de hierro. Lo que queda claro es que Karina es intocable. La lealtad entre los hermanos se forjó en una infancia violenta. Es inquebrantable. Y todo aquel que no le caiga bien a la hermanísima sepa que tiene los días contados.

Un tuit de Javier Milei subrayando la labor de “el Jefe” en las elecciones provinciales del último domingo encendió las luces rojas. Fue un mensaje más hacia adentro de su propia tropa que hacia afuera y se coló en medio de una interna feroz entre Karina Milei y Santiago Caputo. Un asesor convenientemente sin cargo, por las dudas de que en el futuro, cuando el poder se apague –y siempre se apaga– haya que desfilar por los tribunales. El estado de situación entre los dos contrincantes del triángulo de hierro es terminal: Karina y Caputo están en su peor momento y el desenlace es incierto. Tal vez, inminente.

Sin embargo, ese triángulo no es tan fácil de desarmar por el poder inconmensurable que acuñó el asesor estrella, detestado en el círculo rojo. A diferencia de Karina, Caputo hace desfilar por su despacho a todos los ministros del gobierno de Milei para enrostrarles su poder y hacerles sentir la humillación. Más soberbia no se consigue.

“Han creado un monstruo –se confiesa un ministro de alto perfil en el gabinete– y ahora no saben cómo desactivarlo”. Poder y caja, esos son los dos vértices de la pelea, tal como ocurre en la política. O, como diría Santi Caputo, de la “vieja política”. Ambos, Karina y Caputo, tienen perspectivas diferentes acerca de las elecciones: el asesor prefiere no presentarse en provincias donde puedan perder o tener que aliarse con la “asquerosa” casta. Karina, y detrás de ella Lule Menem, prefieren privilegiar el avance en el territorio, incluso con algunos candidatos impresentables. Caputo los prefiere más “puros” y “jóvenes”. La estrategia de los menemistas, sobre todo de Lule, sin embargo, parece haber rendido mejores frutos.

Las elecciones del último domingo fueron confusas de cara a la sociedad, pese a la narrativa triunfal del oficialismo. La consultora Mariel Fornoni, de Management & Fit, asegura que la gente quedó aturdida: no tiene una idea clara de quién ganó realmente, aunque lo indiscutible es que ganaron los oficialismos.

Macri y Cristina fueron los grandes derrotados. Los resultados electorales y las encuestas van perfilando la idea de que Milei está jubilando a varios dirigentes que fueron protagónicos en los últimos veinte años. LLA, aliada a la “casta” radical, venció largamente en el Chaco; ganó la capital salteña, los concejales en San Salvador de Jujuy y coronó con una buena elección en diputados en la provincia dominada por Carlos Sadir y Gerardo Morales. Un paréntesis aquí: la compulsa provincial nunca puede extrapolarse a la disputa nacional. Pero lo verdaderamente importante vendrá con las elecciones en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.

¿A quién quiere sacar de la cancha realmente Milei? ¿Al kirchnerismo o al macrismo? Es la inteligente pregunta que se hace el consultor Juan Germano, de la consultora Isonomía. Germano se inclina por la última opción. Guillermo Francos pareció darle ayer la razón: la ruptura con (Mauricio) Macri podría no recomponerse. Y el bloqueo de ficha limpia sembró dudas sobre un eventual pacto entre el oficialismo y Cristina Kirchner. O, al menos, dudas sobre el deseo de que al Gobierno le importe castigar la corrupción. La primera en poner una bolilla negra en el vínculo con Macri, que al principio era muy bueno, fue Karina. El encono mutuo fue creciendo hasta un punto de casi no retorno. “La atacan a mi hermana porque hacía tortas”, simplificó Milei en su entrevista con Mariana Brey.

Tampoco Caputo el Menor quiere a Macri, en eso coincide con su archienemiga. La idea es que Milei se convierta en el líder indiscutido de lo que existe del centro a la derecha. El esquema tiene resonancias con el duelo político Kirchner-Duhalde, pero hay una enorme diferencia. Cuando Kirchner enfrentó y derrotó a los Duhalde en 2005 ya tenía mayorías en ambas Cámaras. No es el caso de Milei que sí va a necesitar los votos de Pro, si pretende avanzar con su programa de reformas.

Germano divide en tramos históricos las contiendas políticas, desde el regreso de la democracia hasta hoy: entre el 83 y 2001, primó el bipartidismo duro y puro. Peronismo vs. radicalismo. Luego, un limbo hasta 2003. Allí arranca la hegemonía K, que más tarde será contrarrestada por la oposición de Juntos por el Cambio. 2023 tuvo olor a 2001: las ganas de romper todo. La diferencia es que, en la propia elección, había un candidato que quería romper todo. El eje kirchnerismo vs. macrismo se diluyó.

La disyuntiva ahora es clara: mileísmo vs. antimileísmo. Y, sin embargo, la marca identitaria de los argentinos sigue girando en torno a la dicotomía peronismo vs. no peronismo. Porque, aunque tenga peronistas dentro de su armado, Milei es claramente la preferencia del no peronismo y el resultado de una sociedad que se corrió a la derecha. Y que desconfía fuertemente del Estado.

Pero ¿qué Milei saldrá de este año electoral? ¿Devendrá un interregno u otra hegemonía? Mucho dependerá de lo que suceda en el temblequeante triángulo de hierro. Lo que queda claro es que Karina es intocable. La lealtad entre los hermanos se forjó en una infancia violenta. Es inquebrantable. Y todo aquel que no le caiga bien a la hermanísima sepa que tiene los días contados.

 Un tuit de Javier Milei subrayando la labor de “el Jefe” en las elecciones provinciales del último domingo encendió las luces rojas. Fue un mensaje más hacia adentro de su propia tropa que hacia afuera y se coló en medio de una interna feroz entre Karina Milei y Santiago Caputo. Un asesor convenientemente sin cargo, por las dudas de que en el futuro, cuando el poder se apague –y siempre se apaga– haya que desfilar por los tribunales. El estado de situación entre los dos contrincantes del triángulo de hierro es terminal: Karina y Caputo están en su peor momento y el desenlace es incierto. Tal vez, inminente. Sin embargo, ese triángulo no es tan fácil de desarmar por el poder inconmensurable que acuñó el asesor estrella, detestado en el círculo rojo. A diferencia de Karina, Caputo hace desfilar por su despacho a todos los ministros del gobierno de Milei para enrostrarles su poder y hacerles sentir la humillación. Más soberbia no se consigue. “Han creado un monstruo –se confiesa un ministro de alto perfil en el gabinete– y ahora no saben cómo desactivarlo”. Poder y caja, esos son los dos vértices de la pelea, tal como ocurre en la política. O, como diría Santi Caputo, de la “vieja política”. Ambos, Karina y Caputo, tienen perspectivas diferentes acerca de las elecciones: el asesor prefiere no presentarse en provincias donde puedan perder o tener que aliarse con la “asquerosa” casta. Karina, y detrás de ella Lule Menem, prefieren privilegiar el avance en el territorio, incluso con algunos candidatos impresentables. Caputo los prefiere más “puros” y “jóvenes”. La estrategia de los menemistas, sobre todo de Lule, sin embargo, parece haber rendido mejores frutos. Las elecciones del último domingo fueron confusas de cara a la sociedad, pese a la narrativa triunfal del oficialismo. La consultora Mariel Fornoni, de Management & Fit, asegura que la gente quedó aturdida: no tiene una idea clara de quién ganó realmente, aunque lo indiscutible es que ganaron los oficialismos. Macri y Cristina fueron los grandes derrotados. Los resultados electorales y las encuestas van perfilando la idea de que Milei está jubilando a varios dirigentes que fueron protagónicos en los últimos veinte años. LLA, aliada a la “casta” radical, venció largamente en el Chaco; ganó la capital salteña, los concejales en San Salvador de Jujuy y coronó con una buena elección en diputados en la provincia dominada por Carlos Sadir y Gerardo Morales. Un paréntesis aquí: la compulsa provincial nunca puede extrapolarse a la disputa nacional. Pero lo verdaderamente importante vendrá con las elecciones en la ciudad y la provincia de Buenos Aires.¿A quién quiere sacar de la cancha realmente Milei? ¿Al kirchnerismo o al macrismo? Es la inteligente pregunta que se hace el consultor Juan Germano, de la consultora Isonomía. Germano se inclina por la última opción. Guillermo Francos pareció darle ayer la razón: la ruptura con (Mauricio) Macri podría no recomponerse. Y el bloqueo de ficha limpia sembró dudas sobre un eventual pacto entre el oficialismo y Cristina Kirchner. O, al menos, dudas sobre el deseo de que al Gobierno le importe castigar la corrupción. La primera en poner una bolilla negra en el vínculo con Macri, que al principio era muy bueno, fue Karina. El encono mutuo fue creciendo hasta un punto de casi no retorno. “La atacan a mi hermana porque hacía tortas”, simplificó Milei en su entrevista con Mariana Brey. Tampoco Caputo el Menor quiere a Macri, en eso coincide con su archienemiga. La idea es que Milei se convierta en el líder indiscutido de lo que existe del centro a la derecha. El esquema tiene resonancias con el duelo político Kirchner-Duhalde, pero hay una enorme diferencia. Cuando Kirchner enfrentó y derrotó a los Duhalde en 2005 ya tenía mayorías en ambas Cámaras. No es el caso de Milei que sí va a necesitar los votos de Pro, si pretende avanzar con su programa de reformas. Germano divide en tramos históricos las contiendas políticas, desde el regreso de la democracia hasta hoy: entre el 83 y 2001, primó el bipartidismo duro y puro. Peronismo vs. radicalismo. Luego, un limbo hasta 2003. Allí arranca la hegemonía K, que más tarde será contrarrestada por la oposición de Juntos por el Cambio. 2023 tuvo olor a 2001: las ganas de romper todo. La diferencia es que, en la propia elección, había un candidato que quería romper todo. El eje kirchnerismo vs. macrismo se diluyó. La disyuntiva ahora es clara: mileísmo vs. antimileísmo. Y, sin embargo, la marca identitaria de los argentinos sigue girando en torno a la dicotomía peronismo vs. no peronismo. Porque, aunque tenga peronistas dentro de su armado, Milei es claramente la preferencia del no peronismo y el resultado de una sociedad que se corrió a la derecha. Y que desconfía fuertemente del Estado. Pero ¿qué Milei saldrá de este año electoral? ¿Devendrá un interregno u otra hegemonía? Mucho dependerá de lo que suceda en el temblequeante triángulo de hierro. Lo que queda claro es que Karina es intocable. La lealtad entre los hermanos se forjó en una infancia violenta. Es inquebrantable. Y todo aquel que no le caiga bien a la hermanísima sepa que tiene los días contados.  Read More